El martirio de vivir en la calle.

Para Rosario Zabala, vivir en la calle es un martirio. Creció sin hogar desde temprana edad. Con apenas 14 años fue violada. Hoy, es una víctima más de la exclusión social: “…que me corran de todo lados, que me traten como mugre a la que hay que echarle agua con lavandina, me hace sentir como si, nosotros, los que vivimos en la calle fuéramos un simple tacho de basura…”.

por Melina Schweizer

De acuerdo con el informe preliminar del segundo censo popular de personas en situación de calle en la capital de Argentina durante este 2019 se contabilizan un total de 7.251 personas que viven y duermen en espacios públicos. De ese total 5.412 personas viven a la intemperie, 871 son niños y niñas (16%). El 80% de la población encontrada en situación de calle es varón, el 19%, mujer y 1% restante declaró ser trans/travesti (42 personas). Además, se relevaron 40 mujeres embarazadas. Rosario Zabala, es una de esas mujeres que padecen el martirio de vivir en la calle y nos narra en primera persona como es vivir en situación de calle.

Rosario tiene 38 de edad, es madre de mellizos, quienes actualmente tienen cinco años y permanecen al cuidado de una familia sustituta, atento a la precariedad que conlleva estar en situación de calle.
Vive con su esposo Damián, en una carpa improvisada en medio de dos tachos de basura, en la Av. de Mayo, la avenida de gran estilo madrileño se ha convertido en el hogar de esta familia. “…Siempre he vivido en la calle, en diferentes lugares, pero ahora llevo siete meses viviendo en esta avenida”.
Rosario, desde muy pequeña ha llevado consigo la pena del desamparo, sus brazos llevan la marca de los dolores de su vida, pues, en varias ocasiones ha intentado suicidarse, “…la vida me hizo crecer a los golpes”.
La historia de Zabala está marcada por el abandono, “…Mi mamá, con tan solo un año, me dejó en una plaza con una carta escrita con recortes de diarios. Todavía me acuerdo que decía que la disculpara por lo que estaba haciendo, que si alguien me encontraba que se hiciera responsable de mí. Fue muy difícil crecer en la calle, sola, sin nadie que me cuidara” narró entre lágrimas. “…Para sobrevivir tuve que mendigar, incluso lleguè a robar porque no soportaba el hambre, hoy me da mucha vergüenza haber robado”.
Para Rosario, ser ignorada es una forma más de abandono. “…muchas veces me pregunto ¿por qué mi madre biológica me dejó tirada, por qué no me quiso, qué pude haberle hecho para que se olvidara de mí? Llevo treinta y ocho años preguntándome eso”.
“…Otras veces pienso que, si la encuentro, le diría que no se me acerque para que sienta lo mucho que duele que te rechacen. La calle, donde ella me dejó, es cementerio de hombres vivos, donde sos invisible ante los ojos del resto de la sociedad, que no solo te ignora, sino que, también, te juzga”.
Para quien vive en situación de calle, el ser ignorado es una forma más de rechazo: “…Me siento muy discriminada por las personas que me ven así, yendo de un lado para otro, porque no tengo donde vivir. A veces viene la gente de espacio público de la ciudad y me saca mis cosas”.
“…Muy pocas veces he tenido la suerte de encontrar personas que se interesen en mí. Pero, cuando encuentro gente buena que me demuestra su interés, la hago parte de mi familia. En la calle conocí a Elba a quien considero mi madre de la calle, ella me ayuda en lo que puede dada su condición. Me trae agua embotellada, comida, me cuida y me visita cada vez que puede”.

-¿Cómo es vivir en la calle?
Rosario: Vivir en la calle es un martirio, porque no tenés dónde dormir, dónde bañarte, qué comer. Si te enfermas, vas a las salas de urgencia de los hospitales, donde siento que me tratan diferente a los demás pacientes y, muchas veces, no tienen medicamentos. Tenés que vivir recibiendo el rechazo de la gente, que ni siquiera te mira. Me duele mucho no poder salir de la calle, me siento excluida, intento salir y no puedo, hay momentos en que solo pienso en quitarme la vida

-¿Cómo es tu día a día?
Rosario: Un día, para mí, consiste en levantarme temprano, preparar el mate, ir a rebuscar en la basura para encontrar comida, para eso debo caminar mucho, hablar con el pibe que dejo cuidando mis cosas, luego espero que mi marido vuelva de cartonear.

-¿Cuántas veces por día comés?
Rosario: Nosotros tomamos mate cocido a la mañana, cenamos tipo once de la noche, me gusta cocinar, pero, acá, en la calle no se puede. Me gusta comer arroz con perejil. Aprendí a hacer de todo en la calle, me hice a los golpes.

-¿Cómo hacen cuando tienen frío, calor o llueve?
Rosario: Cuando hace frío o llueve, con un nylon improvisamos una carpa. Es decir, nos ponemos en medio de dos contenedores de basura, adentro pongo una colchoneta y me tapo con una frazada. Además, vivir en la calle, hace que uno pierda la noción del tiempo y de los días. Para mí, todo es lo mismo. Siempre veo a la misma gente, las mismas caras, el mismo rechazo.

-¿Les han ofrecido ir a algún refugio? 
Rosario: A veces vamos a un refugio para poder bañarnos, entras a las diez de la noche y salís a la diez de la mañana, pero solo vamos cuando no tenemos cartones para vender, porque en los albergues no te permiten entrar tus pertenencias, no aceptan que entres tus cartones, los cuales vendemos para poder comer. También hemos buscado una pieza para alquilar, pero sale 7.500 pesos por mes y no los tenemos.

-¿Cuál fue la situación más difícil que te tocó vivir en la calle?
Me violó un policía a los catorce años, no quiero decir su nombre para no tener más problemas. Me costó superar esa experiencia sola porque no pude hacer ningún tratamiento. Ese recuerdo me atormenta, no me deja en paz, quisiera borrar ese momento. A mí me costó volver a creer en el amor de un hombre. Cuando conocí a Damián, le conté mi problema, el me pidió que lo intentara pero, me cuesta mucho. Se me hace complicado intimar con mi pareja, en ocasiones no quiero que me toque. Es muy difícil que te vuelvan a tocar, eso molesta, que tu marido quiera abrazarte, acariciarte, te remueve muchas cosas. La violación me dejó muchas secuelas. Hacía tiempo que no hablaba con la gente, empecé a hacerlo con Andrea Hrycajko, la Voluntaria de Vida Solidaria, que viene a traer comida, ella empezó a preguntarme por mi infancia, por mi familia, cómo estaba y, así, fue como pude hablar con alguien de lo que me pasaba. Otra situación difícil para mí es que me corran de todos lados, que la gente me discrimine, solo acá, en el lugar donde estoy parando, pasa gente y me dice: La mugre hay que sacarla. Los encargados de los edificios te tiran agua con lavandina, es como si nosotros fuéramos un tacho de basura.

-En tu opinión, ¿qué necesitas para poder salir de la calle?
Rosario: Necesito una pieza, un lugar donde vivir, porque lo material lo conseguís donde sea, abrís un tacho de basura y encontrás comida, ropa que la podés llevar a un lavadero. Necesitamos trabajo, no somos gente mala, si nos dieran la oportunidad, la aprovecharíamos. Damián sabe mucho de albañilería y carpintería.

-¿Qué pasa cuándo te acercas a la gente?
Rosario: Cuando me acerco, la gente se corre. No lo aguanto más, que se corran, que me discriminen. Por ejemplo, si les preguntas la hora, no paran, te pasan por delante, no saludan, eso es discriminación, eso duele.

-¿Qué visión tienes sobre la sociedad en la que vivimos?
Rosario: La sociedad nos trata como si fuéramos animales, te ignoran, no saben por qué vivís en la calle. La calle te enseña que hay seres humanos que no existimos. Aunque no todos son iguales, algunos se acercan y te hablan, algunos te dan, aunque sea, medio pedacito de pan con un poco de agua. Pero al paso que vamos, vamos todos para atrás. Veo mucha discriminación con la gente que vive en la calle.

-Siempre se tiene el estigma de que, el que vive en la calle, consume drogas, ¿alguna vez consumiste drogas?
Rosario: Yo nunca consumí Paco (pasta base, sobrante de la cocaína), ni alcohol, al contrario, yo ayudé a mi marido a dejar el Paco. A Damián lo saqué de la droga. Él tuvo mucha fiebre, convulsionaba, yo lo cuidaba, le ponía paños fríos, le daba de comer, le cebaba mate, le daba dulce de membrillo para calmar la abstinencia. Hoy, hace cuatro años que no consume. Tampoco quiero que nadie se drogue delante de mi pareja, porque la abstinencia es día a día. Le doy gracias a Dios porque él tomó la decisión de cambiar.

-Si pudieras modificar algo en el mundo, ¿qué sería y por qué?
Rosario: Sería que la gente deje de discriminar a las personas que vivimos en la calle, que entendieran que todos somos iguales, porque, cuando nos morimos, no nos llevamos nada. Es feo vivir en la calle, pasar frío, tener hambre y ser discriminado.

La situación social es cada vez más delicada, hay más gente en situación de calle y una ola de frío polar que sigue azotando al país. Todos estos condimentos fueron antecedentes que lógicamente produjeron como corolario fatídico previsible cinco muertes evitables

El caso más emblemático fue el de Sergio Zacariaz, un hombre de 52 años en situación de calle, murió por hipotermia en Perú al 400, en el barrio de Monserrat. Además del caso de Zacaríaz, Red Solidaria denunció que hubo cuatro muertes más por hipotermia en personas en situación de calle en el país. “Sabemos que un caso fue en Venado Tuerto, otro en Jujuy, otro en San Nicolás y uno más en Mar del Plata” resaltó Martín Giovio, de esa organización.

El censo popular realizado en Buenos Aires, durante este 2019, censó 48 barrios de la ciudad porteña dividiéndolos en cinco zonas, cada una de ellas con una persona responsable a cargo de la coordinación. Cada barrio fue dividido en cuadrículas o conjuntos de cuadras que durante los días que duró el censo fueron recorridas por un mismo grupo de censistas. Además, cada barrio tuvo como responsable a una organización con trabajo en ese territorio. Entre las organizaciones que participaron están la Defensoría del Pueblo de la Capital Federal, Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el Ministerio Público de la Defensa porteño, y Proyecto 7. Gente en situación de calle, entre otras.

Silvia Vita Carnevale presidenta de la Fundación Vida Solidaria Argentina, agrego: “Sin importar la estación del año, nuestros equipos de voluntarios recorren las calles brindando asistencias a personas en situación de calle, en cada invierno redoblamos los esfuerzos, debido a que las personas en este estado de vulnerabilidad necesitan más contención, la exposición a bajas temperaturas, cuando se tienen las defensas bajas, o problemas de nutrición conllevan a que la persona en situación de calle desarrolle problemas respiratorios, que si no son tratados a tiempo pueden ser mortales. Los argentinos somos muy solidarios, una muestra de ello son los 800 voluntarios con los que contamos, de los cuales todos los viernes salen 250 personas a brindar asistencia a las personas en situación de calle. Nuestra tarea no es estacional y es por ellos que la dedicación es todo el año”.

En la Ciudad Autónoma de Buenos Aires existen más de 40 organizaciones sociales que se dedican a asistir a personas que se encuentran en estado de vulnerabilidad, las más activas de ellas son Vida Solidaria Argentina y Red Solidaria. No es casual que ambas tengan la palabra solidaridad en sus nombres, porque significa compartir con otros tanto lo material como lo sentimental, es ofrecer ayuda a los demás y una colaboración mutua entre las personas, personalmente entiendo que la solidaridad es un deber, que debe ser educado, que es parte de la inteligencia emocional de saber cómo vincularse con los demás y finalmente ponerse en el lugar del otro, conmoverse porque a todos nos conmueve el hambre así como la situación de precariedad y por cierto como dijo Charles Dickens: “Nadie que haya aliviado el peso de sus semejantes habrá fracasado en este mundo” .

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