El viaje de las amazonas

Sobre feminismo y chamanismo en Buenos Aires

por Mariela Acevedo*

Se trata de un cruce que hoy parece insólito pero que tiene larga data y nuevas actualizaciones. La toma de yagé (ayahuasca), sananga, rapé, kambó y yopo como camino espiritual y de sanación. Las plantas enteógenas y las sustancias naturales que se encuentran en la Amazonía tienen usos terapéuticos y espirituales y son hoy también un espacio de empoderamiento femenino y de encuentro sanador de las heridas que produce el heteropatriarcado. Tres mujeres nos cuentan sus experiencias sobre sanación desde el amor a través de la toma de lo que consideran medicina con plantas sagradas.

La medicina de la abuela
Netflix estrenó hace un tiempo ‘La mente, en pocas palabras’, una serie documental de cinco episodios en el que le dedican la última entrega a lo que designan como “alucinógenos” y sus efectos en el cerebro. Narrado por Emma Stone, el último episodio historiza el descubrimiento del LSD y de las sustancias psicoactivas presentes en plantas y hongos que en la década del sesenta eran contemplados en sus usos terapéuticos para el tratamiento de fobias, adicciones, superación de traumas y problemas emocionales. Pronto, las sustancias que milenariamente se utilizaban en rituales y ceremonias místicas, pasaron de estar bajo la lupa científica a ser consideradas drogas peligrosas, perseguidas como sustancias ilegales, penalizadas y estigmatizadas. En las últimas décadas un movimiento que reivindica el uso de psicotrópicos naturales para tratamientos médicos alternativos a la medicina alopática cobra fuerza en el activismo y especialmente en organizaciones que abogan por otro paradigma médico, entre quienes se encuentran feministas y activistas de distintos colectivos de diversidad (étnica, corporal, sexual, funcional, entre otros). Una salud feminista es una reivindicación que puede tener mucho consenso, pero ya no tanto cuando exploramos su cruce con la espiritualidad. La idea de que se trata de saberes ancestrales desafía nuestra formación científica y nos pone a la defensiva.
Recientemente, una discusión agria contra quienes sostienen aproximaciones a la astrología feminista dividió el campo entre quienes reivindican un feminismo ligado a “la razón de las Luces”, frente a una posición que se considera “mágica” o “esotérica”. Sumado a eso, la espiritualidad suele ser confundida con la religión, que por supuesto tiene mala prensa en el feminismo, porque aunque “somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar” y pensamos que esos saberes brujeriles asociados a las mujeres sabias fueron apropiados por la naciente ciencia médica institucionalizada, no queremos volver a quedar del lado de la naturaleza.
En este binario entre ciencia y magia, sin embargo, las plantas de la medicina ancestral se encuentran justo en su cruce. Hay efectos terapéuticos que requieren estudios, aproximaciones que documenten los beneficios para el cuerpo y la mente; pero además, hay transformaciones que se experimentan desde la fe. ¿Eso está permitido a las feministas? La pregunta que nos hacemos es ¿puede ser posible sanar las emociones, tener una mejoría física considerable y tener una experiencia mística bebiendo una planta sagrada en un círculo de mujeres?
Esta escena, que hace unas décadas era solo posible yendo a la Amazonía, es la que se repite hoy en distintas partes del mundo, incluyendo la ciudad de Buenos Aires, conurbano, Córdoba, Rosario y otros puntos del país. La búsqueda por una mejor calidad de vida, la superación de problemas de distinta índole o un camino de trascendencia, llevan a dejar a un lado el recetario farmacológico de la medicina y las terapias tradicionales. Para acercarnos a la experiencia de la toma de remedios ancestrales acudimos a la palabra de la Chamana Marysol, la facilitadora Alejandra A. y la artista María M. quienes se unen para que nos aproximemos a plantas como el Yagé, la medicina que cura el alma con el amor de una abuela.

Marysol, la mujer medicina
Marysol Rodríguez es venezolana y chamana, se autodefine como una Mujer Medicina que guía la toma de yopo y otras plantas sagradas. El yopo es una potente experiencia que se produce por la inhalación de un polvo a base de semillas molidas mezclada con Bufo Alvarius (una sustancia que exuda una rana amazónica). Produce una expansión en el cerebro que es casi instantánea y que lleva a una confrontación con el ego, un viaje en el que emergen personas, situaciones, emociones y que termina con el perdón de nuestras carencias. Tanto el yopo como la ayahuasca se toman en ceremonias con facilitadoras/es o chamanas/es que guían a quienes se inician en la experiencia a través de cantos o ícaros. El efecto inmediato es el vómito, la sudoración o la diarrea, por la que se eliminan toxinas acumuladas y bloqueos. Es posible que se vean colores o escenas pasadas, que aparezcan situaciones emotivas o escalofriantes. Marisol señala que “dependiendo el tipo de medicina que se utilice puedes experimentar diversas cosas, sin embargo hay algo en común: todas van a lo físico porque sientes su vibración. Los síntomas físicos se asocian a la depuración del organismo si así lo amerita, luego viajas al mundo emocional y se instala en procesos no resueltos o simplemente te muestra lo que necesitamos cambiar para llevar una vida en equilibrio; por último, va a la conexión con el Gran Espíritu, la naturaleza que es energía.” La sesión dura varias horas en las que quienes se inician en el viaje están conscientes todo el tiempo, observan las imágenes que se proyectan en la mente con los ojos cerrados y vuelven sintiéndose que se ha producido una transformación, que han sanado. Señala Marysol: “Las medicinas también promueven la sanación del Clan Familiar, sanando experiencias de vida de nuestros ancestros y lo hacen de múltiples formas; dependiendo la persona y situación vivida al experimentar esa liberación empiezan a cambiar muchas situaciones ya sean laborales, emocionales, de pareja, muertes trágicas, entre otras, y entramos en un entorno de equilibrio y armonía”.

Alejandra, facilitadora de sanación
Alejandra abre el centro holístico que dirige para las ceremonias desde hace dos años. Llegó a la medicina tras su recorrido con las terapias holísticas y la meditación. Su hogar en la zona sur del conurbano es el espacio en donde chamanes de la comunidad Inga del Alto Putumayo, Colombia y Shipibo Conibo de San Francisco, Perú, vienen con el preparado de color oscuro, de sabor amargo y espeso que permite la apertura de la conciencia. Los efectos terapéuticos vinculados a la toma de medicina con plantas son parte del acervo cultural y se han iniciado aproximaciones para conocer más sobre sus efectos. Alejandra señala que en marzo se programa en la ciudad de General Roca (Río Negro) el Primer Encuentro Intercultural de Medicinas Ancestrales y sus nuevas cosmovisiones, una serie de Jornadas informativas en las que chamanes de Colombia, Perú y Venezuela expondrán los beneficios de la toma de medicina. El encuentro será un espacio de intercambio en el que dedicarán tiempo a dar a conocer el trabajo con el cannabis, la wachuma (San Pedro), la ayahuasca, el yopo y el rapé. También —señala Alejandra— se encuentra en marcha un documental sobre las ceremonias y el estudio científico a cargo de centros universitarios y espacios institucionales. La apuesta es crear un centro para el tratamiento de adicciones a través de la administración de medicina ancestral. Sacar de la clandestinidad las ceremonias sería el primer paso para poder acceder a una alternativa a la medicina alopática. “Es una forma de sanar de forma holística, porque no somos solo cuerpo, también somos mente y espíritu, y sanar es sanar las emociones y encontrar que la respuesta está en nosotros. El camino de las plantas sagradas te lleva a encontrarte a vos y a entender que lo que sana es el amor y el perdón”. La experiencia de la ayahuasca, del yopo, de la wachuma, son distintas, señala. “Cada toma es distinta y cada persona lo vive de forma diferente, pero es sumamente importante la intención, el propósito no es experimentar o ver colores sino identificar qué queremos sanar. La intención es fundamental, porque fuera del contexto de ceremonia, si se hace con fines recreativos sin la guía de un chamán es probable que tengas un mal viaje”. Bajo la guía espiritual de un chamán o chamana la persona inicia un viaje rodeado de cantos y música, que se denominan ícaros y son composiciones que trabajan en las distintas dolencias sanando y promoviendo el conocimiento. Además, dice Alejandra, el yagé también es diferente según la zona de donde se extrae: hay cielo, tigre, colibrí, mar…cada planta te lleva a distintas partes del cuerpo.
Alejandra relata que en su primera experiencia la planta le mostró cómo trabajaba en su cuerpo y pudo sentir la muerte: “Hay distintos momentos, al principio empezás una limpieza y podés llegar a sentir la muerte. Yo en un momento sentí frío, sentí que se me enfriaban los pies y subía el frío hasta llegar al corazón. Me desdoblé y me vi muerta. Y volví a mi cuerpo y seguí el viaje. La muerte a veces aparece. Cae lo viejo, luchás contra las oscuridades. Pero eso te ayuda a poder plantarte. Te permite habilitar una voz que a lo mejor no podías sacar”.

María, reencontrar la felicidad en la simpleza de las cosas
María M. es artista y docente. Tuvo una primera experiencia con la ayahuasca hace quince años, cuando a sus veinticinco fue invitada a participar en una ceremonia con un facilitador, y lo vio como una posibilidad de expandir su camino profesional. La ayahuasca sin embargo, la llevó a recordar un aborto clandestino que se había practicado a los veinte y que no creía haber vivido como traumático. En esa oportunidad, la toma la vivió como una experiencia intensa, pero que quedó olvidada con el tiempo. La transformación profunda llegó en la segunda toma, con casi cuarenta años y una situación emocional muy complicada que incluía una serie de adicciones y conductas compulsivas, consumos abusivos, situaciones de violencia y maltrato psicológico: “Estaba en una espiral hacia abajo que me llevaba al infierno. Estaba vinculada a personas que estaban mal, enfermas y consulté psiquiatras, psicólogos, comprendía desde la lógica lo que estaba sucediendo pero no podía cambiar mis conductas.” Fue en ese momento crítico cuando el taita Alex, de la comunidad Inga de Colombia, la aceptó en una ceremonia a pesar de que no estaba en condiciones de participar: es necesario una preparación previa que implica estar limpia de drogas, emocionalmente preparada y con una dieta libre de carnes rojas. Las excepciones, sin embargo, tienen sentido cuando el propósito es “ayudar a ayudarte”.
“En la medicina encontré eso. No fue una respuesta intelectual, no pude comprender en principio, pero sí sentir el cambio a nivel emocional. Mi propósito era sentir la felicidad de la simpleza de las cosas. Me acordaba de cómo me deslumbraba la belleza de los árboles, de la brisa del otoño…había perdido eso. En esa experiencia no tuve visiones sino que sudaba. Sentí el frío de la muerte, el frío del químico que le había metido al cuerpo. El taita me pasó su guayra y se puso cantar ícaros y empecé a sentir calor. Así fueron las ocho horas, salvo un momento que me dormí y soñé con mi abuela que me tenía en brazos, que fue con quien me crié, prácticamente. Después me acordé del miedo que tenía al yagé y lo que me dijo el taita: el yagé era la abuela que me iba a cuidar”. María relata la experiencia emocionada hasta las lágrimas. “Y luego de eso empecé a reír y me daba vergüenza porque había otra gente haciendo sus procesos, pero yo solo podía decir ¡qué bueno, qué bueno, qué bueno! y reír. El taita Alex, después de la ceremonia me preguntó cómo me sentía y yo le respondí ‘me siento como un potrillo con ganas de galopar’. Y el me dijo ‘esa es tu energía vital’. Me revitalizó, tenía ganas de levantarme temprano, se me alinearon los horarios, empecé a tener deseos de alimentarme de forma más sana. Fueron cambiando patrones nocivos por patrones saludables.
María entiende que los obstáculos que mucha gente tiene para hablar de estas experiencias se vinculan a la forma en la que se entiende hoy la toma de plantas: “Esto es clandestino porque no es un buen negocio para las farmacéuticas ni para el sistema tradicional de salud. Yo gasto en una ceremonia lo que gastaba en una caja de antidepresivos sin contar los ansiolíticos, las pastillas para el estómago, los antiinflamatorios, las drogas y el cigarrillo. Tengo tres trabajos menos, tenía cuatro trabajos y no me alcanzaba, ahora tengo uno y me sobra. No es un negocio para el capitalismo. Creo que esta medicina te permite volver a amarte. Eso es. La planta te da lo que estás preparado para ver. Por eso no es una sola toma, que queda en una experiencia, tenés que aprender a verte, a conocerte, a aceptarte en el orden natural de las cosas. Esta medicina no te enloquece, te ayuda a ayudarte desde el amor. No hay tormentos. Una llora lo que no lloró, pero en las siguientes tomas yo ya no lloré, tuve solo sensaciones lindas», cierra.
Esa segunda experiencia fue vivida como un renacimiento. María cuenta que dejó el cigarrillo enseguida y posteriormente, en sucesivas tomas, también pudo terminar con conductas compulsivas. “No digo que no tengo bajones. Los tengo, pero tengo herramientas. Me vinculo con cosas que me hacen bien, salgo al sol, voy a lugares que me reciben con abrazos y sonrisas, acepto el amor…, y donde no hay eso paso rapidito y mirando para otro lado.” dice y ríe. Realizó luego una toma de medicina con la chamana Manecita de la comunidad Cofan y en una visión de la planta pudo ver a la chamana y a yagé como dos viejas sabias en un círculo de mujeres empoderadas entre las que se encontraba ella misma.
Entre los cambios físicos que registra como más relevantes afirma: “el kambó me levantó las defensas, no me enfermé más, me ayudó con alergias que tenía en la piel. Las medicinas amazónicas hablan de panema, que es una nube pesada que se disipa con la medicina. La sananga, por ejemplo, la uso cuando estoy menstruando. Desde la ayahuasca dejé analgésicos, en algún momento tomé alguno pero dejé la toma de medicina alopática al nivel del consumo que yo hacía. Para el mercado farmacológico es un garrón que yo haya encontrado la medicina” dice, y vuelve a reír.

Un feminismo psicodélico
La toma de ayahuasca no es legal en Argentina ni en la mayoría de los países aunque es considerada patrimonio cultural inmaterial en Perú, Colombia y otras comunidades de la Amazonía. Otras plantas como el cannabis están en proceso de ser aceptadas en sus usos terapéuticos, aunque la ley que habilita la investigación sobre el aceite de cannabis aún no muestre avances significativos.
La toma de yagé y otras plantas ancestrales se muestra como un camino posible para encontrar la voz que el patriarcado nos negó. Así lo entiende Zoe Helen, activista feminista que promueve que mujeres viajen a realizar la ceremonia de ayahuasca a Perú bajo la guía de chamanas. También aboga por la formación temprana de las niñas como chamanas en sus comunidades y la investigación científica de la toma de plantas bajo el concepto de “feminismo psicodélico”. Desde Cosmic Sister, la organización que fundó para estas acciones, propone que la investigación sobre las plantas la lleven adelante mujeres que experimentan, viajan y sanan. Este feminismo imbuido de espiritualidad es un desprendimiento de las aproximaciones del ecofeminismo que se liga a la forma en la que concebimos nuestro hábitat en relación con nuestro cuerpo. Es una vía de autoconocimiento que sostiene que en un sistema que nos hiere profundamente, cuando sana una, sanamos todas.

Para agendar
Al cierre de esta edición recibimos el aporte sobre el tema de Vanesa Belén Ulloa quien integra la Fundación Raíces del Sol, un espacio que tiene el objetivo de generar contenidos en las áreas de educación, medio ambiente, economía, ciencia, cultura, salud y derechos humanos sobre el uso de plantas medicinales. Reciben allí a comunidades de diferentes países, promueven el intercambio de saberes y medicinas y socializan conocimientos y experiencias compartidas. La fundación participa en la co-producción del Encuentro Intercultural de Medicinas ancestrales que se realizará en el sur y en diciembre de 2020 asistirán al Encuentro Global con diferentes comunidades, que se realizará en Patagonia – Neuquén (Festival programado para realizarse entre el 10 al 16 de diciembre).

*Mariela Acevedo es feminista, doctora en Ciencias Sociales, licenciada en comunicación y docente. Administra el portal Feminismo Gráfico y es editora de Revista Clítoris. Escribe, da clases y realiza tareas de investigación en el campo de la comunicación, la salud, los géneros y las sexualidades.

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