«Ese que fui»

La historia de una mujer intersex que pide poner fin a las mutilaciones

por María Eugenia Suárez

Con un relato intimista y visceral, la escritora y periodista Candelaria Schamun relata en «Ese que fui» la historia de su vida, marcada por un diagnóstico médico que no sólo definió su identidad, sino que fue la excusa para mutilar su cuerpo y construir un secreto familiar a su alrededor; una historia que, dice, es similar a la de otras muchas personas intersex.

Candelaria Schamun es también Esteban y Vera. Candelaria es su nombre actual, Esteban con el que fue identificada al nacer y Vera el seudónimo que usó hasta hace un tiempo, a manera de refugio, para contar quién era.

El próximo 20 de julio presentará en Libros del Pasaje (Thames 1762, ciudad de Buenos Aires) «Ese que fui», un relato que comenzó a hilvanar hace más de 20 años tras encontrar en el cajón del escritorio de su padre una carpeta verde que decía «María Candelaria, salud».

«Nací el 5 de octubre de 1981 en La Plata y me anotaron como Esteban», relata la escritora, y agrega: «Cuando nací mis genitales externos, el clítoris, era un poco más grande de lo que marca la `norma´ médica y evaluaron que se trataba de un micropene con testículos no descendidos». Al mes de nacer, su madre empezó a notar que perdía peso, que tenía vómitos. Consultó con el pediatra y entró en emergencia médica.

Luego de varios estudios, el equipo médico del Hospital de Niños Sor María Ludovica de La Plata descubrió que tenía una afección denominada «hiperplasia suprarrenal congénita perdedora de sal» lo que le provocó, en aquel momento, una modificación en la apariencia de los genitales externos. En términos biológicos, no se trataba de un varón, era una nena.

«En ese momento plantearon dos instancias: la primera que me tenían que estabilizar con medicación porque me iba a morir, los resultados de laboratorio eran incompatible con la vida; y la segunda fue que esas malformaciones, que ese clítoris grande, había que corregirlo. Había que adaptar mis genitales externos a la apariencia de una vulva y modificar todo lo que la naturaleza había expresado de esa forma», relata.

A los tres meses de haber nacido, enfrentó la primera intervención quirúrgica. Luego volvería ingresar a un quirófano a los nueve meses, a los doce años y a los diecisiete. Las operaciones consistían en una extirpación total o parcial de ese clítoris «anormal», en un abocamiento de la vagina y finalmente en correcciones de aquellas por mala praxis.

«Había que hacer coincidir el interior con el exterior», explica la periodista, quien con los años describiría aquello como una mutilación.

«En mi cuerpo mutilado vive otro ser. Un ser borrado, un desaparecido. Soy un cuerpo en plural, un DNI archivado, un expediente judicial, la soledad de un cuarto de hospital. Habito un cuerpo que fue bautizado con nombre de Esteban, el del primer mártir del catolicismo. Soy Candelaria. Soy Esteban. Soy ambos», recupera en «Ese que fui».

Candelaria transita estos días muy movilizada. Hace tiempo que abandonó Capital Federal, donde trabajaba como periodista y productora, y se mudó al interior bonaerense. En Sauce, terminó de escribir su historia y la publicación ha generado cierto revuelo a su alrededor. En el libro asegura que al poner el punto final logró ponerle «palabras al silencio».

El hallazgo de aquella carpeta verde a los 17 años la sumergió en una búsqueda que se extendió hasta hace pocos meses cuando develó el secreto familiar.

A lo largo de veinte años investigó su propia vida. Se animó y le pidió sinceridad a su madre, exprimió relatos familiares, comparó fotografías, juntó testimonios de conocidos, indagó expedientes médicos, desempolvó documentos judiciales, escribió con un seudónimo y se amigó con Esteban, aquel nombre que primero rechazó y que hoy, dice, también la constituye.

«Con este libro derribé un monstruo de siete cabezas que me decía que si yo contaba mi historia iba a ser mirada de otra forma, iba a pasar vergüenza; y la verdad es que todos me transmitieron un amor increíble», señala y agrega que contar su historia es «una liberación, una sanación».

El primer paso para derribar aquel monstruo lo dio en octubre de 2019 en La Plata, en su ciudad natal, a instancias del todavía denominado Encuentro Nacional de Mujeres. En el centro de un aula de la Facultad de Humanidades y Ciencia de la Educación donde se desarrollaba el taller se intersexualidad contó su historia. Nadie la juzgó, ni señaló. Hubo aplausos, llantos de felicidad y el primer encuentro con otra persona con hiperplasia suprarrenal congénita.

«Como si fuera un manual de estilo del silencio, nuestros padres, aconsejados por los médicos, construyeron nuestras identidades artificiales. Crecimos escuchando las mismas palabras para referirse a nuestros cuerpos: malformación, corrección, anomalías», relata tras aquel encuentro Schamun en el libro que salió a la venta el 1 de julio.

Aquella exposición la plantó en otro lugar: no estaba sola, era parte de un colectivo. «Hasta hace muy poco seguí escribiendo bajo el seudónimo de Vera porque no me animaba a mostrar quién era, y di el paso porque necesitaba que esto saliera afuera para que otras personas se vieran reflejadas en mi historia y pudieran ponerle palabras a lo que pasaron», explica durante la entrevista.

El libro está dedicado a su madre y a su padre, un vínculo que tuvo sus vaivenes tras el hallazgo de la carpeta, pero que en el transcurso del relato reivindica. Por eso dirá que hacer pública su historia también liberó del silencio a su familia.

«Los dos fallecieron, pero espero que estén donde estén los haya liberado de la carga de mantener esto en resguardo. Todo lo que decidieron e hicieron fue para cuidarme, no es que hubo una malicia, siempre fue para preservarme e hicieron lo imposible para que yo fuera feliz y libre», recuerda y destaca que el libro le enseñó que «hay que poner las situaciones en contexto».

En el libro recuerda que su madre temía que su historia llegara a oídos de José de Zer, «ese periodista de Canal 9 que perseguía fenómenos» y que sus padres se lanzaron a una «lucha judicial de avanzada». Para que ella no tuviera que dar explicaciones de su intimidad a nadie, se negaron a que su partida de nacimiento se «remendara» y exigieron una nueva.

«Quiero reivindicar no solo a mis padres, sino a todas las madres y a todos los padres que están atravesados por una condición de salud de sus hijos», destaca la periodista, también autora del libro de investigación «Cordero de Dios. El caso Candela».

Schamun señala que el libro busca, además, «dejar testimonio del daño irreparable o irreversible que hizo la medicina» a su cuerpo y para exigir «que dejen de mutilar niños intersex, que se garantice el derecho a la autonomía, a la integridad corporal, a la reparación y a la verdad».

En esa línea, asegura que a pesar del poco tiempo que lleva publicado ya se han contactado con ella «personas que pasaron por experiencias similares».

«Encontrar otros testimonios es super aliviador», dice y agrega: «Este libro también pone en evidencia lo que pasamos, que somos un montón; y es un llamado de atención, es un llamado a la reflexión sobre la intervención a los cuerpos».

La mirada colectiva sobre lo que vivió y sufrió la llevó a conectarse con organizaciones que buscan la protección de las personas intersexuales y que desde hace tiempo trabajan para que en el Congreso Nacional avance la ley de protección integral de las características sexuales. «La ley busca que los cuerpos intersex sean respetados, que se erradique toda vulneración de los niños intersexuales», señala la periodista y agrega: «Quiero que se nos deje de mutilar».

La normativa busca que el Estado garantice el derecho a la diversidad corporal y sexual, que asegure que ninguna persona sea sometida a intervenciones que modifiquen sus características sexuales si no son médicamente necesarias y si no son consentidas por la propia persona.

El proyecto, además, reclama que se garantice el derecho a la verdad, a nivel individual y social, sobre el tipo de intervenciones a las que han sido sometidas sus características sexuales y en qué circunstancias.

Ese que fui

Sobre el final de la entrevista, Candelaria se refiere a Esteban, a ese que fue: «Antes, cada vez que leía ese nombre me daba asco. Durante muchísimo tiempo, cuando escuchaba mencionar ese nombre, me daba como escalofríos, como que no me gustaba, como que ponía incómoda», recuerda y añade: «Pero me amigué porque Esteban me constituye y yo constituyo a Esteban». «Soy Candelaria, pero también soy Esteban», dice y subraya: «Reconocerlo es reivindicar mi cuerpo porque en mi cuerpo también habita quien fui».

«Antes iban por separado como si fuera una parte oscura de mi alma y ahora creo que las partes se juntaron, ahora están caminando juntos, me constituye. Ahora si escucho el nombre hasta puedo llegar a sonreír», completa.

(Las organizaciones Potencia Intersex, Justicia Intersex, Red Plurinacional Intersex Argentina trabajan para ayudar a las personas intersex y a todos aquellos que tengan dudas sobre tus características sexuales.)

Foto / Fuente: Télam

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