George Orwell, el Gobierno nacional y la Pauta oficial

por Rafael Gómez

¿Estamos viviendo en una ficción?
La respuesta es: Probablemente, sí. Hay una sensación de que las cosas no avanzan como nos dicen, de que las metas están cada vez más lejos (pese al Gobierno popular), de que el desanimo y la pobreza crecen a nuestro alrededor. Y hay señales concretas de todo esto. Hay más pobres en las calles, poca alegría, más locales vacíos, menos movimiento, más encierro, y el aumento de todos los precios. Sin embargo, el Gobierno nacional nos dice: “De aquí a noviembre vamos a implementar las medidas necesarias para mejorar las condiciones de vida”. Lo dice en septiembre, con fines electorales. Pero no quiere hacerlo. Si de verdad quisiera, tendría que haber empezado a implementar esas medidas cuando asumió, 21 meses atrás. El Gobierno paga una deuda fraudulenta al FMI y paga a las corporaciones, generando pobreza, a costa del gasto público, de la falta de asistencia, y del mal vivir del pueblo. Pero no lo admite. Y llama “sub-ejecución” (del presupuesto) a lo que en realidad es el ajuste reclamado por el FMI y las corporaciones. El Gobierno miente. Dice que es popular pero trabaja para las corporaciones (Techint, Monsanto, JP Morgan, Arcor, Barrick Gold, Vicentín, Molinos, Tenaris, Clarín, Macro, Pampa Energía, y tantas más), trabaja para aumentar las ganancias de los ricos (y como no hay derrame), para aumentar la pobreza, y acentuar la desigualdad. ¿Cómo el Gobierno sostiene la mentira? Respuesta. A través de una enorme ficción difundida con intensidad y permanentemente por los medios de comunicación.

En los años 1947-1948, George Orwell escribe una novela distópica titulada “1984”, donde una sociedad es sometida a través de la represión, el miedo, la vigilancia, y por los medios de comunicación. Hay una manipulación de la información, pero también hay algo más complejo: la creación de una enorme ficción que permanece en el tiempo. Una realidad inventada que mete miedo y facilita el sometimiento. En “1984” la vigilancia, la represión, y el ajuste económico que lleva a la pobreza, se explican por una guerra. Hay un enemigo supuesto que ataca permanentemente, y el pueblo debe sacrificarse para contrarrestarlo. Aquí, en nuestro país, también se ha instalado una guerra entre dos facciones políticas donde el pueblo oficia de víctima. Pero esas guerras, tanto en “1984” como en nuestro país, son ficticias: ocurren principalmente en los medios de comunicación. No hay en realidad un conflicto sino una farsa. Aquí, las dos facciones políticas -el “Frente de Todos” y “Juntos por el Cambio”- hacen lo mismo cuando les toca gobernar: trabajan para las corporaciones, para los ricos y el colonialismo, pero simulan ser opositoras y montan una guerra mediática para distraer, engañar al pueblo y alternarse en el poder. Y lo consiguen. Es posible engañar, no a todos, pero sí a una gran mayoría todo el tiempo -aunque requiere de muchos recursos-, como se demostrará a continuación.

¿Cómo se monta la ficción?
A través de la televisión, los diarios, las revistas, los carteles, las radios, los teléfonos, las redes digitales, las páginas web… Para inventar una realidad es necesario controlar a una fuerte concentración de medios, capaces de llegar a la gran mayoría. Es lo que hacen las corporaciones, pero también el Gobierno nacional. El control se logra por el dinero. Los ricos pagan para defender sus intereses. Y el Gobierno nacional destina alrededor de 840 millones de pesos por mes en publicidad, la llamada pauta oficial. La pauta oficial debería ser un aporte cultural del Estado a la sociedad. Debería servir para sostener y multiplicar a los medios independientes, que con una pluralidad de voces informan y aportan al conocimiento y a la comunicación de todos los sectores en forma democrática. Pero no ocurre esto.
Lo que ocurre, es que la pauta oficial no se distribuye democráticamente sino que se concentra en pocos medios de comunicación. Y estos medios, pocos pero poderosos, son los hacedores de la farsa.

Demostración
Según datos recientes suministrados por la Jefatura de Gabinete del Gobierno Nacional, la pauta oficial desde el 1/12/2020 al 31/8/2021 fue, en sólo nueve meses, de 7.560 millones de pesos, y está dividida en los rubros: Digital (redes y webs), 1.740 millones; Televisión, 2.730 millones; Radio, 1.220 millones; Vía Pública (carteles), 1.020 millones; y Gráfica (diarios y revistas), 850 millones.(1)
Son cifras muy importantes pero, como se verá a continuación, no están distribuidas democráticamente ni pensando en la pluralidad de voces para proveer el conocimiento y la buena información al pueblo. Todo lo contrario, la distribución apunta a una fuerte concentración de medios que degenera (como se ha explicado arriba) en una realidad inventada.
La pauta oficial llega sólo a 2000 medios sobre un universo estimado en 6000 medios de comunicación. Y la concentración en la distribución de la pauta es tal que de esos 2000, hay solamente 52 medios que reciben más de la mitad de la pauta total. Para decirlo con más claridad. El 2 % (dos por ciento) de los medios listados por el Gobierno nacional recibieron en los últimos nueve meses 4.000 millones de pesos, más de la mitad de toda la pauta oficial. Y si se considera a quiénes pertenecen estos medios la concentración es todavía mayor, los 52 se reducen a una docena de grupos mediáticos: Clarín, Indalo, América, Octubre, Olmos, DK, Afakot, La Nación, Facebook, Youtube, Infobae, Perfil.
Queda claro entonces que el Gobierno nacional no distribuye con equidad ni democráticamente la pauta. Que tampoco está promoviendo la pluralidad de voces ni el conocimiento, la comunicación, ni la mejor información al pueblo (pese a auto denominarse “Gobierno popular”). Pero hay algo todavía peor. El Gobierno utiliza la mayor parte de la pauta en beneficio de los medios corporativos y comerciales (que por cierto tienen otros ingresos). Y el resto no alcanza para impulsar o sostener a los medios comunitarios e independientes (que no tienen mayores ingresos), y que debieran ser el principal objetivo de la pauta oficial, porque son bienes culturales y porque pueden generar más trabajo.

Dos ejemplos de esto (de los muchos que surgen al leer el listado de la pauta). La radio FM 102.3 Aspen de CABA que, al igual que Página 12, pertenece al Grupo Octubre de Víctor Santa María, percibe un promedio mensual por pauta de $ 5.400.000 (cien sueldos de $ 54.000). Y las radios FM Groove de Ushuaia, FM 98.7 de Salta y FM 90.5 de La Rioja, perciben cada una un promedio mensual por pauta oficial de $ 4.900 ¡Mil veces menos que la FM Aspen! ¿Qué pueden hacer estas radios con ese aporte? Habrá que preguntárselo al señor Juan Ross, secretario de Comunicación y Prensa del Gobierno nacional.
Otro caso, que atañe particularmente a quien escribe estas líneas, es el de las revistas culturales. Aquí las comparaciones también son drásticas. El Grupo Clarín, corporativo y comercial, que pertenece a los Noble Herrera, Magnetto y Goldman Sachs, percibe un promedio mensual por pauta oficial de $ 92.000.000 (dos mil sueldos de $ 46.000). Y la Asociación de Revistas Culturales e Independientes de Argentina (AReCIA), que agrupa a 103 medios, sólo reciben pauta oficial 36, que perciben en conjunto un promedio mensual de $ 950.000 (veinte sueldos de $ 46.000).

Conclusión
¿Por qué el Gobierno nacional sostiene con nuestro dinero a corporaciones mediáticas comerciales en vez de impulsar y sostener a los medios de comunicación independientes? (que además de poder generar más trabajo, son bienes culturales). Habría que preguntárselo al secretario de Comunicación y Prensa, Juan Ross, que, dicho sea de paso, había acordado una reunión con AReCIA para tratar estos temas el 7 de octubre pasado pero la suspendió.
Una de las respuestas apunta al control social tan bien descripto por Orwell en “1984”. Puede haber otras interpretaciones. Pero lo cierto es que los grupos corporativos mediáticos, amparados en la pauta oficial, están construyendo una ficción, una guerra orwelliana, una farsa, una falsa grieta, o un circo (como quieras llamarlo). Y todos los días aparecen los mismos payasos en las radios y en las pantallas. Gritan, manipulan y opinan con soberbia sobre cualquier tema. Califican, juzgan, hacen enemigos, definen bandos contrarios, despertando odios, amañando historias, “liderando la realidad” (dicen los mismos payasos), una realidad que obviamente no existe.

Ver informe de distribución de la Pauta Oficial en este enlace

Ilustración: Fragmento de la escultura «Ni imaginar puedes», del artista español Lidó Rico (2006).

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