El Impuesto Rosa
Lo que las mujeres pagamos solo por ser mujeres
Las mujeres ganamos menos y pagamos más por los productos que consumimos, el valor agregado que tienen los productos femeninos es conocido mundialmente como “Pink Tax” o impuesto rosa, la discriminación de precios fundada en el género, tiene lugar cuando los proveedores ofrecen bienes o servicios a un precio diferente, por el mero hecho de que el consumidor es una mujer o un hombre.
por Melina Schweizer
Desde la incorporación de la mujer al mundo laboral, su contribución en distintas aéreas de trabajo se ha ido incrementando al igual que su valoración, actualmente las mujeres representamos 40% de la fuerza laboral global (1.300 millones de mujeres aproximadamente), pero aún estamos sujetas a condiciones laborales precarias, marcadas por la brecha salarial fundada en la disparidad de género.
Seamos empleadas o jefas, según “El Informe Mundial sobre Salarios 2018/2019 de la Organización Internacional del Trabajo”, las mujeres recibimos una remuneración salarial a escala mundial de un 20% inferior a la de los hombres. Esta desigualdad está compuesta por distintos elementos, como la experiencia laboral, el nivel educativo, las calificaciones, las horas trabajadas, y la categoría ocupacional que representan la parte “explicada” de la disparidad de salarios entre mujeres y hombres, pero también existe el factor “no explicado”, cuando a iguales condiciones de trabajo (estudios, categoría, etc.) nosotras también ganamos menos.
En su estudio de “Efecto del poder económico de las mujeres en América Latina y el Caribe del año 2015”, el banco Mundial reveló que en América Latina, las mujeres ganan entre el 64% y el 90% de lo que ganan los hombres.
Según el informe de Natsumi Shokida de Economía Feminista, sustentado en la base de datos del tercer trimestre del año 2018 del Instituto Nacional De Estadísticas y Censos, las trabajadoras Argentinas perciben en promedio un 25,2% menos que los varones, además de que la informalidad laboral de la mujer es superior, al igual que las trabajadoras informales perciben en promedio un 37,2 % menos que sus pares.
Esta desigualdad económica también se ve reflejada a la hora de consumir bienes y servicios, porque las mujeres ganamos menos, pero pagamos más, esta diferencia de precios entre los artículos que son de consumo masculino versus los de consumo femenino es conocida a nivel mundial como “impuesto rosa”, este nombre proviene del color rosa que es utilizado por el marketing y packaging como envoltorio diferenciador, que además le agrega un mayor valor al producto, este concepto empezó a implementarse en los Estados Unidos en los años 90, a partir de que distintos estudios revelaran que las mujeres podían llegar a pagar hasta un 25% más por un corte de cabello, cabello o el lavado de un mismo tipo de prenda, con respecto a los hombres.
Esta discriminación por género, también se ve reflejada en los precios de los juguetes, según el Centro de Economía Política Argentina, manifestó que los juguetes para nenas son más caros que los orientados a varones.
Las mujeres en Argentina deben pagar “casi un 14% más por los productos «orientados» a ellas mientras en simultáneo sus salarios son un 35% menor, en relación a los varones”, así lo destacó el informe del impuesto rosa realizado en el 2018 presentado en el Palacio Legislativo del Congreso de la Nación Argentina elaborado por la consultora Focus Market para la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), en relación a relevamiento de precios en 512 puntos de ventas de todo el país sobre cinco tipologías de producto y 16 productos relevados donde se identificaron diferencia de precios por mismo producto hacia el hombre y la mujer.
El 19 de Marzo del 2019 se presentaron dos proyectos de ley en el Congreso de la Nación Argentina, que intentan eliminar el impuesto rosa y no tributar IVA (impuesto al valor agregado) en productos de higiene menstrual. Uno de los proyectos es de la senadora Cristina Fiore Viñuales del Partido Renovador de Salta, y otro de Lucila Crexell del Movimiento Popular Neuquino.
El proyecto propone prohibir los precios discriminatorios en bienes y servicios por motivos de género, esta ley busca modificar la ley de defensa al consumidor y elimina el IVA, para artículos de contención menstrual.
El proyecto tiene previsto una modificación al artículo 8° bis de la ley 24.240 de Defensa al Consumidor que refiere al «trato digno y a las prácticas abusivas» en la relación de proveedores y consumidores de bienes y servicios. El incumplimiento de esta obligación podrá ser pasible de las sanciones por parte de la Secretaría de Comercio de la Nación, quien controla el cumplimiento de dicha ley.
La segunda modificación de la propuesta de Fiore apunta a incorporar un inciso al artículo 7° de la Ley de Impuesto al Valor Agregado, donde se establezca la exención de tal alícuota a los artículos de contención menstrual comprendidos por todos aquellos elementos utilizados durante la menstruación femenina tales como toallas higiénicas descartables o reutilizables, tampones y copas menstruales.
Es por ello que la senadora Fiore expresa que: «Los productos para la gestión menstrual son una necesidad básica, la falta de acceso a ellos aumenta las probabilidades de ausentismo escolar, infecciones y precarización económica, entre otros problemas. El vacío de políticas públicas al respecto hace que las personas que menstrúan sean más vulnerables.»
“Este tema puede parecer menor comparado con otras luchas de género, sin embargo, el acumulado en el costo de esta diferenciación de precios entre productos similares pero que se distinguen entre masculinos o femeninos, sumado al hecho de que mundialmente las mujeres ganamos aproximadamente entre un 20% y un 35% menos que los hombres, amplía la brecha y el impacto en las condiciones de vida comienza a ser mayor», señaló la senadora Fiore en su propuesta.
Lucila Crexell en la argumentación de su anteproyecto de ley establece como un claro ejemplo de gastos asociados al “impuesto rosa” lo constituyen medicamentos como el ibuprofeno para los espasmos, que resulta más costoso cuando es para consumo femenino. De ahí que la iniciativa propone la sustitución del artículo 1098 del Código Civil y Comercial de la Nación con la finalidad de establecer que la previsión del trato equitativo y no discriminatorio que deben respetar los proveedores en relación a los consumidores, comprende también las vinculadas al género de los consumidores.
El antecedente a esta medida, es la campaña realizada por mujeres canadienses llamada “NOTAXESONTAMPONS”, es decir: “NO IMPUESTO A LOS TAMPONES” que logro reunir más de 74 mil firmas, lo que les permitió lograr que las mujeres canadienses no paguen impuestos por toallitas y tampones desde Julio del 2015. «Esta es una victoria para todas las mujeres. Muestra lo que un grupo de mujeres resueltas y ciudadanos pueden hacer», aseguró la política canadiense del Nuevo Partido Democrático, Irene Mathyssen, y agregó: «Las mujeres crearon el debate, finalmente, se han escuchado sus voces”.
En Estados Unidos: Nueva York, Nueva Jersey, Pennsylvania, Illinois, Maryland, Massachusetts y Minnesota, ya eliminaron este impuesto a los insumos de higiene femenina, incluso New York fue más allá y en junio de 2016 se aprobó la distribución gratuita de toallas femeninas y tampones en escuelas públicas, albergues y cárceles.
El tributo rosa, es un impuesto sexista, que las mujeres pagan solo por ser mujeres y es evidencia una vez más de la disparidad de género en la que vivimos, esta discriminación económica que tiene origen en el género, implica una diferencia de precios entre los productos para mujeres y para hombres, es por ello necesario que comencemos a tener conciencia sobre este tipo de problemática, para realizar campañas educativas en contra de esta desigualdad económica y hacerlas visibles ante la opinión publica con el fin ulterior de colocarlo en la agenda política de los legisladores quienes deberán necesariamente impulsar proyectos de ley, que busquen eliminar o reducir el valor agregado a los productos básicos para la higiene femenina, que no deben ser considerados un lujo, sino una necesidad básica imprescindible.