Precursor de la unión Latinoamericana

Por Maximiliano Molocznik

José Ingenieros nació en Palermo, Italia, en 1877 pero vivió desde muy pequeño en la Argentina. Heterodoxo militante de izquierda hoy debemos recordarlo por su intento de reconstrucción de la Patria Grande y el antiimperialismo unido con los ideales de redención social.

La trayectoria de Ingenieros es compleja y a la vez ilustrativa de una época. Son muy pocas las personalidades que, como él, han resumido en ella ese clima de los últimos años 90, del Centenario y de los radicales `20.  Cofundador del Partido Socialista junto a Juan. B. Justo, periodista libertario y provocador de las costumbres burguesas junto a Leopoldo Lugones en “La Montaña”, psiquiatra, criminólogo, impulsor irreverente de tratados sobre el amor en una sociedad muy pacata, sociólogo evolucionista de las ideas argentinas, filósofo positivista y  “maestro” de la juventud.

Si bien no fue un erudito marxista -sus lecturas de Marx y Engels eran escasas y, en general, corregidas y adaptadas- en sus textos, especialmente “Los tiempos nuevos”, ofreció una particular lectura de la Revolución Bolchevique como guerra redentora de pueblos, promotora de nuevos ideales, nuevos valores y absolutamente opuesta a la guerra de los “bárbaros”, operando sobre una misma contraposición: la cultura contra la civilización humanista y asentada en valores cualitativos, la primera; mecanizada, segmentada, y disgregada en átomos meramente cuantitativos y mercantiles la segunda.

Orientado a la prédica juvenilista, sus “sermones laicos” contendidos en su obra “Las fuerzas morales” lo colocaron como referente ineludible de esa juventud que, vía la Reforma Universitaria, se acercaba al socialismo y al marxismo. Convencido de la necesidad de repudiar el panamericanismo norteamericano, propugnaba la organización de una confederación Latinoamericana que garantizase la independencia política y la oposición a cualquier política financiera que implicara la pérdida de la soberanía nacional y continental.

Veamos cómo lo expresa con toda claridad en su discurso del 11 de octubre de 1922, con motivo del lanzamiento de la idea de la Unión Latinoamericana:  “Creemos que nuestras nacionalidades están frente a un dilema de hierro. O entregarnos sumisas y alabar la Unión Panamericana (América para los norteamericanos) o prepararse en común para defender su independencia, echando las bases de una Unión Latinoamericana (América Latina para los latinoamericanos) … El viejo plan, esencialmente político, de confederar directamente los gobiernos parece actualmente irrealizable,  pues la mayoría de ellos están subordinados a la voluntad de los norteamericanos que son sus prestamistas. Hay que dirigirse primero a los pueblos y formar en ellos una nueva conciencia nacional, ensanchando el concepto y el sentimiento de patria, haciéndolo continental, pues así como del municipio se extendió a la provincia y de la provincia al Estado político, legítimo sería que, alentado por las necesidades vitales, se extendiera a una confederación de pueblos en que cada uno pudiera acentuar y desenvolver sus características, dentro de la cooperación y la solidaridad comunes”. La Unión Latinoamericana quedó finalmente constituida el 21 de marzo de 1925 y, aunque Ingenieros falleciera pocos meses después, su iniciativa se constituye hoy en un faro para continuar nuestra lucha política por construir la gran nación latinoamericana que aún nos debemos.

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