Jugar, una cosa seria

por Miranda Carrete

¿Te permitís jugar? ¿Cuántas veces al día, a la semana o al mes jugás? ¿Qué hacés en tu tiempo libre? ¿Cómo gestionás los momentos de ocio y vagancia? ¿Es posible pensar en jugar en un contexto de precarización e incertidumbre? ¿Jugar es un derecho? ¿Quiénes pueden acceder a la disponibilidad y a la presencia que propone el juego como práctica? ¿Se entrena la disponibilidad del cuerpo a jugar?

Cuando somos adultes hay algo de lo lúdico que se va perdiendo, el tiempo empieza a valer dinero y estamos atades a lo productivo o al exitismo. Cuando hablamos de juego, nos preguntamos: ¿ganaste?, ¿perdiste? Es posible pensar en “otro juego”, uno más poético, ese que te hace sentir pleno, y vincularte con otrxs sin obtener un valor monetario o productivo. Pero, ¿cómo llegamos a eso?, ¿te pasó de tener un rato libre y sentirte mal por esta razón?, ¿o no saber qué hacer en ese tiempo en el que no estás trabajando?
Periódico VAS conversó con Eimi Possamay, técnique recreólogue del Instituto Superior de Tiempo Libre y Recreación y coordinadora de Riego Juegos, sobre la gestión del tiempo de ocio, el tiempo libre, el juego en la vida cotidiana y cómo generar estos espacios, incluso en un contexto que nos empuja a trabajar y a ser productivos constantemente. “El ocio tiene muy mala prensa y nosotros queremos recuperar ese tiempo que todos deberíamos tener, es un derecho. El derecho al descanso y a tener tiempo libre”, dice Eimi que hace años trabaja propiciando espacios de recreación en instituciones, organizaciones, escuelas, clubes e incluso en sus propios grupos de amigos.
En nuestra vida cotidiana el tiempo libre suele estar diagramado o cortado: vas a trabajar, después hay un “otro tiempo” en el que tenes que descansar, cocinar, limpiar la casa, estudiar…, por lo general, se trata de otras ocupaciones, obligaciones y responsabilidades por fuera del trabajo, pero que requieren de una dedicación racional. Después, si queda tiempo tenemos un rato de ocio para jugar, divertirnos, recuperarnos para volver a trabajar. Ese tiempo está cada vez más acotado. Tanto, que muchas veces nos olvidamos de que existe o no le prestamos atención porque no creemos que sea importante. “Nosotrxs decimos que el ocio es una condición necesaria. Necesitamos tener un tiempo libre, ahí es cuando se pone complejo, porque no sabemos qué hacer, como recreólogues buscamos técnicas para encontrar un tiempo de y para la libertad, para darle la batalla al mercado”, cuenta Eimi.
Eimi estudió en el Instituto Superior de Tiempo Libre y Recreación una tecnicatura de tres años. Hace tiempo que esta institución, donde se cursan también las carreras de Pedagogía y Comunicación Social, viene reclamando por un edificio propio sin conseguir respuesta. La tecnicatura de Eimi tiene un enfoque pedagógico y de derechos. “No trabajamos para entretener aburridos, por eso hablamos de recreación y no de recreacionismo”, comenta riendo y agrega que, al tener una perspectiva de derechos, el enfoque cambia completamente el modo de plantear una situación de juego.

Recreación vs recreacionismo
Planifican, tienen un marco teórico, materiales, disposición de espacios, piensan en los territorios, en los grupos de personas con los que van a trabajar. En ese sentido, para Eimi es posible trasladar esas experiencias que viviste en el campo lúdico a tu vida cotidiana. “La recreación, el juego lúdico, no tiene que ver con cuántos juguetes tenés, sino con las dinámicas y el encuentro con otrxs para pensar otros mundos posibles”, explica Eimi. Habitar lenguajes artísticos como artes escénicas, visuales, poesía, teatro, deportes alternativos, son algunas de las herramientas expresivas que suman a lo lúdico. A diferencia de la recreación, el recreacionismo está relacionado con el consumo.
¿Por qué jugar nos hace bien?
En la niñez, nuestros aprendizajes están mediados o dinamizados por lo lúdico. “Jugar es una forma de aprender el mundo y de estar en tiempo presente”, afirma Eimi. Sin embargo, a medida que pasan los años, sobre todo en la vida adulta, el juego empieza a transformarse en otra cosa. ¿Qué me gano? es la pregunta que aparece. La producción, el exitismo al que nos arroja la sociedad capitalista y el ritmo de trabajo, median también nuestro vínculo con el juego. Muchas veces ni siquiera pensamos en esto, o no nos damos tiempo para jugar. “Nuestra premisa es: el juego es porque sí, queremos recuperar eso de jugar por jugar”, comenta Eimi y agrega que en la adultez ese deseo empieza a desarmarse y necesitamos encontrar un motivo, una razón para entregarnos al juego.
Cuanto más grandes nos hacemos, más nos cuesta exponernos y equivocarnos frente a otros. El juego es aprender a fallar y muchas veces eso da vergüenza. También hay algo de lo absurdo: nos descoloca, nos hace movernos en un mundo desconocido, fuera del plano de lo políticamente correcto. “Es una aventura incierta, no se sabe cómo va a terminar, ni qué cosas pueden aparecer de vos”.

El tiempo
Jugar es habitar el tiempo en presencia, ¿cómo podemos darnos ese lugar cuando relacionamos el tiempo con la producción, el trabajo y el dinero? La pregunta clásica que aparece es: ¿Cuánto dura el juego? “Hay algo del aprovechamiento que va en detrimento de la entrega”, esto es lo que la recreación busca desarmar. Eimi llama el Círculo Mágico, a ese momento del juego en el que estás pensando sólo en el juego. “El juego es incierto, es impredecible, nunca se sabe cómo va a terminar, hay una cuota de azar, de estrategia y eso es lo mágico”, destaca. En ese sentido, cuando lográs vivir el juego, también te queda grabado en el cuerpo. Les recreólogues buscan estrategias para que adultos, adolescentes, adultes mayores, niñes, puedan derribar los mitos con relación a jugar y que todas las personas tengan derecho a hacerlo.

Momentos que está permitido jugar
Hay situaciones en las que, sin dudar, nos entregamos al juego. Muchas veces nos ayuda el contexto: estar de vacaciones, por ejemplo. La playa, el carnaval, los cumpleaños, las fiestas son momentos en los que se habilita el juego para todxs, incluso de forma intergeneracional. Juegan grandes y chicos y se transmiten valores y aprendizajes. “Estos son los espacios donde la recreación le tiene que ganar al recreacionismo”, expresa Eimi Possamay que trae como propuesta el “Tríptico de la Infancia” en Rosario, una política pública muy accesible que tiene un montón de juegos y una puesta estética muy poderosa. Debería ser un derecho la posibilidad de acceder a programas recreativos, espacios en relación con la naturaleza.
Además de recreólogue, Eimi coordina Riego Juegos, un proyecto autogestivo que nace como un modo de militar “la juegancia”. “Un estado lúdico en el que me gusta que las personas estén, relacionado con la vagancia, la abundancia y lo que pasa jugando con otrxs”, explica Eimi sobre esta propuesta, para encontrarse con otrxs jugando a través de deportes alternativos, juegos de mesa, lógica e ingenio, creatividad y cooperación, entre otras actividades.

Una profesión precarizada
Les recreólogues pueden trabajar en programas socioeducativos, clubes, campamentos, escuelas, políticas públicas, empresas, ONGs, entre otras propuestas. A pesar de aparecer como un rol importante, sobre todo en ámbitos pedagógicos, esta profesión continúa siendo precarizada, con contratos a corto plazo o por proyecto.
En ese sentido, hace tiempo se viene bregando por el tratamiento de una Ley Nacional de Recreación en la que se define el “Derecho a la recreación” como la posibilidad de acceso a prácticas diversas cuyo núcleo de sentido se dé en lo lúdico, que abarcan las diferentes expresiones de la cultura, la creación y el arte; las prácticas corporales y las experiencias en ámbitos naturales; las celebraciones comunitarias, las vivencias al aire libre, entre otras. Estas prácticas mantienen un vínculo de interdependencia con los campos de la salud, la educación, la cultura, el turismo, la promoción social y política, entre otras y cuya orientación es la apropiación activa, participativa y colectiva de las experiencias que surgen de la vivencia de la libertad en el tiempo.

En un contexto de ajuste, crisis, precarización y neoliberalismo, se hace indispensable darnos espacios para jugar, crear dentro de nuestra vida cotidiana ámbitos lúdicos para la construcción colectiva y el encuentro con otrxs. También para darle lugar al ocio, al tiempo libre de calidad, lejos de las pantallas, de las redes sociales, de las exigencias diarias. Es necesario dejar de pensar en el juego como un asunto solo de niñxs, reencontrarnos con esos instantes absurdos, fuera del tiempo conocido del trabajo y la producción, de la vorágine consumista… Tenemos derecho a desconectarnos, a poner un límite a la jornada laboral, a la hiperconectividad, al consumo. Tal vez una salida, sea pensar a la recreación como un eje central en el desarrollo de la vida de las personas, en la percepción del bienestar y en la construcción de la identidad.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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