La Buenos Aires distópica

o los nuevos códigos urbanístico y de edificación

por Rafael Gómez

Si no fuera porque hay razones inconfesables, los nuevos códigos urbanístico y de edificación parecerían provenir de la orden caprichosa de un gran kan. La idea y la disposición de que la ciudad de Buenos Aires duplique su cantidad de habitantes, pase de tres a seis millones, no tiene ningún asidero, no responde a un plan ecológico ambiental, y tampoco acuerda con los estudios estadísticos, que muestran a la Ciudad manteniendo aproximadamente su población en tres millones de personas durante 50 años.

¿A qué se debe entonces la disposición de duplicar el número? ¿Falta territorio en el país? ¿Hay olas migratorias? ¿Se duplicaron las posibilidades de trabajo en la Ciudad? No. No ha pasado nada de eso. El Gobierno dice que como hay tres millones de personas que viajan todos los días de los alrededores para trabajar en la Ciudad, éstos tendrían que residir para evitar tantos traslados. ¡Es una arbitrariedad, una ocurrencia! La gente que vive en Temperley, San Isidro o Lanús -por poner sólo algunos ejemplos- y trabaja en Buenos Aires, tiene raíces, costumbres, comodidades, espacios verdes… Y sabe el lector o lectora que muchos de ellos detestan el cemento, el ruido y el zarandeo de la Capital. ¿Por qué entonces determina el Gobierno que han de mudarse a la ciudad de Buenos Aires? ¿Hizo alguna consulta, un plebiscito? ¿Se verifica una tendencia migratoria? No. Al contrario. Hay una tendencia a dejar la Ciudad porque resulta cara y molesta.
La disposición, reflejada en los nuevos códigos, resulta arbitraria. Un capricho. Es como una orden lejana emitida por un gran kan que conjetura y apenas conoce sus dominios. Es como una disposición surgida de un dialogo ficcional ocurrido hace siglos entre un mercader veneciano y el emperador de los tártaros. Italo Calvino recrea un diálogo así, ocurrido en Mongolia durante el siglo XIII, entre Marco Polo y el Gran Kan. El viajero le cuenta al Kan de las ciudades invisibles en los confines de su imperio, ciudades inexistentes que recrean características esenciales a los hombres. Ciudades de signos, de memoria, de simetrías, de intercambios, de deseos, de esperanzas y mentiras, de felicidad y melancolías, de hastío, de continuidad, de abismos y pérdidas, de unión, de división, de especulación, ganancia, avaricia… En un palacio nocturno, de mármol, baldaquines y damascos, Marco Polo cuenta y Kublai Kan ordena modificaciones e imagina él mismo ciudades determinadas para construir. Parten al alba los emisarios con las órdenes nocturnas. Y algunos llegan hasta los confines. La disposición de que Buenos Aires doble su número parece una de esas órdenes. Pero hay también otras características de las ciudades invisibles que refieren a los nuevos códigos, como la simetría, la continuidad y el hastío. Sólo se permitirán 6 alturas de edificios, en vez de las 27 vigentes hasta hoy. Cada una de ellas, según el ancho y el movimiento vehicular de las calles o avenidas correspondientes. Se exigirán terrazas verdes, techos blancos y determinados materiales y medidas para las construcciones. Y además, en el caso de las esquinas enanas se permitirá el desarrollo hasta la altura de los edificios lindantes para lograr la homogeneidad, pero cobrando a los dueños una plusvalía.
Todo esto, como también la exención del bidet y la bañera en el caso de las viviendas populares, y hasta el permiso para construir micro-departamentos de 18 metros cuadrados, figura en los nuevos códigos. Códigos propuestos y dispuestos no por el Kan sino por el actual intendente Larreta y el presidente Macri -otrora intendente de la Ciudad-, que fueron aprobados recientemente en la Legislatura con 34 votos de la coalición Larreta-Carrió. ¿Les interesará la literatura a estos personajes? ¿Habrán leído a Calvino? No parece posible. A lo sumo habrán jugado Megalópolis por Internet, donde se compite haciendo crecer las ciudades para compensar las inferioridades propias. ¿Quiénes son estos personajes? ¿Vendrán desde las infancias golpeadas hasta llegar a las megalomanías psicópatas? No puede creerse tanta arbitrariedad, la violencia y falta de empatía de los personajes. ¿Tratan de imponer un orden absurdo (cualquiera que sea), sólo por imponer, para convertirse en kan?
No. No solamente es eso. ¿Se trata de duplicar la capacidad de la Ciudad para ahorrarles los viajes a tres millones de personas?, como dicen ellos. Tampoco. Las razones que no confiesan los personajes son la privatización del espacio público, regularizar las irregularidades cometidas por ellos mismos, y el gran negocio inmobiliario para ellos y sus amigos. Dicen los nuevos códigos: “Las grandes torres se podrán seguir construyendo en áreas para las que se dictaron normas especiales (léase irregularidades), por ejemplo: en Puerto Madero y Catalinas”. Lo mismo ocurre en los terrenos del Tiro Federal, subastados hace pocas semanas y adquiridos en 151,5 millones de dólares por los grupos Werthein y Sielecki.
No se trata entonces de duplicar la población de la Ciudad sino de construir torres y otros edificios suntuarios mirando al río. División -Calvino dixit-: construir otra ciudad, desde Puerto Madero con eje en el nuevo Paseo del Bajo hasta Costanera Norte. Una ciudad ribereña y otra mediterránea, una rica y otra pobre, de trabajo. ¿Entonces se duplicará la población de Buenos Aires? En absoluto.

Las últimas características reseñadas aquí de Las Ciudades Invisibles son: la división, la especulación, la ganancia, y la avaricia. No crecerá la población (porque será más caro vivir en Buenos Aires) sino los departamentos vacíos. Tal como hoy sucede en Puerto Madero, con un 70% de unidades vacías. La ciudad de las torres será (y es) de especulación y ganancia. Será una ciudad avara y distópica. Los edificios vidriados se acumulan como gemas, aupados por el mercado. Las inversiones crecerán como las torres, pero también la desigualdad, y la distopía.
En estas condiciones, no tendrán buen final estos emprendimientos. Macri, Larreta y compañía deberían saberlo pero, entre otras cosas, les falta lecturas.

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