La Otra Historia de Buenos Aires

Segundo Libro

PARTE XXVI A

por Gabriel Luna

Los nobles Robles

El 14 de marzo de 1674 se avistan tres navíos en el Río de la Plata, pero sólo uno se acerca al puerto del Buenos Ayres. Trae la noticia de que la nao del nuevo gobernador Andrés Robles ha encallado muy cerca, en el banco de Ortiz. Esa torpeza de navegación, producida no más llegar, fue un presagio de lo que sería la gestión de Robles.
Tras el alijo, remolque y otras maniobras náuticas, arriban al puerto los tres navíos, que son de registro; esto quiere decir, que son naves de particulares -en este caso de Miguel Gómez Rivero- autorizadas por la Corona para comerciar en el Río de la Plata. Tienen nombres de vírgenes: la Santa María de Lubeque, Nuestra Señora del Rosario y Nuestra Señora de la Soledad (curioso y tal vez acertado nombre para una virgen). En esta ocasión no vienen mayormente a comerciar -aunque volverán a España cargadas de cueros-, no traen mucha mercadería sino tropas: 208 soldados reclutados de la pobreza española para la aventura del Nuevo Mundo. Traen pertrechos y traen, por supuesto, al Nuevo gobernador con su familia, la guardia y el séquito.

La Junta de Guerra de Indias ha resuelto reforzar la defensa de Buenos Ayres considerando que este puerto podría ser usado como “base por los enemigos del Imperio para pasar por el estrecho de Magallanes al Mar del Sur y estar en un mes en las costas del Perú”. Semejante estrategia de la Junta de Guerra deja perplejos a los historiadores, porque para contrarrestar ese propósito hubiera sido más útil poblar y fortificar Montevideo y Maldonado, tal como había entrevisto con certeza el gobernador Martínez Salazar en 1673.[1]

El nuevo gobernador Andrés Robles tiene 45 años cuando llega a la aldea Trinidad y puerto de Buenos Ayres y está casado con María Magdalena Dávalos de 24 años. Robles no tiene hijos declarados, pero trae consigo dos sobrinos de edades cercanas a la de su esposa que lo asistirán en sus empresas más personales y cuyos nombres (misteriosamente) no aparecerán en la historiografía. Tras encallar en el banco del Río, Robles manda carta al Cabildo para ser recibido según corresponda a su investidura, y el cuerpo capitular envía dos diputados, el alcalde Jacinto Ladrón Guevara y el regidor Pedro Rojas Acevedo a quien se sumará su hermano, el violento, contrabandista y ex alcalde Amador Rojas Acevedo -ya reseñado en esta historia-. E irán los tres para recibir y auxiliar al Nuevo gobernador en “lo que haga menester y según su título, nobleza e pureza de sangre”.
Andrés Robles es oriundo de Reynosa, hijo de Simón Robles y Catalina Gómez, nieto de Sebastián Robles y Catalina Gutiérrez, de Juan Gómez y Catalina Fernández. Todos ilustres desconocidos, pero rentistas. “Todos nobles hijosdalgos de sangre y no de privilegio”, según dicen las probanzas de cruzamiento en la Orden de Santiago, que le fuera otorgada a Robles en el año 1666 después de participar en las campañas de Flandes, Italia, Portugal, y de ser nombrado teniente maestre de campo en Galicia. Después de Galicia fue promovido a corregidor en Zamora y tres años más tarde fue convocado a Madrid para ser designado gobernador del Río de la Plata, título expedido el 20 de enero de 1672.

Todo esto certifica que Andrés Robles ya había viajado extensamente por el Imperio, que tenía experiencia militar y política -como corregidor en Zamora- y que, considerando que su arribo a Buenos Ayres ocurre el 20 de marzo de 1674, había tenido más de dos años para seleccionar y reclutar tropa, para interiorizarse sobre el Río de la Plata y para analizar y asesorarse sobre los objetivos de su gobernación en la Casa de Contratación, en la Real Audiencia, en la Corte y en la Junta de Guerra de Indias. De modo que Robles era capaz, estaba informado, se había preparado, y los fallos de su gestión tal vez no fueron tales (no eran torpezas como la de encallar un barco), tal vez fueran simple y llanamente cohechos pergeñados por una asociación ilícita que él mismo dirigía.

El 24 de marzo de 1674, Andrés Robles ingresa con cierta solemnidad al Cabildo para presentar su título de gobernador. Lo espera el cuerpo capitular en pleno, le ofrecen una silla alta con cojín y escabel. Y recibe el título, en nombre de todos los capitulares, el regidor mayor Pedro Rojas Acevedo, quien besa el papel y lo pone sobre su cabeza en señal de sumisión y acatamiento. Luego de la lectura del título y otros rituales, sucede el aspecto práctico pero también oscuro de la ceremonia, se ofrece y se nombra como fiador del gobernador Andrés Robles -en el caso de que al final del mandato lo demandara su juicio de residencia- a nuestro ya conocido Amador Rojas Acevedo.
Dos preocupaciones iniciales tiene Robles. La primera, reforzar la población del Fuerte principal y las defensas hasta 800 plazas, según lo acordado con la Junta de Guerra de Indias. Hay ahora, con el reciente arribo de tropa, alrededor de 600. Robles piensa hacerlo agregando indígenas de las reducciones jesuitas. Y la segunda, es intentar controlar el comercio del puerto. En este sentido, el 4 de junio de 1674, el Gobernador emite un auto anulando una resolución del Cabildo que fijaba el precio de venta de los cueros. El cuero es el principal artículo de exportación que determina, junto con el situado, los ingresos externos y la economía de la Aldea. Y el situado es una remesa de plata contante y sonante, que llega desde Lima o Potosí para pagar los sueldos de la tropa y gastos de defensa. Las dos preocupaciones están relacionadas.
El 5 de julio el Cabildo reacciona al auto del Gobernador fijando el precio del cuero en 11 reales la pieza -el peso equivale a 8 reales- a pagar en los navíos de registro en contante o en géneros de Castilla u otras mercancías. El 14 de julio se detecta una peste y se detienen a los enfermos en los caminos para que no ingresen a la Aldea. El 18 de agosto el Cabildo denuncia irregularidades en el intercambio de cueros por géneros en los navíos. Y el 27 de septiembre el alcalde Sebastián Cabral Ayala denuncia que “los indios pampas se han adentrado y robado caballadas de sus estancias en el pago de la Matanza”. Se organiza entonces una expedición de recuperación y castigo, “con tropa de cien hombres montados y bien pertrechados para que vayan y busquen hasta las 70 leguas desta ciudad, porque sería de mucho peligro ir solamente con esa tropa más allá”. El 31 de diciembre vuelve la expedición intacta aunque sin las caballadas robadas, pero con noticias de la pobreza indígena, y con ochenta indios pampas para encomendar. El 21 de marzo de 1675, el Gobernador envía al regidor Pedro Rojas Acevedo a Potosí para traer el situado. Y tiene entonces una inspiración. El 1º de mayo de 1675, Andrés Robles, gobernador del Río de la Plata, parte con una escolta de solo seis hombres en excursión de hasta 40 leguas para visitar tolderías y encomendar indios pampas, como si tratara de reclutar tropa en la pobreza de los alrededores de Sevilla, de Vigo o de Zamora y les prometiera a los indígenas el Nuevo Mundo.

Notas:
[1] Ver Parte XXV en Periódico VAS Nº 112


La Otra Historia de Buenos Aires. Libro II (1636 – 1737)

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