La Otra Historia de Buenos Aires

Antecedentes
PARTE XVIII
Del Estrecho de Magallanes y su laberinto,
al silencio de la reina Juana en Tordesillas.

por Gabriel Luna

El 24 de octubre de 1520 en la Patagonia, cerca del cabo Vírgenes, tras una tempestad y la incursión rutinaria de dos naos en el fondo de una bahía árida, la flota de Magallanes entiende que ha encontrado el paso entre los dos océanos; aún sin cruzarlo tiene la certeza. ¿Cómo lo sabe? Las dos naos de la incursión, la San Antonio y la Concepción, encontraron en el fondo de la bahía una ensenada o la desembocadura de un río, como tantas veces les había ocurrido -en el caso del río Santa Cruz o del río de Solís, después llamado de la Plata-. Todo parecía igual, pero al adentrarse comprobaron que no disminuía la profundidad como ocurría en los ríos; lanzaron sondas de 30 brazas (50 metros) que no alcanzaron el lecho. Y además, tampoco cambiaba la salinidad del agua, como ocurría en las desembocaduras de los grandes ríos -que los marinos de la época llamaban mares dulces-. La San Antonio y la Concepción siguieron incursionando por esa ensenada o ancho canal con rumbo suroeste, hasta que llegaron a una segunda bahía (era como el cuello de botella y el ensanchamiento que habían visto en San Julián). Y en el fondo de esa bahía encontraron otro canal, que iba hacia el oeste. La profundidad ni la salinidad disminuían. No quisieron seguir porque hacía ya tres días que habían dejado la flota. Volvieron a la primera bahía y al cabo Vírgenes para dar la noticia a Magallanes.
Luego del festejo, las bombardas y el vino, la flota de los ahora cuatro barcos encabezada por la nao capitana Trinidad navega el primer canal. Magallanes ve a babor las luces y los humos -que antes, cuando esperaban a las naos de la incursión, habían confundido con señales de naufragio- y llama al lugar Tierra del Fuego. La flota pasa a estribor por Punta Delgada, donde el ancho del canal es de 4.200 metros -hay en la actualidad un faro y un transbordador para cruzar entre el continente y la isla de Tierra del Fuego-. La segunda bahía es menos árida que la anterior y el segundo canal, más ancho que el primero. La tercera bahía ofrece panoramas exuberantes de bosques densos, lagos, islas, ríos, y montañas con cumbres nevadas. Y desemboca en otras bahías o canales muy anchos que van hacia el este, el sureste y el sur. La flota navega acompañada de delfines, la tripulación lo considera un buen augurio. Hay pesca abundante, una isla de pingüinos, otra de lobos marinos. Los días son largos, las noches de apenas tres o cuatro horas. Y Magallanes decide aprovechar la bonanza para influir en el ánimo de la flota.
Convoca una reunión de oficiales a modo de consejo (pronto se verá que no lo es) para informar sobre el acopio de provisiones y determinar, escuchando el parecer de todos, el rumbo a seguir. Hay provisiones para tres meses. Pero luego de haber cumplido la meta tan preciada y buscada durante un año, de encontrar el paso hacia el otro mar, hacia las Molucas, hacia el océano Índico y hacia la misma Europa, cabe la posibilidad de detenernos, explica cauteloso Magallanes. De volver desde aquí hasta la España, por donde hemos venido… O de continuar por el mandato y la gloria del rey hacia las Molucas, cargar las naos y nuestros talegos con el oro de las especias, y volver a la España pero enriquecidos, con la gloria y la bendición de Dios, dando vuelta la Tierra. Magallanes no está haciendo de verdad una consulta sino una arenga. El Almirante ya está decidido y espera una adhesión exaltada, otro festejo, la fuerte convicción de seguir, de poner proa hacia lo desconocido en nombre de Dios y el rey. No ocurre exactamente eso. En todo caso, hay adhesiones tibias, silencio. (Tal vez fuera el silencio por la crueldad de Magallanes en San Julián, que torturó y trozó los cuerpos de los oficiales amotinados que querían volver a España).1 Y luego ocurre algo temido por el Almirante. Una oposición, el consejo que en realidad no ha pedido. El piloto de la San Antonio, Esteban Gómez, dice que ya encontrado el Estrecho y salvado el honor; después de la partida hace ya más de un año, después de las escaseces, de las muchas tempestades, del deterioro de los barcos, del invierno patagónico, y atentos al cansancio de la tripulación y el naufragio de la nao Santiago, sería harto conveniente detenernos en este sitio. Y volver con nueva flota y renovada tripulación, porque no sabemos cuándo saldremos deste Estrecho que se divide en canales pareciendo un laberinto. Y no sabemos qué vendrá después: qué tempestades tendrá el otro mar y cuál será su extensión, atentos, digo, a las provisiones necesarias para cruzarlo… Aquí Magallanes interrumpe a Gómez y apela a la pasión y la aventura, dice que son de esperar adversidades y escaseces en mares desconocidos, pero que es su deber continuar hasta alcanzar la tierra que había prometido. Dios está con ellos, por eso van a continuar, aunque de hambre tuvieran que comerse el cuero que cubre los mástiles, vaticina (y sucederá realmente). Y da por terminado el consejo, con la orden de continuar y la prohibición a los oficiales de mencionar la duración de las provisiones.

Mientras tanto, a 12.300 kilómetros del Estrecho, en un palacio de Tordesillas, la Junta general de los comuneros de Castilla se constituye en consejo de la reina Juana, que ha sido recluida en ese palacio y desplazada del poder por su hijo. Los comuneros, rebelados contra el rey Carlos y varios de los señoríos, han tomado Tordesillas y formado gobierno propio, buscando el apoyo de la reina, instándola a encabezar el movimiento y convirtiéndose en su consejo. Se trata también, como lo sucedido en el Estrecho, de un consejo aparente, ya determinado a gobernar en un sentido.
Mientras los comuneros intentan convencer a la reina Juana, siguen estallando revueltas.2 Tres mil campesinos armados toman la comarca de Moya el 30 y 31 de octubre de 1520. Huye el señor marqués y las tropas saquean su castillo. Sin embargo, parte de la nobleza adhiere a los comuneros. En Álava, el conde de Salvatierra, con el apoyo de la Junta general, se levanta contra el rey y subleva a las siete merindades de Castilla. La Junta lo nombra capitán general del ejército comunero del Norte, el 6 de noviembre de 1520.
Siguen en Tordesillas las conversaciones con Juana y a la vez los dos bandos forman sus ejércitos porque es inminente una gran guerra. Los realistas financian sus tropas con los banqueros y mercaderes de ultramar (igual que la flota de Magallanes). Y los comuneros reclutan a los campesinos y organizan las milicias en las ciudades, con el dinero de los impuestos y el aporte de los comerciantes vinculados a la industria de la lana.
La nobleza se ubica en ambos bandos, pero podría aumentar su participación a favor de los realistas si la Junta general comunera continúa apoyando los ataques contra los señoríos.

Mientras tanto la flota de Magallanes está en el medio del Estrecho, pero no lo sabe -cerca de la actual ciudad chilena de Punta Arenas-, frente a canales anchos o bahías que se bifurcan. El Almirante divide la flota, envía a la Concepción y la San Antonio hacia el este y el sureste, y él con la Trinidad y la Victoria va hacia el sur. Se encuentran a los tres días de donde partieron, e informan. Al este, hay una amplia bahía sin salida -que años más tarde se llamará Bahía Inútil-. Al sureste, un canal se ramifica en otros más angostos que acaban en bosques o en paredes de hielo, y que al piloto Gómez le confirman el laberinto ya anunciado en el consejo. Al sur, Magallanes halló canales, ensenadas, ríos. Vio un glaciar (muchas paredes de hielo formando castillos interminables, algo inconcebible para un europeo); y vio navegando junto a ellos un témpano de color celeste intenso, mayor que un barco, casi como una isla. Todo parece cerrado. Pero hay, antes de llegar al glaciar, una gran bifurcación, hacia el sureste y hacia el noroeste, donde las sondas no hacen fondo, que debe ser una salida.
De modo que la flota pone proa al sur. Navegan entre el continente y la isla Dawson cuando los sorprende una tormenta que durará tres días. Llegan con dificultad a la bifurcación, con olas de siete metros, toman hacia el noroeste llevados por los vientos. Y encuentran refugio en una bahía donde desemboca un río, que llamarán por su abundante pesca “de las Sardinas” (y conserva ese nombre). Magallanes, pese a su aprensión por los patagones y los caníbales, a quienes considera habitantes de la zona por los muchos fuegos que ha visto, dispone hacer una escala: la provisión, el reparo de las naos, y la holganza de la tripulación junto a ese río, que se interna más allá en un bosque. Y al salir el sol -que no sucede mucho en el Estrecho- envía un destacamento a subir un monte para avizorar el océano desconocido o saber al menos dónde se encuentran. Vuelve el destacamento sin noticias del océano, pero sí con la visión de dos canales que se extienden francos en el laberinto de islas, bahías y ensenadas; uno que va hacia el noroeste, y otro más ancho que va al sureste. Magallanes entonces, envía la Concepción y la San Antonio a explorar el sureste, y envía una chalupa -un bote grande con dos velas- para seguir el canal noroeste, indicando a todos que vuelvan en no más de tres o cuatro días.
A los tres días aparece singlando la chalupa, ¡qué han llegado donde deseaban!, dicen los marineros. ¡Qué han llegado hasta el final del laberinto y han visto la mar desconocida!, el océano sin nombre, tan grande como el cielo. Magallanes escucha, inquiere, abraza a cada marinero, llora con ellos. Al cuarto día vuelve la nao Concepción al mando del capitán Serrano, pero no hay informes más importantes que los de la chalupa. Hay una misa de celebración y gracias, y un banquete de sardinas con vegetales dulces del bosque y vino de Castilla.3 Todo fluye armoniosamente. Pero al quinto día la nao San Antonio no aparece, tampoco al siguiente. Magallanes la busca afanosamente durante dos semanas por el Estrecho recorrido, alrededor de 500 kilómetros. No hay señal de naufragio. Tampoco hubo tormentas desde el 8 de noviembre. Pone vigías en los lugares altos, cruces con mensajes en los puntos de encuentro. Y tras un análisis con Andrés de San Martín, el astrónomo y cartógrafo de la flota, se convence de que la San Antonio ha desertado. El piloto Esteban Gómez ha debido sublevar a la tripulación con su laberinto y reducido a su capitán Álvaro Mesquita, hombre de confianza y primo de Magallanes.

Mientras tanto en Tordesillas, los comuneros castellanos sublevados también tienen la sensación de estar en un laberinto. La reina Juana los escucha, reclama servicios, pide condiciones, apoya, da vueltas, pero no ha firmado hasta ahora un solo documento junto a los comuneros. Y éstos llevan al consejo, médicos, curanderos, letrados, filósofos y hasta astrólogos para poder llegar a una determinación, la salida del laberinto. Pero no la encontrarán. El 4 de diciembre de 1520 las tropas realistas tomarán Tordesillas.

(Continuará…)

1. Ver: “La obsesión, el poder, la justicia y la tortura”. La Otra Historia de Buenos Aires, Periódico VAS Nº 141.
2. Ver revueltas anteriores en: “Revuelta comunera”. La Otra Historia de Buenos Aires, Periódico VAS Nº 145.
3. Hoy, a más de 500 años, hay en la Bahía de las Sardinas -también llamada Bahía Fortescue- una cruz de diez metros de altura que conmemora la primera misa cristiana celebrada en territorio chileno.

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