La Otra Historia de Buenos Aires
Parte IX
por Gabriel Luna
1614. Aldea de la Trinidad, futura ciudad de Buenos Aires. Junto al Río de la Plata sobre una meseta a merced de todos los vientos, la aldea tiene 800 vecinos1 entre criollos, españoles y portugueses; que, sumados a los aborígenes, los mestizos, los clandestinos, y los esclavos negros hacen un total de 2300 almas. El villorrio, compuesto por chozas, ranchos, y unas pocas construcciones de ladrillos y tejas, tiene forma irregular con senderos difusos y casas espaciadas entre pastizales, tunas, riachos, y lodazales. El resultado es un conjunto híbrido de razas y culturas, un pueblo pequeño modelado en barro, cuero, madera, paja y caña, perdido entre la niebla o cruzado por los vientos, que ocupa casi la mitad de los barrios actuales de Monserrat y San Nicolás.
La aldea de los vientos, que fuera a llamarse del Buen Ayre, estaba dividida por la ambición y los sueños de sus vecinos. La división era incluso geográfica. Los “confederados” vivían en casas de ladrillo, al sur y cerca del puerto, en el barrio actual de Monserrat; y los “beneméritos” vivían en ranchos y chozas situados en su mayoría al norte, en el barrio actual de San Nicolás. Unos eran ricos, los otros pobres.2 Los “confederados” practicaban el contrabando de esclavos negros y artículos suntuarios europeos, los “beneméritos” producían simples harinas, cueros y tasajos. Las dos actividades pertenecían a mercados diferentes: uno externo o global y el otro interno o regional, con valores agregados y de intercambio muy distintos que excluían a los “beneméritos” de la distribución de la riqueza.
¿Cómo se distribuía la riqueza? y ¿cuáles eran las cifras concretas de la desigualdad?
Desde 1611 hasta 1615 llegaron al puerto del Buen Ayre 80 navíos con una carga de 3815 esclavos,3 a los que deben sumarse los arribados en puertos clandestinos obteniéndose un total estimado de 5700. Cifra extraordinaria si se considera que era siete veces mayor al número de vecinos. Estos 5700 esclavos fueron subastados, y luego trasladados y vendidos en Potosí. Un esclavo comprado por 150 pesos en la subasta de la aldea se vendía a 700 pesos en Potosí. Quiere decir que en ese período de cuatro años, descontando decesos ocasionales y gastos de manutención y traslado4, las ganancias por la venta de esclavos llegaron a 3.000.000 de pesos. Esta cifra da un promedio anual de 750.000 pesos, y se distribuía casi en su totalidad entre dos docenas de “confederados”. Para precisar su valor relativo, se puede decir que la suma equivalía a la renta anual de dos docenas de aristócratas españoles –duques, marqueses, condes y vizcondes-, la clase más rica del Imperio.5
Por otra parte, el mercado interno agrícola-ganadero de los “beneméritos” arrojaba las siguientes cifras por año: 5.800 fanegas de trigo a razón de 2 pesos cada una, 1.500 fanegas de diversos granos a razón de 1 peso, 5.470 de cabezas vacunas a razón de 2 pesos el novillo y 3 pesos la vaca de vientre, 3.215 ovinos a razón de 1 peso y 684 porcinos a razón de 4 pesos.6 El total anual producido era de 32.726 pesos que se distribuían entre un centenar de “beneméritos”, quinientos vecinos si se consideran las familias. Conclusión. El ingreso anual de cien “beneméritos” equivalía a la renta de un solo aristócrata español o, lo que es lo mismo, al ingreso anual de un solo “confederado”.
Esta diferencia de cifras era tangible en los vestidos de seda con alamares y las joyas de Oriente que llevaban unos, y los simples jubones de paño rústico adornados con cintas de colores que llevaban otros. La diferencia se veía entre las casas construidas con maderas duras del Paraguay, paredes de ladrillo, techos de tejas, puertas de cedro labrado, y los ranchos húmedos de barro y caña, con pisos de tierra, techos de paja, y cueros extendidos a modo de puertas. La diferencia se veía entre los muebles de caoba taraceados con nácar y ébano, y los de madera blanda mal cortados con azuelas; se veía entre las carrozas, las botas, los guantes, los séquitos cortesanos, y los carros, los borceguíes, las manos callosas, y la soledad del campo. La diferencia se ostentaba. Y la ostentación pretendía marcar una jerarquía social. Pero esa jerarquía u orden social no se aceptaba. Los “beneméritos”, que eran en su mayoría criollos y tenían el orgullo de ser los fundadores de la aldea, consideraban a los “confederados” advenedizos, judíos o cristianos nuevos, culpables de hacer una acumulación impropia de metálico, y de los desmanes de la marinería y los troperos en las pulperías y burdeles. Y, lo que es de más grande daño, traían las pestes del mar encerradas en los cuerpos de sus esclavos; pestes como demonios que matan primero a los negros e luego andan sueltos por esta aldea matando cristianos. Los “confederados”, que eran en su mayoría españoles o portugueses, mercaderes o corsarios, descendientes difusos de una nobleza rentista que admiraban y querían alcanzar, consideraban a los “beneméritos” casi salvajes próximos a los indios, sólo buenos para el caballo o para trabajar la tierra, desgreñados y toscos, sin refinamientos cortesanos ni imaginación, palurdos inútiles para los negocios y el progreso.
A partir del 1° de enero de 1614 los “confederados” controlaban el Cabildo -fraude electoral mediante-7 y, como además el gobernador interino Ayala era uno de ellos, detentaban el poder político total. Las quejas de los “beneméritos” llegan a la Audiencia de Charcas. La Audiencia, menos preocupada por las quejas que por ese contrabando extraordinario de negros y metálico que fluía por el Río de la Plata como una sangría afectando los intereses de la Corona y de los comerciantes de Lima, decide investigar y poner remedio. Con esa misión, arriba a la aldea el visitador Enrique de Jerez en el mes de junio de 1614. Jerez recibe informes de los “beneméritos” Cristóbal Remón, Domingo Griveo, Bernardo de León, y luego de una investigación sumaria concluye que Juan de Vergara -el cabecilla de los contrabandistas- aprovechándose de una dolencia del gobernador Marín Negrón lo ha mandado envenenar con disimulo entreverando males en sus remedios, por ser este gobernador enemigo del tráfico y para reemplazarlo por Mateo Leal de Ayala que es hombre de su confianza. El visitador Jerez determina incluso el día que Vergara ha dado la orden: 20 de junio de 1613, un mes antes de la muerte de Negrón.8 Atento a la pesquisa, Vergara, que -además de contrabandista- es alcalde y notario del Santo Oficio, manda detener a Jerez por hereje. El visitador, pese a su investidura, es apresado y enviado a Córdoba.
Las noticias del asesinato de Negrón, de la complicidad del gobernador interino Ayala en el contrabando, de la prisión del visitador Jerez, y de la vida disoluta en la aldea provocada por tahúres, aventureros, marineros y troperos, proxenetas, banqueros y abogados que medraban con el tráfico, llegan a Lima. El virrey, marqués de Montesclaros, destituye a Ayala y nombra -hasta que el rey lo determine- a Don Francés Beaumont gobernador del Río de la Plata. Y le entrega unas ordenanzas para contener la sangría del tráfico. Beaumont asume el cargo en enero de 1615 y hace pregonar las Ordenanzas de Montesclaros por toda la aldea. Se trata de una serie de medidas para la vigilancia y control en las descargas marítimas. Los “confederados” no tardan en reaccionar, Vergara asesorado por dos letrados presenta un memorial en el Cabildo “demostrando” que el virrey se ha excedido en sus atribuciones, violado las leyes del reino y perjudicado a la Real Hacienda con tales medidas. El Cabildo remite el memorial al nuevo gobernador con la resolución de que las Ordenanzas virreinales sean acatadas (reverenciadas) pero no cumplidas. Y el nuevo gobernador, Beaumont -ya sobornado por los contrabandistas-, devuelve las Ordenanzas con el memorial al virrey para que vuelva a considerarlas.
Los tiempos no podían ser mejores para los “confederados”. El negocio del tráfico se multiplicaba en la aldea con la garantía política del Cabildo y el gobernador. Además en España, el Consejo de Indias y el duque de Lerma recomendaban al rey que ratificase a Beaumont en el cargo o eligiera entre una terna de candidatos afines al tráfico. El asunto parecía saldado, la ruta de Buenos Aires reemplazaría a la de Lima.9 La causa de los “beneméritos” se hundía rápidamente y para siempre cuando ocurrió algo extraordinario: el rey Felipe III, desaprensivo para las cuestiones de Estado y que solía administrar a través del duque de Lerma, rechazó las recomendaciones y los candidatos: nombró por cuarta vez gobernador del Río de la Plata a Hernando Arias de Saavedra: Hernandarias. La noticia llega a la aldea en abril y estalla como una andanada entre los “confederados”. Hernandarias -mentor de los “beneméritos” y el más tenaz enemigo del contrabando- recibe la cédula de su nombramiento el 3 de mayo en Cayastá, su casa de Santa Fe. Tarda sólo una semana en agrupar fuerzas y hacer los aprestos para marchar a Trinidad.
23 de mayo de 1615. Madrugada en Trinidad. Niebla. La tropa de Hernandarias cruza el riachuelo de Las Conchas y bordea el río de La Plata. Anda por las tierras bajas, por donde nadie anda. Atraviesa el zanjón de Matorras (que corría entre las actuales calle Viamonte y Av. Córdoba) y entra a la aldea sin hacer ruido, amparada en la niebla, por la parte norte que se llamará -muchos años después- barrio de San Nicolás. Son casi un centenar de hombres montados, con lanzas, cuchillos largos, y algunos mosquetes. Van en dos hileras, los caballos al tranco por la actual calle Reconquista, apenas pueden ver la senda, al que va adelante y al que tienen al lado. A la altura de la actual calle Lavalle hay una antorcha que sirve de guía, un rancho, otros jinetes. Son: Miguel del Corro, Francisco Salas, Domingo Griveo, Bartolomé de Frutos, Cristóbal Remón. Los cinco detienen la formación, rodean, saludan al jefe. Dicen poco y hace frío, el humo de los alientos parece como la niebla y oculta las palabras. Han marchado antes a las órdenes de Hernandarias, la primera vez fue hace más de treinta años, cuando eran jóvenes y llegaron a esta meseta desolada desde Asunción con un arreo para fundar la aldea. Ahora marchan reafirmando el sentido de esa fundación. Es lo que creen. La tropa pasa junto a una tienda de ultramarinos, luego, a la altura de la actual Av. Corrientes, hay un molino harinero con la mitad de sus astas en la niebla. Se oye un relincho y más lejos un gallo. La tropa, los hombres de Hernandarias apuran el paso frente al hospital San Martín de Tours y al llegar a la casa de Garay el Mozo10 se dividen para rodear el Fuerte. Los guardias los ven aparecer de golpe, brotar de la niebla uno tras otro con lanzas, ponchos y caballos, demasiado cerca, enteros y nítidos, como saliendo inesperadamente de la nada o de una pesadilla. No hay resistencia, en pocos minutos Hernandarias toma el control del Fuerte y enseña su credencial de gobernador a Don Francés Beaumont en la Casa de Oficiales Reales.
Ya entrada la mañana, el nuevo gobernador se hace recibir por el Cabildo. Los ediles -que son la mayoría “confederados”- toman distancia dejando constancia en actas de que el nombramiento, si bien firmado por las Reales Manos, ha sido hecho a espaldas del Consejo de Indias y del duque de Lerma. Se trata de una fuerte provocación. Hernandarias no contesta ni se inmuta, al volver al Fuerte firma las órdenes para arrestar de inmediato a Juan Vergara, Mateo Leal de Ayala, Simón Valdez, Diego de Vega, y les inicia un proceso devastador.
BIBLIOGRAFÍA
Historia Argentina Tomo 1, José María Rosa. Ed. Oriente, 1981.
El Primitivo Buenos Aires, Héctor Adolfo Cordero. Ed. Plus Ultra, 1986.
La Pequeña Aldea, Rodolfo González Lebrero. Ed. Biblos, 2002.
Hernandarias de Saavedra, Col. Felix Luna. Ed. Planeta, 2000.
1 La categoría de vecino tenía entonces un significado diferente al actual. Vecinos eran los fundadores y sus descendientes, y aquellos con cierta antigüedad de residencia aceptados por el Cabildo. Sólo los vecinos podían tener propiedades y participar de la vida política.
2 Esta división socioeconómica de la ciudad con eje en la actual Av. Rivadavia subsiste aún hoy –después de 400 años- pero con signo invertido: los ricos viven al norte de Av. Rivadavia y los pobres al sur.
3 Datos obtenidos en “Contrabando y Control Colonial” de Zacarías Moutoukías, Ed. Centro Editor, Bs. As. 1988
4 El viaje desde Trinidad a Potosí se hacía en carretas y duraba 45 días.
5 La renta anual promedio de un noble español (33.300 pesos) fue calculada sobre la base de datos consignados por Eduardo Galeano en Las Venas Abiertas de América Latina, Ed. Catálogos, 2002, pág. 40.
6 Datos extraídos de los libros El Primitivo Buenos Aires, de Héctor Cordero, y La Pequeña Aldea, de González Lebrero.
7 Ver Parte VIII.
8 Ver Parte VI.
9 Ver Parte II.
10 Hijo de Juan de Garay.