La plaza Libertad entre Rejas

¿Haciendo Buenos Aires?

La Dictadura Militar de 1976 impulsó entre otras desgracias el Plan de Autopistas Urbanas, instrumentado por el intendente brigadier Cacciatore. Salvo la Sociedad Central de Arquitectos, encabezada entonces por el valiente arquitecto Francisco García Vázquez, pocos fueron los que advirtieron el desastre urbano y ecológico que sobrevendría por introducir diariamente en la ciudad de Buenos Aires una dosis extra de miles y miles de automóviles.
Anteponer el transporte individual sobre el público, aparte de postergar el desarrollo de la red de subterráneos y otros medios de transporte masivo, condiciona por décadas la estructura urbana y vial de la ciudad, sus espacios verdes, la renovación del aire y la vida de sus habitantes.
Usted se preguntará, estimado lector o lectora, ¿qué tendrá que ver esto con la Plaza Libertad? Pues mucho. La introducción de tamaña cantidad de automóviles, hizo necesaria la construcción de estacionamientos. Y la Dictadura no tuvo mejor idea que construirlos bajo casi todas las plazas de la Ciudad, transformando las plazas en una suerte de maceteros. En 1982 le llegó el turno a la Plaza Libertad. Se perdió su hermoso diseño, y los añosos árboles centrales fueron reemplazados -porque no había tapada de tierra suficiente para mantenerlos- por una creación formal, típica de mesa de dibujo, que seguramente podrá ser valorada desde un helicóptero.
Hoy nos encontramos con una nueva modificación de la Plaza Libertad. A fines del año 2008 apareció un cartel anunciando la remodelación: «Emprendimiento dirigido por la Subsecretaría de Espacio Público Financiera y Administrativa de Recursos del Ministerio de Ambiente y Espacio Público del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Expediente Nº 13.473/2008. Monto: $ 1.540.110,84. Plazo de Obra: 110 días». Nada en el cartel decía de las tareas a ejecutar.
En resumen, los vecinos no tuvimos plaza desde el mes de febrero hasta mediados de agosto del 2009. ¿Cuál fue la modificación? La plaza acabó cercada con una antiestética reja. Hay de nuevo un ascensor que va al estacionamiento, pasto recién sembrado, algunos bancos de madera y unas pocas plantas. Se rompió un árbol añoso y debió ser podado; y desapareció el simpático nido de hornero, que estaba desde hace más de 20 años sobre el hombro de la estatua de Adolfo Alsina.
¡Será posible que alguna vez los funcionarios, no tomen medidas inconsultas y entiendan que sus proyectos urbanos deben ser explicitados previamente y sometidos a debate en el barrio donde se realicen! La plaza ahora cierra a las 19.30 hs., después, hay un guardián que permite el paso sólo a los usuarios del estacionamiento. Los vecinos perderán un paseo agradable en las noches de verano. ¿Esto traerá más seguridad al barrio? ¿De nuevo la solución será tener las casas como guaridas, y protegerse con rejas y desconfianza, según dice y repite la televisión? Hay mucho miedo. Inmersión en miedo líquido, diría el sociólogo Zygmunt Bauman. Es verdad que en la plaza paraban drogadictos. ¡Pero ahora están en los bancos exteriores a las rejas, más cerca de nuestras seguras propiedades! Entonces me pregunto: ¿si se hubieran empleado parte de los $ 1.540.110,84 en contratar varios guardianes de plaza -y no sólo uno para habilitar el estacionamiento subterráneo- el resultado no sería mejor? ¿No sería esto más económico, seguro, y placentero para los ciudadanos, que no perderían así el uso nocturno de la Plaza?

Hugo O. Finkel, arquitecto y vecino de Plaza Libertad