Los Espanta Rejas de Parque Lezama

por Mariane Pécora

Los Espanta-Rejas de Parque Lezama advierten a los vecinos que el gobierno de la Ciudad, a través de una contratista privada, tiene la firme intención de cercar el parque. En pocas palabras: excluir al vecino, establecer un horario para el disfrute del espacio público y concesionar su mantenimiento.

La novela Redoble por Rancas, de Manuel Scorza, pone acento en la epopeya de una comunidad, que aun sabiéndose derrotada, persiste en su lucha. Cuenta la rebelión de un pueblo cuando su despótico alcalde autoriza a una empresa multinacional a poner un cerco que lo despojará de su tierra. Cuenta un episodio de la historia de su país marcado por la colonización, el abuso del poder, el cercenamiento de derechos, el saqueo de la tierra, y la ignominia hacia los pueblos originarios. Cualquier parecido con la Argentina actual no es casual, sino la continuación de un relato que lleva cinco siglos escribiéndose sobre la piel.
Los cercos cercenan, acorralan, limitan. Buenos Aires está plagada de cercos. Cercos virtuales, cercos policiales, cercos removibles, cercos fijos. El enrejado de los parques es parte de una política general que intenta evitar que los vecinos se junten, porque estos espacios son históricamente lugares de encuentro y de organización social. En la Ciudad ya hay 86 plazas y parques enrejados.
En enero de este año, la policía metropolitana ejerció una violenta represión a los vecinos que intentaron impedir el enrejado de Parque Centenario. Esa experiencia sirvió de advertencia. Cuando el Gobierno porteño hizo público que el plan de puesta en valor de Parque Lezama contemplaba el enrejado perimetral del predio, los vecinos se convocaron en asamblea y comenzaron a resistir. No al cerco. Sí a la puesta en valor. “Nos resistimos a buscar una puerta para ingresar a un espacio público. Nos resistimos a que un gobierno nos imponga horarios para utilizar nuestros espacios”, proclamaron.
Además del notorio deterioro del parque, el Gobierno de la Ciudad recurre al argumento de la inseguridad para justificar la colocación del enrejado perimetral. La Asamblea de Parque Lezama sostiene que el problema de la seguridad no se soluciona cercando los espacios públicos, sino invirtiendo y generando verdaderas políticas inclusivas. Denuncia que el proyecto encubre un gran negociado con una empresa afín al oficialismo, que presupuestó el trabajo por 20 millones de pesos. Y advierte que mientras el Gobierno planea desembolsar esa millonaria suma para la remodelación del parque, no propone ninguna solución habitacional para las familias que pernoctan allí.
El Parque Lezama es un gran patio urbano que integra a tres barrios: San Telmo, Barracas y La Boca. Un espacio abierto, donde conviven las más diversas manifestaciones de la cultura popular. Cuenta con una extensa arboleda, canchas de fútbol y uno de los mejores anfiteatro de la Ciudad. El proyecto en cuestión planea erradicar las canchas y colocar una fuente en medio del anfiteatro. A esto también se oponen los vecinos.
La Asamblea de Parque Lezama se reúne cada sábado en el anfiteatro. Allí, los vecinos debatieron y elaboraron una propuesta alternativa de puesta en valor del parque, que no cercena el derecho al uso del espacio público comunitario. Amparándose en la Ley 104, de acceso a la información pública, elevó un pedido de informes al Gobierno de la Ciudad, sobre los plazos, presupuesto designado, estudio de impacto ambiental y acciones programadas para la puesta en valor del Parque. A los treinta días, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público brindó como respuesta una copia del Decreto que declara Monumento Histórico al Parque y una escueta historia del mismo. Ningún plan de obra, ninguna cifra certera. Tampoco ese Ministerio hizo lugar a las reiteradas demandas de los vecinos para formar una mesa de trabajo conjunta y discutir el proyecto. La demanda, entonces, se convirtió en activismo y, así, la Asamblea fue sumando adherentes. Entre ellos, una treintena de organizaciones sociales que trabajan en forma conjunta y coordinada con los vecinos, convencidos de que la organización y el trabajo colectivo son la única manera de avanzar en las soluciones que necesita cada barrio. Lograron que los Consejos Consultivos de las Comunas 1 y 4 votaran por unanimidad el rechazo al enrejado del Parque. Y que 32 diputados porteños expresaran con su firma la postura en contra de las rejas.

El domingo 14 de julio el colectivo que integra la Asamblea de Parque Lezama llevó a cabo un abrazo solidario al Parque Lezama, contra el enrejado. La convocatoria fue multitudinaria. En once puntos notables que circundan el Parque se realizaron simultáneamente actividades artísticas, recitales al aire libre, ferias de artesanías, feria de libros independientes, charlas y actividades recreativas. La nota militante la pusieron un grupo de jóvenes que con cruces de cañas, cartón y témpera, construyeron un centenar de Espanta-Rejas y los colocaron como guardianes en el perímetro del parque, para preservar la tierra y la cultura.
“Con este abrazo, exigimos una vez más que el Ministerio de Ambiente y Espacio Público frene este proyecto, que se comprometa a no enrejar nuestro parque y a no quitarnos ni el anfiteatro ni la cancha. Exigimos que tenga en cuenta la opinión de todos los vecinos y usuarios, que recupere el Parque para que podamos disfrutarlo, que destine el presupuesto necesario para su mantenimiento, que designe placeros para cuidarlo. Y, lo más importante, que exista un plan de manejo conjunto para nuestro Parque”, expresaron los organizadores y aseguraron que resistirán el enrejado y las políticas privatizadoras, autoritarias, inconsultas y represivas del Gobierno de la Ciudad. Allí estaban los guardianes, como en Rancas, para prevenir del cerco. Los asambleistas advirtieron que responsabilizarán a los funcionarios de cualquier hecho represivo, en referencia a la violenta actuación de la policía metropolitana en el Parque Centenario, en la Sala Alberdi y en el Hospital Borda.
En Redoble por Rancas, la resistencia del pueblo es finalmente abatida por la superioridad de fuerzas del colonizador, tanto externo como interno. Scorza, sin embargo no se dio por vencido, y dedicó su obra literaria a narrar las silenciadas guerras de emancipación de su pueblo. Así retrataba a los luchadores:

Los apestados de sueños,
los que consuelan a las quimeras moribundas,
los que se niegan a identificar a los que miran en sueños,
los que rehúsan revelar las actividades clandestinas de sus espejos,
los espantapájaros en cuyos equipajes se sorprenden cartas de las aves,
¡ellos empollan los huevos donde crecen los héroes!

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