Mónica Katz «Más que un cuerpo»

por Leticia Pogoriles

En el reciente libro «Más que un cuerpo», la nutricionista y creadora del movimiento No Dieta, Mónica Katz, junto a la periodista Valeria Groisman -su hija-, plantea un alegato contra la tiraní­a de la belleza actual, un modelo donde el eje de lo bello es «la flacura», en tanto, advierte que en un mundo con una aceptación corporal acotada donde no se pueden cambiar grandes estructuras como las industrias y los medios sí­ es necesario apagar un «discurso dietante que es enfermizo» en entornos más cercanos como la familia y los amigos.
Médica especialista en nutrición, conferencista, autora de libros e investigadora de comportamientos humanos en relación con el cuerpo y la mente, Katz se puso al hombro una batalla única: la de desbaratar un paradigma de belleza tirano que conduce a la infelicidad corporal y que socava la autoestima de la gente, especialmente de las mujeres. Y lo puso por escrito.
«Me siento sola en esto», dice y no es para menos, ella va contra molinos de viento y su arma es la palabra para empoderar a mujeres frente a un ideal de belleza dominante que degrada. «Es violencia simbólica de género. Estamos extirpando lo que nos hace mujeres, borrando la huella del paso del tiempo o que tuviste bebés. Nos sometemos a dietas de hambre, a pieles bronceadas que hacen daño y sobre todo, nos privamos de placer», remarca.
«No es obsesión versus descuido -dice Katz- hay puntos medios. Siempre va a haber una tensión entre el inevitable acto de comer y el malestar con el cuerpo disparado por estética, obesidad, hipertensión, colesterol, ortorexia -obsesión patológica por comer comida considerada saludable- o un trastorno alimentario».
Sus ideas no son utópicas sino que son banderas que de a poco se van levantando, sin embargo para que haya un cambio «no alcanza que tres o cuatro audaces quieran que sea diferente, sino que como decía Thomas Kuhn, hace falta que una masa crítica de gente joven cree en un nuevo modelo», incita.
–  ¿Cuál es su crítica central?
– Katz: Es aquello que construimos entre todos, un modelo donde el eje de la belleza es la flacura. ¿Por qué ser bello es ser sólo flaco? Nada tiene que ver con lo que podés hacer como persona, no importa, ni siquiera si sos linda en los conceptos clásicos. Las modelos de los 90 como Claudia Schiffer tenían curvas, cola, lolas, pantorrillas, las de hoy son tubulares y sus piernas, fosforitos. Perdieron lo típico femenino, su curvatura.
–  ¿Qué recorrido se hizo para llegar a esto?
– MK: Muchas fuerzas y es un fenómeno complejo. Así como en el romanticismo la mayoría eran flacos y hambrientos y ser gordo era aspiracional, hoy vivimos en un mundo de gordos -según datos del Ministerio de la Nación más del 50 por ciento de los argentinos somos gordos- sólo 5 por ciento del mundo está protegido genéticamente. El ser humano busca y jerarquiza aquello imposible para la mayoría, eso se eleva a un nivel de valor y todos seguimos esa conducta.
– Todo contribuye a eso, la prensa, la televisión, las redes, incluso la propia familia…
– MK: Planteamos la tormenta perfecta, que te atrapa y estás perdida. No alcanza el ‘Bailando’ o la tapa de revista con una anoréxica, ni siquiera tu personalidad. Lo que te deja a la deriva es tu gente, los que te conocen y se supone que te quieren. Los que dicen ‘che, engordaste, estás más flaca o eso no te lo pongas’, aquellos que saben quién sos y no ven más que un cuerpo. Y ahí estás perdida. Esa es la guerrilla, no podemos cambiar los medios o el mercado de la belleza, pero sí lo que hacemos con nuestras chicas, que no nacen odiando su cuerpo, nosotros se lo enseñamos. Existe un condicionamiento temprano. Es tremendo escuchar en una mesa familiar a la madre que dice ‘estoy gorda, me probé la malla y me queda horrible”. El discurso dietante es enfermizo, hay que apagarlo. En esto las mujeres tenemos que estar juntas, somos poderosas, pero estamos muy quietas.
–  En el libro hablás de una violencia simbólica de género y tomás la figura de doncella de hierro, ¿qué significa eso?
– MK: La doncella de hierro era una tortura medieval, un sarcófago con la imagen externa de una mujer hermosa y adentro tenía cuchillas que no coincidían con áreas vitales, allí morían desangradas. Hoy somos doncellas de hierro modernas. Divinas por fuera y desangradas por dentro. El dietante es un ser sufriente anónimo que vive un mundo extraño, pero más me preocupan las que van a venir.
En las tomografías cerebrales de dietantes muy flacas hay pérdida de masa encefálica. Además, si no como tengo el cerebro lleno de comida, no puedo pensar en proyectos, amores, vacaciones, en nada.
–  ¿Por qué se pone el foco en la gordura?
– MK: Vivimos en un mundo de incertidumbre extrema, desde que viajas en un tren en España y ponen una bomba hasta que papá y mamá no viven toda la vida juntos. Cayeron los absolutos, no digo que está bien o mal, pero cuando caen hay complicaciones porque convivimos con demasiadas dimensiones de uno mismo. Hay gente que tolera vivir en esta mezcla pero otros no toleran la incertidumbre y buscan certezas. Un peso es una certeza. Una dieta es una tabla de leyes. Un talle y un cuerpo también.
– La autoestima en Argentina, ¿cómo está?
– MK: Pésimo. El peor país es Japón y nosotros estaremos entre cuarto y quinto puesto del mundo en infelicidad corporal. Es impresionante la obsesión y, a medida que aumenta la escala socio-económica y socio-cultural, el deseo de delgadez se agranda. Hay muchos sufrientes, hacer una dieta loca es como una guerra perdida en la primera batalla, desde qué lugar vas a poder vivir sin comer lo que te encanta. Me sigue sorprendiendo la ausencia de placer en el debate general. No somos máquinas termodinámicas.
– ¿Hay alguna sociedad más relajada en este aspecto?
– MK: Si bien la mujer francesa tiene una mirada en lo estético, come y es una de las más flacas del mundo. Se arregla y le importan otras cosas. Su ministra de Salud logró hace tres años por unanimidad del Parlamento sancionar una ley que si promocionan ideales estéticos muy locos, productos que generen hambre, dietas extremas o modelos anoréxicas en las pasarelas se pena con dos años de cárcel y 30 mil euros.
–  O sea que también pueden contribuir leyes y regulaciones…
– MK: Sí, pero hay que concebir el comer como un derecho innato, no como un pecado capital. Y esa no es cuestión de Estado. También hay deudas como una ley de talles que no existe y una regulación de los centros que trabajan con menos de mil calorías porque el hambre es una problemática social. Logramos una Ley de Obesidad pero si no se reglamenta, en diez años vence. Hay que regular la publicidad y las medidas de las modelos. Hicimos este libro para mostrar que somos más que cuerpo, somos muchas cosas y encima tenemos un cuerpo.
–  ¿Se puede bajar de peso con placer?
– MK: Absolutamente, porque la certeza baja el deseo. El hedonismo como estrategia terapéutica es uno de mis planteos. Hay que legalizar el deseo y tender puentes entre la alimentación y el placer. Los hemos cortado con polvitos mágicos y la demonización de alimentos.
– ¿Cuál es para usted la definición de belleza?
– MK: Para mí la belleza es holística, es una manera de andar por la vida, un tono de voz, una manera de filtrar el mundo y lo que te pasa y, a partir de ahí, vivir. No hablo de descuido personal, sino de un lugar lógico de cuidado, de cuidarnos más, entre todos.

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