Octubre Marrón

por Alicia Alvado

El esfuerzo por resignificar el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, poniendo el foco en las vulneraciones sistemáticas de derechos que aún hoy afrontan los pueblos originarios y sus descendientes, tiene uno de sus mayores exponentes en Octubre Marrón, el programa de actividades que ideó el colectivo Identidad Marrón para «visibilizar el racismo estructural».

«Los marrones» es la expresión con la que eligen autoidentificarse los integrantes esta agrupación que lucha contra el sistema de exclusiones de base étnica que se aplica desde tiempos coloniales contra ellos, los descendientes visibles de campesinos indígenas que siempre estuvieron aquí.

Y el 12 de octubre es una fecha fuerte de actividades desde el año pasado, en una apuesta por «transformar el equívocamente llamado ‘Descubrimiento de América’ en un evento anual donde se conmemoren y celebren las resistencias de las comunidades indígenas, de sus hijos e hijas», proponen en la difusión del evento que tiene como logo una reinterpretación del rostro del dios mochica Ai Apaec en color oro, pero con una gorra con la visera hacia atrás en su cabeza.

A través de obras de teatro, muestras fotográficas, festivales musicales, instalaciones y exposiciones artísticas, los activistas buscan «interpelar los lugares que históricamente nos han sido asignados social y culturalmente», así como resaltar «aquello que la colonización quiso destruir y borrar pero sigue vivo en este presente, en nuestra generación y en las venideras».

«Cuando era pequeña aprendí, allá en mi escuelita de Salta, que la civilización llegaba en los barcos. Mientras, miraba las películas de cowboy donde los indios malos mataban a las pobres personas blancas que llegaban a las tierras americanas en caravanas», dice Daniela Ruiz, actriz, directora teatral e integrante de Identidad Marrón.

Le enseñaron que los indígenas eran salvajes inhumanos, personas malas y sin cultura que en los actos escolares tenían que ser representados por personas marrones como ella que, en todo caso, podían encarnar vendedores ambulantes esclavizados, cuyos rostros eran pintados con corcho quemado, pero nunca personificaban a la patriota o la dama antigua.

«Este octubre marrón es importante para visibilizar estas violencias hacia nuestros cuerpos e identidades, pero desde interseccionalidad –teniendo en cuenta la perspectiva de género y el ciscentrismo- y lo pluriuniversal», agregó esta activista trans.

Para Ruiz, «repensar esto tiene que ver con una reconstrucción positiva de la memoria de nuestras madres, abuelas, ancestras», pero también con «una deconstrucción de nosotras, nosotros y nosotres», a partir de «esta nueva mirada que estamos teniendo», reivindicativa, y despojada de la contaminación de tanto discurso racista escuchado a lo largo de los años.

A su turno, el licenciado en actuación y arte terapeuta recibido de la UNA David Gudiño contó que le llevó tiempo reconocerse descendiente directo de los sobrevivientes de un genocidio.

«Yo crecí en Tierra del Fuego, y allá está muy presente el hecho de que Julio Popper mató a todo el pueblo selk-nam pero para mí era algo que ‘les pasó a los indios’, no a mis ancestros. No era algo que me interpelara a mí como sujeto», contó.

«Y hoy me doy cuenta que sí, que yo pertenezco, que tengo rasgos indígenas y el pueblo marrón hoy somos la resistencia de toda esa matanza», agregó este actor cuyo monólogo «Marrón» obtuvo el Premio del Público y Mejor Monólogo NOA en el Festival Vos & Voz.

El monólogo de su autoría puede verse como una proclama contra la violencia institucional racializada -que acumula desproporcionadamente víctimas marrones entre los fusilados por la espalda y víctimas de gatillo fácil a quienes evoca allí por sus nombres-, al tiempo que enlaza ese odio con el prejuicio racial que extranjeriza, estigmatiza y estereotipa personas en función de su color de piel.

«En mi sangre llevo los genes de un indígena que logró huir de la matanza ¿Qué color somos? ¿Qué color sos Luis (Espinoza) que te mataron con arma de policía dejando a seis hijos sin padre? ¿Qué color sos Facundo (Ferreira) que dispararon a tus familiares? ¿De qué color sos Camila (Arjona) que te mataron con 14 años y embarazada? ¿Qué color son Jhonny y Papu que los mataron en Lugano? ¿De qué color sos Carlos (Abregú) que te dispararon por la espalda?», dice en el monólogo que tiene más de 3.200 vistas en Youtube. 

Por su parte, el abogado tucumano Alejandro Mamami apuntó que el racismo estructural implica que los planteos que justificaron la invasión y la conquista española, «no sufrieron un corte abrupto con las independencias de cada uno de los países latinoamericanos» sino que fueron la base para «su estratificación en una clave de pigmentación de piel, apellidos y demás» que subyacen aún hoy.

«A diferencia de Estados Unidos, aquí no tuvimos leyes de separación como las de Jim Crow que separaban a los descendientes de esclavizados de las personas blancas, pero sí existe una separación de hecho entre las personas por color de piel, en cada uno de los países que cobra diferentes funciones», dijo.

El activista y docente explicó que este racismo estructural de lejanos orígenes, «es un debate actual no sólo en Argentina sino en Latinoamérica», prueba de lo cual es el hecho, por ejemplo de que «el presidente (mexicano) Andrés Manuel López Obrador le haya pedido al rey de España que reconozca el genocidio contra las comunidades originarias y que le hayan respondido que eso ya pasó, que no se puede juzgar a la luz de hoy lo que sucedió» hace más de 500 años.

«Pero en términos de cuestionamientos jurídicos y de reparación hay una similitud incluso con los juicios de Núremberg: acá también hubo un genocidio, robo, saqueo, y los rasgos de la colonialidad que los países del denominado primer mundo deberían reparar», dijo.

Por su parte, Chana Mamani explicó que el racismo estructural se puede definir como la negación u omisión de la existencia de racismo y apuesta a «visibilizarlo» a partir de esta serie de actividades en diferentes museos patrimoniales durante todo el mes de octubre se combina con la búsqueda de «transformar esos lugares asignados histórica, social y culturalmente» a determinados sectores, con exclusión de otros.

«La lucha colectiva antirracista es un devenir, está sucediendo acá, en México, en Ecuador, en Bolivia…en un momento en el que hay disputas territoriales por tierra y recursos naturales con participación de las comunidades y naciones indígenas y originarias, rurales y campesinas, contra el extractivismo y el cambio climático», dijo.

«Se trata no sólo de hablar de racismo, sino de hacer acciones para poder habitar este mundo, que es el que tenemos, en manos de una generación que se está replanteando estructuras que están agotándose», concluyó.

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