Rosario Bléfari, la reina indie

Es de noche 
casi siempre
en el cuarto de mi vida
que comienza
con que soy incapaz
y abuso todo el tiempo
de mi defecto
igual hago todo
lo que hay que hacer y lo que quiero
me destroza la edad
y lo que creo que es
no es
y me desespera como si la siesta continuase
a la mañana siguiente
y al otro día,
otro día.

Rosario Bléfari, escribió este poema, casi distópico, inmersa de la movida cultural under que la trajo a Buenos Aires en los agitados años 80 o tal vez mientras recorría Cemento, el Parakultural y otros escenarios sorprendentes, o en el taller de Vivi Tellas donde conoció a Fabio Fosser que se convertiría en su pareja y en el bajista del grupo Suárez.

Este lunes frío, Rosario Bléfari partió. Su corazón se la llevó una eterna siesta pampeana o en un interminable tiempo de pandemia. Tenía 54  años. Era actriz, poetisa  y  figura emblemática de la movida rockera independiente del país.

A los 24 años comenzó a liderar una banda Suárez, integrada por Diego Fosser en batería y Gonzalo Córdoba y Marcelo Zanelli en guitarras, que convirtió la autogestión en una bandera que marcó un camino a muchxs músicxs de su generación

El debut de la banda se produjo en diciembre de 1989 en el Bar Bolivia del barrio porteño de San Telmo. Durante principios de los 90 se consolidó la propuesta y luego de la edición de algunos temas en compilados durante 1992, en 1994 edita su primer material titulado «Hora de no ver». Le siguieron «Horrible» (1995), «Galope» (1996), «Excursiones» (1999), el EP «Río Paraná» (1999) y el EP «29:09:00» (2000). La edición de sus discos era artesanal e independiente, por eso es raro hallar los editados antes de la caja recopilatoria de 1995: «Horrible» tuvo una tirada apenas 1.000 ejemplares y su reedición incluyó solo 500.

De los shows de Suárez se recuerdan algunos con Rosario y Fabio dando cuerpo a dos electronautas inmóviles imantados de loops y samplers ante el impaciente público de Los Brujos. Envueltos como si fueran árboles en telas pintadas, vestidos como si se tratara de damas y caballeros del siglo XIX o estirando el show a tres horas, intentando hastiar al público. 

En el verano de 2001 la banda presentó sus últimos conciertos, luego sobrevino la separación del grupo. En 2015, Fernando Blanco rodó  el documental «Entre dos luces. Suárez. Primera parte», que estrenó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Sin Suárez, Rosario Bléfari incursionó como solista, grabó «Cara», «Estaciones», «Misterio relámpago» y «Calendario». En 2013 volvió a sorprender con la banda Sue Mon Mont conformada junto a Gustavo Monsalvo de Él Mató a un Policía Motorizado; Tifa Rex de Los Reyes del Falsete y Marcos Díaz de Bosques.  En 2017 junto a Julián Perla y Javier Diz formó Los Mundos Posibles  entonces editó «Contratiempo» y «Pinturas de guerra». A su último disco como solista lo llamó «Sector apagado».

Pero Bléfari no solo compuso música,  como actriz protagonizó las obras  «Reinos», «El puré de Alejandra», «El beso», «Avelove» y «El esfuerzo del destino», entre otras. Con Valeria Bertucelli  escribió y protagonizó la puesta «Arles 1888. Encuentro entre Van Gaugh y Gauguin», donde inició un camino unida al Centro Cultural Ricardo Rojas de la UBA.

Su versatilidad actoral la llevó al cine,  fue dirigida por Raúl de la Torre en “Pobre mariposa” (1986) y en «Color escondido». En 1988 encarnó a una enfermera misteriosa en»Lo que vendrá» de Gustavo Mosquera. María Luisa Bemberg la convocó para «Yo, la peor de todas» (1990). Y más tarde devino en emblema del indie cinematográfico al encabezar los  elencos de «1000 boomerangs» de Mariano Galperin, «Rapado» y «Silvia Prieto» del escritor Martín Rejtman. Le siguieron «Hotel, hotel» de Ofelia Escasany, el telefilme «Urgente», de  Albertina Carri, «La señal», Un mundo misterioso», «Los dueños», «La idea de un lago», «Pozo de aire» y la producción argentino-colombiana «Adiós, entusiasmo».

Pero la escritura y la literatura también estuvieron presentes en su universo creativo. Escribió las obras «Somos Nuestro Cerebro», «Somos nuestros genes» y «Ocho Mujeres».

En el campo de poesía editó «Poemas en prosa», «La música Equivocada» y «Antes del río». También la compilación de sus cuentos en «Mis ejemplos» y «Las reuniones». Rosario no alcanzó a conocer la edición del «Diario del dinero», su último libro.

«Me pregunto si transcurre un solo día sin gastos», anota Bléfari en una de las entradas del «Diario del dinero». Gastos de supermercado, de verdulería, de transporte, salas de ensayo, de café y medialunas, pagos adeudados y cachés, que ella fue registrando, no tanto como sistema de control. Y si así empezó, tomó otra dirección: «Me interesó -dice en la contratapa- lo de escribir los números, hacer escritura de las cuentas, relatar el debe y el haber».

«Si las anotaciones habituales no conseguían retener algo del paso del dinero por mi vida, ni siquiera conseguían que pudiera controlarlo, relatarlo sí me permitió observar su presencia como una puntuación, un ritmo. Escribiendo este Diario del dinero me sentí haciendo una inversión. Invertí los términos: gastar es una nueva oportunidad de contar y ganar es perder la vergüenza y desnudar cuánto recibo por mis trabajos».

Los pesos gastados -australes hay también-, en la prosa fragmentada de Bléfari son paseos dispersos, preocupaciones, discos, trámites, pagos que se demoran, libros (de Voltaire a Juana Bignozzi), sueños, registros de la vida cotidiana: un viaje en colectivo, la compra en el super, o los apuntes que llevó a una entrevista laboral con la Televisión Pública, donde haría sus columnas sobre literatura: «lectura transversal, de gusano»; «leer es escribir», «leer no es estudiar»; «no se puede abarcar todo, es algo que está perdido desde antes de comenzar».

Como el viento, que la autora evoca en la contratapa -«quise que las entradas estuvieran desordenadas como si un viento hubiese entrado por la ventana y volado las hojas»-, la escritura de estos muchos diarios escritos en distintas etapas de su vida son como bocanadas de aire que van, en una mismo párrafo, de la compra en la fiambrería a lo que ella piensa sobre el acto creativo.

«En relación con el hacer canciones -escribe después de contar sobre los quesos que compró-, se me ocurre que el carácter cinematográfico de la canción también se manifiesta al elegir una escena de la vida, una observación, de aquellas que Juana Bignozzi consideraría sin campo mítico, una especie de «¿y con eso qué?», y a través de la entonación -la melodía-, conseguir el estado de suspensión necesario para que se transforme en un momento palpitante».

Hay entradas preciosas, pura poesía. Escribe, por ejemplo, «Respirar no es sentir, más bien es inventariar lo que falta» y en otra entrada, del año 2000 cuando llevó un registro de hospital, primero con la internación de su mamá, después de su papá, anota: «Las hojas y las ramas de los árboles son como un plumaje cuando las agita el soplar del viento, tan desordenado. Una inquietud en un sueño: aparece una hoja de malvón debajo de la mesa de luz de la habitación del hospital que después de haberla tirado por la ventana vuelve a aparecer una y otra vez».

Contracultural y de la escena independiente, reina del indie como la llamaron también, Bléfari es recordada por la legendaria banda Suárez, su trabajo musical solista y como cantante de Sue Mon Mont; también como actriz porque protagonizó «Silvia Prieto», actuó en «Rapado» -ambas del cineasta Martín Rejtman-, y tuvo papeles en «Yo, la peor de todas», «La idea de un lago» y «Adiós entusiasmo», entre otras películas.

Además de la música y la actuación, Bléfari publicó libros, como «Poemas en prosa», «La música equivocada», «Las reuniones» y «Antes del rí­o». Cultivó muchas artes, en una entrada de 1999, escribe: «Quiero ser todo. Todo. Quiero escribir mucho, siempre digo esto cuando retomo. ¿Será que la impresión de alguien como yo vale? Ese revuelto de sensaciones y pensamientos deshilvanados que forman un cuerpo cambiante y enérgico».

«Diario del dinero» es un libro que conmueve por cómo está escrito, por lo que confía, lo que registra, por la intimidad y por el vacío que deja la  muerte de Rosario Bléfari. 

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