Senadores con dios y con el diablo

Jornada histórica – 8A Parte I

Por Ximena Schinca

“Estoy acá porque creo en Dios, porque soy creyente, porque cuando una mujer aborta, está matando a una persona y tiene que pagar por eso, aunque sea mínimo, pero tiene que pagar”, nos respondió Nicolás de 21 años, cavilando cada una de sus pocas palabras, pañuelo celeste en cuello, gesto de calma confesional. Sin mucho más que querer decir, Nicolás agradeció la consulta y siguió caminando por la calle Entre Ríos, junto a otros dos jóvenes que prefirieron no realizar declaraciones. Eran cerca de las 16 horas, y los tres muchachos habían llegado juntos a participar de la vigilia organizada por los sectores antiderechos para la sesión en el Senado por la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. A sus espaldas una hilera de bebitos de juguete, clavados en palos de escoba, avanzaba en dirección a la plaza vallada del Congreso, escolta un cartel con la bandera de Argentina que tintaroja dice: “NOO ME MATES QUIEROO VIVIRR”.

Desde la pantalla, el senador rural por Entre Ríos Alfredo de Angeli acompaña la calle celeste “A mi madre, como a muchas, jamás se le hubiese pasado por la cabeza practicar un aborto. Y no era por ser religiosa, era por la dignidad de ser madre”. A pocos pasos, Graciela (57) reproduce casi textual las palabras del entrerriano y agrega que “una mujer se realiza cuando es madre, y si no quiere tener más hijos, tiene que decir que no a ‘eso’, tiene que saber que si va a hacer ‘eso’, las consecuencias son quedar embarazada”. Graciela está con uno de sus hijos que lleva un cartel con la leyenda “Salvemos las dos vidas”. Además del pañuelo celeste, Graciela lleva dos banderas de Argentina y una virgencita y, a diferencia del joven Nicolás, sólo deja de hablar cuando la interrumpen para otra pregunta. “Yo quedé embarazada a los 16 años y lo tuve, tuve que hacer un gran sacrificio, era mal vista, me tuve que esconder en mi pueblo, pero continué el embarazo y tuve los hijos que Dios me mandó”, dice y saluda eufórica antes de irse.

A unos diez metros, la carpa de pasta de dientes para embarazadas enseña a cuidar la dentadura durante la gestación, hacia dentro un grupo de personas con delantales realizan ecografías.

— ¿Eh, pero pañuelos de cuántos colores tenés? ¿Qué es eso celeste y ese rojo?— interpela un peatón a una vendedora en la calle.

— ¡Salvemos las dos vidas y adopción inmediata!— responde la mujer mientras corre a buscar otra bolsa. Son las 17 horas, empieza a llover fuerte. —A los paraguas celestes, a los paraguas por la vida.

“Había también unas mujeres mirando de lejos, entre las que {estaban} María Magdalena, María, la madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, las cuales cuando {Jesús} estaba en Galilea, le seguían y le servían; y {había} muchas otras que habían subido con El a Jerusalén”. (Marcos 15:40-41)

Para Marta Alanis, miembra fundadora de Católicas por el Derecho a Decidir, la fuerte intervención de la Iglesia después de que se lograra la media sanción en Diputados por el aborto legal ha sido el principal opositor a avanzar en la ampliación de derechos para las mujeres y personas con capacidad de gestar. “La Iglesia Católica ha intervenido y obstaculizado el debate. Ha ejercido mucha presión para que no salga esta ley que reconoce un derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos”, dice Alanis, mientras espera la hora de votación en el Hotel Castelar, el lugar que la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito eligió búnker para alojar a las compañeras que llegaron de diferentes provincias. Son cerca de las 19 horas, el Senado (mayoría hombres mayores de 50 años) discute la ampliación del derecho a decidir sobre sus cuerpos de las mujeres y personas con capacidad de gestar. El resultado es un nosecreto a voces, y Alanis no cree en milagros. “Nosotras ya ganamos. La sociedad argentina está hablando del aborto como nunca antes y ya no hay vuelta atrás”.

En una mesa cercana, están la abogada feminista pionera Nelly Minyersky (89) “Vamos a seguir luchando, será el año próximo o el otro”, dice en una arenga calma y segura para sus compañeras. “Me hubiera gustado estar más cerca del Congreso. Seguir bien de cerca a los senadores, pero primero y más importante estar juntas y cuidarnos”, dice Stella Manzano, médica obstetra que expuso en Diputados y en el Senado como miembro de la Campaña por el Aborto y que milita la causa desde los inicios de su práctica médica.

Al regresar a casa, una compañera me espera con comida preparada y el calor de hogar. Es feminista ola verde, jovencita, siempre bromeamos que, por la diferencia de edad, podría ser mi hija pero la hubiera abortado. Este 8A eligió quedarse a cuidar a mi hijo para que yo pueda hacer esta cobertura. No hablamos sobre resultados ni las especulaciones políticas ni los gerontes pro percha del Senado. A la mañana, mientras desayunamos sin más, me dice: “Quiero ser socorrista. Lo estuve pensando anoche mientras seguía la vigilia”. Nos abrazamos. Lloramos. Y confiamos, más que antes. Se va a caer.

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