Teatro Abierto, una experiencia única y colectiva como reacción a la dictadura militar

por Mora Cordeau

«Teatro abierto está vivo», exclama Roberto ‘Tito’ Cossa, uno de los protagonistas de una experiencia única y colectiva que irrumpió en 1981, en plena dictadura militar, cuyas obras breves representadas por un grupo numeroso de actores, aparecen publicadas ahora en tres tomos y serán presentadas mañana en la Feria del Libro.

Publicadas por Argentores, en una cuidada edición, las obras fueron dirigidas entre 1981 y 1983, entre muchos otros, por Roberto Cossa, Osvaldo Dragún, Carlos Gorostiza, Ricardo Halac, Mauricio Kartún, Ricardo Monti, Eduardo Pavlovsky, Roberto Perinelli, Carlos Somigliana, Bernando Carey, Gerardo Taratuto, Abelardo Castillo, Sergio Cecco, Jorge Boccanera y Oscar Viale.
«Sí, Teatro Abierto está vivo y cada tanto reaparece como ahora en el Cervantes, donde están haciendo teatro leído con las obras de esos tiempos. En los últimos años yo he recibido investigadores de Europa y de América latina, intrigados por estudiar este fenómeno de resistencia cultural», reitera en diálogo con Télam el veterano director de «Gris de ausencia» y «El tío loco», dos títulos de ese período.
«Esta iniciativa nació por inspiración de actores, directores, productores -recuerda-, nos sentíamos aislados, prohibidos, y decidimos salir en el Teatro del Picadero con piezas breves, tres obras por semana, a las 18, un horario nada habitual. Inauguramos el 28 de julio de 1981. El presidente de la Asociación Argentina de Actores, Jorge Rivera López, leyó la declaración de principios de Teatro Abierto ese día, en la que señalan su pretensión de ejercitar en ‘forma adulta y responsable’, su derecho a la libertad de opinión».
Se vieron «Decir sí», de Griselda Gambaro; «El que me toca es un chancho», de Alberto Drago; y «El nuevo mundo», de Carlos Somigliana. «Enseguida encontramos una repercusión enorme, a tal punto que a la semana hubo un atentado claramente de la dictadura. Nos quemaron el teatro», evoca Cossa.
«No tuvimos miedo -agrega- porque el teatro tiene la ventaja de ser comunitario, uno se siente más fortalecido, respaldado, y aparte hubo una gran respuesta de los hombres de la cultura y los derechos humanos: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato y el Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, expresaron su solidaridad».
«Cien pintores nos donaron obras para recuperar los gastos, 19 salas se ofrecieron a seguir y elegimos la más impensable, el Tabarís, situado en la calle Corrientes con el doble de capacidad de la sala original. Y bueno, de pronto apareció danza abierta, poesía abierta…. fue la reacción a la dictadura, al autoritarismo cultural», describe Cossa.
«Escribimos contra un orden despótico y brutal, pero aspiramos, pese a todo, a escribir nuestro mejor teatro, a esmerarnos en la búsqueda de su excelencia», se lee en un texto de Teatro Abierto.
-Ese elemento subversivo que tiene el teatro en este tipo de circunstancias ¿a qué lo atribuis?
-En principio el teatro es grupal; un escritor, un compositor, un pintor están solos. En el teatro aparecen los actores, el director y en esos momentos uno se siente más protegido. El teatro también es barato, puede manejar los medios de producción, a veces se hace en una plaza, en un club, no necesita una producción como el cine, aunque es menos masivo.
La visibilidad que tuvo Teatro Abierto marca la importancia del hecho cultural. Había algunas respuestas aisladas como los recitales que empezaban a sacar la nariz; pero este movimiento teatral se convirtió en un hecho político, algo que vimos de entrada porque ya en los ensayos donde a veces iban 20, 30 personas estaba la sala llena y quedaba gente afuera. Creo que la dictadura se dio cuenta de esto y por eso paso lo que pasó.
Otro factor importante en ese entonces tuvo que ver con las buenas obras, curioso. Muchos de los autores participantes escribieron sus mejores obras en esa época.
-Del siglo XX al siglo XXI ¿Qué aporta hoy de novedoso el teatro?
-Lo que ha cambiado mucho es la masividad, es impresionante la cantidad de salas -algunas pequeñitas- que han proliferado por todos lados, estamos ya como Nueva York o París. Dejemos de lado los espectadores, que son bastantes, porque las obras trabajan a veces a sala llena, hablo de las pequeñas salas y es un fenómeno único con una estética diferente a la que fue la mía.
Son espectáculos sin ninguna exigencia política como teníamos nosotros, aunque no se hablase de política, sentíamos que íbamos a ver al teatro un mundo cambiado. Esta generación no tiene problema de hablar del futuro, del socialismo y aparte es un teatro mucho menos narrativo, muy vinculado a la imagen. El hecho es que la palabra está perdiendo un poco de vigencia frente a la imagen, al histrionismo de los actores, una tendencia al humor, no única, con una presencia mayor de espectáculos con música. Estas nuevas características lo hacen perder algo. No se. Yo soy del teatro de la palabra, de la historia.
Los tres volúmenes de «Teatro Abierto» se presentarán mañana a las 20.30 en la sala Victoria Ocampo, con la participación de los dramaturgos Roberto ‘Tito’ Cossa y Beatriz Mosquera, el director Rubens Correa y los actores Marta Bianchi y Víctor Laplace.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *