Terror Policial

Efecto Chocobar en pleno Centro porteño

“¿Qué me pasó? Estaba en la esquina esperando cruzar cuando empezó la balacera. A lo único que atiné fue a tirarme al piso. Y de repente me encuentro con un policía apuntándome a la cabeza, ¡creía que yo era uno de los delincuentes!”, relata a Periódico VAS un hombre de unos cincuenta años, en estado de shock, a punto de quebrarse en llanto. Alcanza a sentarse en una silla de la pizzería Kentucky, en la esquina SO de Paraná y Corrientes. Intenta tranquilizarse, pero sigue temblando: “No entiendo. Hace 30 años que trabajo en El Centro y jamás vi un operativo policial así. Me tiré al suelo por instinto, si no, seguro recibía una bala. Casi me matan”.

6 de febrero.14.30 horas. Martes tórrido. Tribunales, zona del Centro porteño. Miles de personas caminando. Oficinas y cientos de comercios trabajando. Entonces ocurre en la intersección de Paraná y Corrientes una corrida policial al peor (o mejor) estilo hollywood: efectivos, patrulleros, sirenas, motos policiales de contramano, y una balacera intensa que, según los testigos: “Por lo menos duró dos minutos”. En el umbral de la farmacia Porteña de la esquina NE de Paraná y Corrientes, un policía fotografía con su celular los casquillos de las balas de plomo. Dentro de la farmacia, con las persianas laterales bajas, los empleados y clientes están atrincherados. Sus rostros dan testimonio del espanto. No dejan entrar ni salir a nadie. A pocos metros, quedó varada una camioneta gris con al menos 20 impactos de bala, una goma reventada y el radiador despidiendo un líquido verde. Junto al vehículo, hay un hombre en el piso, esposado y sangrando por la espalda. El hombre respira con dificultad, la mancha de sangre crece en la remera.

Enfrente de la camioneta y la farmacia, en la esquina NO de Paraná y Corrientes, está la pizzería La Fainá. Su encargada no sale del asombro, todavía apostada a metros de la puerta relata el tiroteo: “Todo el mundo gritaba, corría, no sabíamos qué hacer. Sentimos miedo”. Un hombre de gorra y remera marrón, describe los hechos: “Estaba en esta mesa (junto a la vidriera que da a la calle Paraná) y de repente veo pasar la camioneta, dos patrulleros atrás y un montón de policías corriendo y disparando. Tiraban desde todas partes siguiendo a la camioneta. Pero fijate que la mayoría de los impactos le dieron sobre el lado izquierdo”, dice a Periódico VAS señalando el vehículo. “¿Qué hice? Lo único que atiné a hacer fue refugiarme detrás de esa columna. Y luego, no me preguntes cómo, me tiré por la barandilla a las escaleras que bajan a los baños, lo mismo hizo la mayor parte de la gente”.
“Yo alcancé a ver a dos flacos en la camioneta”, dice otro cliente de la pizzería, “uno se rajó y al otro le dieron en la espalda, es el que está tirado ahí, sangrando. La Policía tiraba a lo loco. ¿No pensaron que podían lastimar a alguien?”

Veinte minutos después, llega una ambulancia del SAME. Hace maniobras desesperadas para acercarse al herido, pero un patrullero se lo impide y estaciona en la bocacalle. Los paramédicos portan una camilla, suben con dificultad al hombre esposado. Tiene los ojos abiertos, la remera abierta y un gesto de dolor. Con dificultad, lo suben en la ambulancia y parten hacia El Bajo.
La Policía de la Ciudad -que crece en número de efectivos- comienza a vallar la zona, maltrata a los curiosos y se molesta con la prensa. Ninguno de los oficiales consultados por este medio quiso dar una explicación de lo sucedido. Desparramados en las aceras y en el centro de la calle, hay más de cincuenta casquillos de balas de plomo. Los policías hacen una circunferencia de espuma blanca para cada uno. Y un cerco para proteger las circunferencias, esperan a los peritos. De vez en cuando, alguno de los que cuida el cerco pisa alguna marca o patea un casquillo, son los gajes del oficio.

“Desde acá vimos todo. Parecía una de esas películas norteamericanas, ¿vió?”, dice un obrero que trabaja en la construcción de una torre en Corrientes al 1400. “Sentimos las balas y nos asomamos, había cerca de veinte policías tirando a la chata gris aquella”, dice señalando la camioneta. ¿Qué hacía la gente?, pregunta Periódico VAS. “¿La gente?, la gente empezó a correr para todas partes. Estaba aterrada, se metía donde podía o se tiraba al piso. Otros quedaban paralizados, no podían entender, quedaban expuestos. Hubo un viejito con bastón que no sabía qué hacer, sólo se tapaba los oídos, pobre”.

Reconstrucción

El tiroteo de Paraná y Corrientes fue el último y más intenso de una serie de tres. La serie empezó con el asalto de una joyería en la calle Libertad 395, casi esquina Corrientes, a una cuadra del Obelisco. Los ladrones huyeron en una camioneta negra EcoSport encañonados por un policía que acudió a la alarma. Tomaron la calle Libertad, doblaron por Lavalle y una cuadra después, al llegar a Talcahuano, frente al Palacio de Justicia, chocaron y se produjo un tiroteo de efectivos policiales donde fueron heridos dos transeúntes: un prosecretario de un juzgado civil, Ezequiel Allende, y una jueza laboral, Alejandra Danilo, quien recibió dos heridas de bala. Los ladrones robaron una camioneta Partner gris, huyeron por Talcahuano y se dividieron. Esta camioneta fue detenida en el tiroteo de Paraná y Corrientes, su ocupante resultó herido en el torax. Y asombra que no hubiera más heridos, porque hubo más de 50 disparos y se produjo en una hora pico, en una de las esquinas más transitadas de la Ciudad.

El terror está entre nosotros

Un dato muy llamativo, aportado por un notero de TN, es que los ladrones llevaban armas de juguete. De corroborarse esto estaríamos claramente frente a la impericia y al terror policial. Pero aunque no se corroborara, tampoco era necesario semejante despliegue. El despliegue aterrorizó a la población, y dejó además un saldo de tres heridos. ¿Era necesario generar semejante terror?; ¿generar semejante peligro para resolver el robo a una joyería? Sin duda: no. ¿Entonces por qué?
Cabe aquí la posibilidad de que se esté generando a propósito el terror en la población mediante un Estado policial. Un día antes del tiroteo, dijo la ministra de Seguridad Patricia Bullrich: “Le damos al policía la presunción de inocencia… El juez que haga lo que quiera, nosotros como política pública vamos a llevar adelante la defensa de la Policía en acción”. Lo dijo refiriéndose al caso Rafael Nahuel, asesinado por la espalda por un gendarme, y refiriéndose a Chocobar, el policía que asesinó -también por la espalda- a Juan Kukoc, cuando éste se daba a la fuga tras agredir y robar a un turista. Es decir, Bullrich propone un poder policial inusitado donde el gendarme o policía tienen prácticamente licencia para matar o ejercer de hecho la pena de muerte. Y si se suma a esto el homenaje del presidente Macri al policía Chocobar en la Casa Rosada el resultado es de terror, o sea, el tiroteo de Paraná y Corrientes.

Fotos: Mariane Pécora

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