19 años de Cromañón

Recuerdo y Memoria

por Maia Kiszkiewicz

Los recitales son un lugar para expresarse de manera colectiva. Ir a uno, no sólo implica el momento preciso de estar frente a la banda. La mística se siente desde que se anuncia la fecha: conseguir plata para la entrada, ir a comprarla antes de que se agote y decidir con quién y cómo ir también son parte del evento. Además, cuando las redes sociales y los celulares aún eran para pocos, cada show era un momento esperado de encuentro. “Ibas a ver a ese amigo o amiga que sabías que siempre iba. Nos organizábamos para ir en grupo a ver a la banda del barrio. Por eso el 30 de diciembre de 2004, como siempre que íbamos a ver a Callejeros, nos juntamos en la puerta de la sala de ensayo y fuimos en micro”, dice Celeste Oyola, quien la noche del incendio en Cromañón tenía diecinueve años.
El evento tuvo lugar en el barrio porteño de Balvanera en la calurosa noche previa al año nuevo, meses después de que Callejeros haya lanzado Rocanroles sin Destino, su tercer disco de estudio. “Había mucha gente esa noche”, dice Emmanuel Risso, quien para ese entonces tenía quince años, había empezado a escuchar la banda a través de los hermanos mayores y, aprovechando que los más grandes irían, él y su amigo, Fernando, se sumaron. “Nunca había ido a un recital de esas dimensiones. Con mi amigo y los hermanos fuimos adelante, a la valla que separa al público del escenario. Ahí me sentí incómodo, estábamos apretados, tenía un codo en la cara. Pensé: ´si los recitales son todos así no quiero ir a otros´”, dice Emmanuel.

a consumirme
a incendiarme
a reír sin preocuparme
hoy vine hasta acá
(Fragmento de Distinto, el primer tema del recital) 

“No hagan ninguna boludez porque nos vamos a morir todos”, dijo Omar Chabán, dueño del boliche, antes de que empiece a sonar el primer acorde. Pato Fontanet, cantante de Callejeros, se sumó al pedido: “¿Se van a portar bien?”. Las advertencias respondían a que cinco días antes se había producido un principio de incendio en un show de La 25.
Arrancó el recital con Distinto, primer tema de Rocanroles sin Destino, pero duró poco. Alguien del público, en un intento por ser más protagonista que la banda, prendió una bengala que alcanzó a la media sombra que colgaba del techo. “El fuego empezó atrás de mí. Pensé que se iba a apagar, pero hubo una explosión y se cortó la luz. Caminé tratando de no pisar a las personas que se habían desmayado, pero era imposible”, recuerda Emma.
Entre el humo, las linternas de los Nokia 1100 parecían luciérnagas. Celeste estaba en la parte de los invitados y tiene la certeza de que en algún momento se desmayó y alguna persona la sacó del lugar. “A mí alguien, por querer salir, me empujó al piso y caí sentado -detalla Emmanuel-. En ese momento recordé varios momentos de mi vida. Después volví a ese lugar. Lo único que quería era estar con mi mamá”. Ese deseo fue un impulso. Emmanuel se levantó, agarró a una persona del hombro, le preguntó cómo saldrían y recibió palabras tranquilizadoras. A los pocos minutos estaba afuera buscando a su amigo, Fernando, que se desmayó y alguien lo sacó.
A todos les costaba respirar, pero Fernando estaba peor. Por eso fue al hospital Ramos Mejía en ambulancia. Estuvo internado trece días. Los hermanos mayores y Emmanuel fueron por su cuenta y se volvieron a juntar todos en el hospital.

Quiero gritar
pero el dolor calló mi voz
quiero sentir
porque no siento el corazón
(Fragmento de Daños) 

“Cromañón nos pasó a todos como sociedad, como país -dice Celeste-. Nos atravesó. Dejó doscientos pibes menos. A mí me salvó alguien que no sé quién era y eso, para mí, significa que me salvaron todos. No sólo la gente que estuvo ahí sino cada persona que replica la historia para que no se repita”.
Emmanuel no salió de su casa hasta el cinco de enero. Ese día lo visitó un amigo y fueron a tomar un helado. Ahí le contó lo que había vivido. La noche posterior no pudo dormir. “Estaba agitado. Mi familia me contuvo. Pensé que me faltaba el aire por el calor, pero después de un rato decidimos ir al Hospital Posadas y se dieron cuenta de que tenía poco oxígeno en sangre”, explica. Emmanuel quedó internado hasta el 10 de enero con neumonitis química. Estuvo algunos días con oxígeno, le hicieron un tratamiento y le dieron el alta.

Y ese drogadicto alarido
cuando se quiebran todos los sentidos con una canción
fue el que jugó todo el tiempo en mi mente
como abogado y liberó para siempre a esta ciega razón
de vivir
de tratar de lograr
ser la revancha de todos aquellos
que la pelearon al lado, de cerca o muy lejos y no
pudieron reír sin llorar. 
(Fragmento de Rocanroles sin Destino)

Alfredo Grande, psiquiatra y psicoanalista, destaca la importancia del hablar en grupo porque al hacerlo no solo decimos palabras, sino que también expresamos sentidos, y si hay alguna curación posible tras haber vivido una masacre es dar sentido a las cosas. “Porque tratando de entender lo que pasó más allá de lo descriptivo y de lo particular aparecen cosas que incluso aún no se han modificado: el negocio de la noche, por ejemplo, la droga y la falta de agua. El lucro con la vida”, determina Alfredo Grande y explica que para eso se necesita un dispositivo grupal.
Para Celeste, lo que pasó después de Cromañón se divide en dos períodos: la resistencia desde el barrio La Matanza, una trinchera de contención en la que la mayoría había pasado por lo mismo; y la búsqueda por la Ley de reparación integral para sobrevivientes y familiares, que fue aprobada nueve años más tarde y brinda un subsidio mensual y vitalicio a las víctimas en estado de vulnerabilidad como consecuencia del impacto provocado por esta tragedia, y además contempla atención médica y psicológica.

Que se acaben los vivos,
los idiotas
el hambre
o esta política
Que es más o menos lo mismo
Y ya no da para más
(Fragmento de Rehén)

En ese momento el presidente era Néstor Kirchner y el Jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, parte del Frente Grande. El costo político fue alto. “Cromañón sacudió las estructuras del poder, Néstor Kirchner se recluyó en el Calafate durante los días posteriores a la tragedia, y meses después Aníbal Ibarra fue destituido a través de un juicio político impulsado en la Legislatura porteña por el Frente Compromiso para el Cambio, con Santiago de Estrada, Gabriela Michetti y Marcos Peña, Juntos por Buenos Aires, con Diego Santilli y Jorge Enríquez, el ARI y otros partidos.
Alfredo Grande recuerda que entre las familias hubo quienes culparon a la banda y quienes dijeron que la responsabilidad era de Ibarra. Además los legisladores neoliberales que más tarde formarían el partido PRO (Propuesta Republicana) hicieron lo suyo para condenar a Ibarra. Y de esta manera, la tragedia de Cromañón devino en un trampolín para que, al momento de una nueva elección en 2007, Mauricio Macri llegara a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad.

Que sea este el lugar, pero convertido
En diciembre del 2023 se sancionó la ley 27.695, que declara de utilidad pública y demanda la expropiación de Cromañón por considerarlo un espacio necesario para la memoria. Un año más tarde, a diecinueve años del incendio, la ley se reglamentó.
“El proceso expropiatorio significó entrar nuevamente al lugar, pero esta vez con el Estado haciéndose responsable. Abrir esa puerta para que funcione un espacio para la memoria es saldar una deuda enorme”, describe Oyola. El espacio para la memoria se celebra porque es un lugar para la construcción histórica, política y afectiva. “La memoria nunca es completa, siempre es a completar. Esa es una de las diferencias con el recuerdo, que es permanente. Por eso es necesario que haya lugares que habiliten que esto suceda”, concluye Grande.
Por su parte, Celeste afirma que la búsqueda es por desandar mitos, como el de la guardería en el baño, y poner de manifiesto la solidaridad que existió esa noche en la que la mayoría fueron salvados y salvadas por personas que no conocían, pibes que dieron la vida el uno por el otro. “Queremos dejar testimonio. Porque la historia la escriben los pueblos y eso es lo que hacemos”, afirma Oyola.

La libertad, el recuerdo y el presente
Alfredo explica que es importante tratar de encontrar sentido al hecho: “La falta de sentido enloquece, la famosa pregunta de por qué me pasó a mí”. “Lo importante es qué hacés con lo que te pasó”, afirma Celeste y Emmanuel agrega: “Hice terapia, trato de que no me deprima. Tengo la convicción de que hay que disfrutar lo que pasa cada día porque uno se puede morir en cualquier momento. La vida es un regalo y hay que aprovecharla”. Celeste también apuesta por pensar en las posibilidades para la que la existencia sea con salud: “Hace años que planto árboles por los pibes y las pibas de Cromañón. Lo hago para la posteridad, dejo algo que trascienda la existencia como solidaridad. Porque el oxígeno que me faltó a mí el 30 de diciembre de 2004 quiero que les quede a las generaciones que vienen”.

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