Abandonar, quemar, especular

“Hoy estuvo el fuego en esta carpa / Ese fuego prepotente y vanidoso / Que pretende borrarnos de la historia. / Fuego contra fuego apaga el fuego / Le opusimos otro fuego / ¡La memoria! / Es un frágil fuego / ¡Hay que cuidarlo!/ Desde abajo / Desde la pista de un circo / Desde un escenario / Desde la plaza, la calle / Desde el barrio/ Alimentarlo, apantallarlo, soplarlo /Desde abajo”.

Grupo Catalinas Sur, Carpa Quemada

 

por Mariane Pécora

Ignacio se acerca hasta las vallas que dividen avenida Corrientes. Se muestra temeroso. Es delgado, pálido, tiene la mirada apesadumbrada, lleva una gorra de béisbol y habla con cierta timidez. Noto la estrella de una desgarradura sobre su ceja izquierda. La carne expuesta y abierta delata un golpe reciente.
-¿Qué están haciendo?, pregunta señalando con la cabeza al grupo de artistas congregado frente a lo que quedó de la fachada del Teatro Alvear.
-Se está haciendo un acto en repudio al vaciamiento de la Cultura, respondo.
El joven mira sin entender y murmura: “Estaba ahí cuando incendiaron los colchones, me salvé de milagro. No sé cómo salté estas vallas”, dice aferrándose con una mano a la cuadrícula de hierro. “Los guardias del Paseo (de la Plaza) me apagaron el fuego”, agrega y exclama: “¡No quiero pisar más ese lugar!, ¡tengo miedo!”.

Es sábado por la tarde y Corrientes es un hervidero de gente transitando sobre tablones movedizos, veredas mal alineadas; perdiéndose en el laberinto de vallas amarillas o esquivando postes y restos de escombros. Es sábado por la tarde y el grupo de artistas que integra Escena Política convocó a una asamblea abierta frente al Teatro Alvear, incinerado en la madrugada del 28 de agosto. Es sábado por la tarde y hace exactamente 1483 días que el Teatro Alvear atraviesa un incierto proceso de “reacondicionamiento de cubiertas e instalaciones”, como explica el cartel amarillo no alcanzado por las llamas.

Peligro de incendio
El Teatro Alvear cerró sus puertas el 24 de mayo del 2014. Los funcionarios del Gobierno porteño anunciaban entonces la “puesta en valor” de ese espacio. Para justificar el cierre hablaron de falta de mantenimiento en las instalaciones, deficiencia del sistema contra incendios y un obsoleto sistema eléctrico. Se libraron una serie continua de partidas presupuestarias para llevar a cabo las remodelaciones. Literalmente, estas partidas se esfumaron. Hace cuatro años que el teatro permanece cerrado y en total estado de abandono. Su fachada se transformó en refugio de personas en situación de calle. Una postal que contradice el afán de anonimia que Larreta pretende dar a la ciudad toda y en particular al cotillón peatonalizador de la avenida Corrientes. Por eso ardió en llamas.


La madrugada del 28 de agosto, Ignacio se encontraba en el lugar. Esperaba a un amigo que trabaja en un restaurante ubicado en Corrientes y Montevideo. De repente sintió un golpe en la sien, quedó aturdido, pero pudo ver como un grupo de personas (hombres y mujeres) rociaban con nafta y prendían fuego a los colchones instalados en vereda. Sintió el ardor de las llamas en su espalda y corrió hacía la calle. Como pudo trepó y saltó las vallas. Las quemaduras no fueron de gravedad, pero lleva la espalda vendada. “Siempre pasaban y nos insultaban; nos decían negros de mierda los vamos a matar a todos”, relata y asegura que tiene identificados a los autores del siniestro. “No viven en la calle”, dice. “Viven allá abajo”, agrega y señala con el brazo hacía el obelisco. “La policía sabe quienes son. Todos los conocen, desde los guardias de seguridad de enfrente hasta el muchacho que trabaja en el teatro. Pero, ¿sabé que?, la policía no va a investigar nada. Ayer me los encontré en el Bunger King de la otra cuadra, me vieron entrar con mi hermano y se mataron de risa”.

Danzar sobre las cenizas
Cultura Quemada, se lee en la pancarta improvisada frente al Teatro Alvear, la escribió con cinta de enmascarar, mucha paciencia y sobrada creatividad el colectivo de artistas de Escena Política junto a otras agrupaciones y personalidades de la cultura. Hace años que los artistas reclaman la apertura del Teatro Alvear. Este sábado, tras la tragedia, convocaron a una asamblea abierta, aspiran a salvar el teatro y crear un futuro para el espacio. Invitaron a Enrique Avogadro, ministro de Cultura porteño y a Jorge Telerman, director de Complejo Teatral Buenos Aires. No se hicieron presentes.


La actriz Cristina Tejedor toma la palabra, hace un raconto de las partidas presupuestarias que la Legislatura porteña aprobó para refaccionar el Teatro Alvear, exige explicaciones, pide que se eleve un pedido de informes. Julio Cortese, de la agrupación Actuemos, hace lo propio, responsabiliza a Larreta y a Teleman del actual estado del Teatro Alvear. Exige que la Asociación Argentina de Actores tome cartas en el asunto, que se sume a este reclamo. La periodista Claudia Acuña insiste en no naturalizar la destrucción de la cultura y sugiere “Si los funcionarios no saben cómo administrar un teatro, que nos lo den a nosotres, que sí sabemos cómo hacerlo”. El actor César Arakaki, propone organizarse y llevar a todas las salas teatrales la propuesta de Salvar el Teatro Alvear. Las voces fluyen y las propuestas confluyen.

Es sábado por la tarde y hace cuatro días que el frente, la marquesina y el techo del Teatro Alvear fue devorado por el fuego. Es sábado a la tarde y hace cuatro días que la vereda del Teatro Alvear está vallada, han improvisado una especie de pasadizo o laberinto entre la obra de peatonalización de Corrientes y la vereda del teatro. Hace cuatro días que Ignacio es un sobreviviente, deambula por el lugar como extraviado. Confiesa que le aterra ver las huellas del fuego. Tiene apenas 24 años, es un joven más excluido del sistema que sobrevive de changas o pidiendo limosna: “Cuando juntaba unos pesos me pagaba un hotel, sino dormía aquí”, dice.
Diez años atrás, el ministerio de Espacio Público comandaba las UCEP (unidades de control del Espacio Público). Un grupo de tareas uniformado que actuaba por la madrugada persiguiendo, hostigando, golpeando y desalojando a personas en situación de calle. Una flagrante violación a los Derechos Humanos, que fue llevada a la Justicia y por la que el entonces Jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, permanece imputado. Las UCEP nunca se disolvieron, se transformaron. Ya no se puede identificar a los agentes que actúan en la “limpieza” del espacio público, pues visten de civil. El incendio de la fachada del Teatro Alvear no fue casual, fue provocado. Existen filmaciones, testigos y testimonios que dan cuenta de este accionar. La policía se niega a dar información. La fiscalía omite hacer declaraciones. Lo cierto es que “limpiar” la fachada del Teatro Alvear de indigentes no aporta en nada a la Cultura, pero sí  beneficia a la especulación inmobiliaria: El 25 de julio pasado, el Jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, presentó un proyecto ante la Legislatura porteña para vender 51 inmuebles “obsoletos” de la Ciudad. Entre ellos figura el edificio del Teatro Alvear.

La chispa de la especulación
“Arder está en la naturaleza del teatro, se dice. Es una poética y no menos verdadera definición. Pero prefiero la imagen opuesta -o antagónicamente complementaria- según la cual la naturaleza del teatro está en renacer empecinadamente de las cenizas a las que periódicamente es reducido por los ardores que enciende arriba y abajo del escenario”, escribe Olga Consentino, ensayista, investigadora y crítica teatral.

La historia del teatro en nuestro país parece estar signada por el fuego y por la especulación inmobiliaria. La Ranchería se denominó el primer teatro con que contó la Aldea en 1783, estaba emplazado en la esquina de las actuales calles Perú y Alsina, y en 1792 fue misteriosamente devorado por el fuego. En 1910, mientras se realizaban las celebraciones del Centenario, una patota “patriótica” de jóvenes aristócratas incendió el circo criollo del payaso Frank Brown; la carpa afeaba el baldío de Córdoba y Florida. En 1977, durante la dictadura cívico-eclesiástico-militar, ardió el Teatro Argentino de La Plata. En 1981, en nuestra ciudad, estalló el Teatro El Picadero donde se desarrollaba el ciclo de resistencia cultural denominado Teatro Abierto. Algunos de estos teatros sobrevivieron, otros se transformaron, muchos fueron arrancados de cuajo y sobre sus simientes hoy se erigen babilónicas torres espejadas. El terreno donde funcionó el Teatro Politeama, en la intersección de las calles Paraná y Corrientes, y el predio donde se erige el Teatro Alvear, son presas apetecibles para la voracidad inmobiliaria. Una ya fue deglutida, la otra está en vías de serlo.

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