Asamblea de Plaza Dorrego. Política sin clase política

por Celeste Choclin

Asamblea Popular de Plaza Dorrego. Una organización barrial que nació al calor del “qué se vayan todos” y hoy, a doce años de su creación, demuestra que es posible la construcción política desde la horizontalidad. Un recorrido por su historia, sus actividades, su forma de trabajo, su relación con el barrio.

Elsa recibe a Periódico VAS en el local de San Juan y Piedras, barrio de San Telmo. Comienza una charla distendida y amena. Al rato se suma Gabriel con unos mates, poco después llega Lucho, y se van acercando a la mesa más integrantes de la Asamblea. El ambiente resulta familiar. Entre mate y mate, Elsa nos cuenta la historia de esta organización, que se remonta a la revuelta del 19 y 20 de diciembre de 2001: “Eran momentos económicamente muy duros, y en principio los vecinos se reunieron para hacer una olla popular, porque lo más importante era la comida. Aquí había un terreno baldío y se utilizaba para hacer las ollas a diario.”
Más tarde surgió la idea de construir en el terreno y con la ayuda de todos comenzaron las obras. Se hizo primero la planta baja y más tarde el piso de arriba. Al mismo tiempo empezaron a plantearse microemprendimientos para la gente del barrio, como la producción de panes caseros, ferias americanas, y un taller donde se enseñaba a trabajar el cuero.

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Entre todos
“Nunca recibimos financiación de ningún gobierno, siempre fuimos autogestionados”, continúa Elsa, “en principio tuvimos la ayuda de los vecinos, donaciones, y hoy hacemos peñas una vez al mes con un bono contribución y la consumición en la cocina. A veces viene gente a celebrar los bautismos, fiestas, y como sale tan caro nos piden el espacio. Nosotros no cobramos, pero les pedimos una cantidad de elementos no perecederos para la olla que hacemos todos los domingos”.
Cuenta Lucho, que también vienen grupos a ensayar o a hacer talleres: “está bien, pero hay cosas que no se negocian, nosotros ponemos como condición que las actividades que se hagan deben ser abiertas al barrio y gratuitas“.
Cada año, la Asamblea brinda talleres de computación, música, teatro, murga, mural. Han realizado ciclos de cine y también trabajan con el programa del PAEByT, que da título primario para adultos y adolescentes, “el año pasado se recibieron dos compañeros en situación de calle”, dice Lucho con orgullo.

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La olla
La olla popular que dio inicio a la Asamblea se mantiene como una de las actividades centrales. Cada domingo al mediodía más de cien personas comparten este almuerzo colectivo. Cuenta Lucho: “tenemos un 60% de personas estables y un 40% que va variando, hemos conseguido que la gente sienta este lugar como un espacio de pertenencia.”
La olla no se limita a dar de comer. Elsa dice que los domingos, un rato antes, un grupo de la Asamblea se reúne con los que vienen: “para poner la oreja y que hablen lo que tengan que hablar”. También se brinda asesoramiento legal, ayuda para trámites, turnos, y más… “Por ejemplo: te encontrás con madres solteras que, por estar en la calle, tienen algunas adicciones y el Gobierno de la Ciudad en seguida les saca los chicos. Ahí tratamos de intervenir”. Dice Gabriel que la gente que asiste fue variando: “Antes venían más familias, ahora concurre más gente de calle, gente sola. Buenos Aires tiene una atracción para las personas necesitadas, es algo muy perverso porque hay todo un circuito que les da la posibilidad de sobrevivir pero no de cambiar.”
“No es fácil”, admite Lucho, “sin embargo el año pasado salieron quince personas de la situación de calle.”

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Un logro para festejar
La Asamblea ha tenido que sortear dificultades, sobre todo con un Ejecutivo porteño que desde su visión neoliberal ha ido obstaculizando el trabajo de las organizaciones sociales. El año pasado, los asambleístas se enteraron de que el gobierno del PRO tenía la intención de poner a la venta su sede por considerarla “innecesaria”. Los asambleístas llevaron a cabo una tarea perseverante ante la Legislatura porteña para defender su lugar. Finalmente, los ediles aprobaron la extensión de 20 años para utilizar este espacio. Antes terreno baldío, después olla popular, y hoy un edificio de dos plantas con entidad barrial. Como no podía ser de otra manera, el triunfo se festejó a lo grande.

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Una organización horizontal
Vivimos en una sociedad anclada en el pensamiento individual donde prevalece la idea del éxito personal y resulta mucho más cómodo delegar que participar. En ese contexto, sostener una organización colectiva que trabaja en forma horizontal no es una tarea sencilla. “La tendencia es a tener poder”, dice Elsa, “no es fácil, porque incluso los asambleístas tenemos personalidades fuertes, pero se habla mucho esto, tratamos de ir balanceando. Yo creo que subsistimos porque todos tenemos muy claro lo que queremos: hacer un trabajo social en forma colectiva, realizar intervenciones sin perder la territorialidad, ayudar a resolver los problemas del barrio.”
“La Asamblea hace 6 años estuvo a punto de desaparecer”, comenta Lucho, “éramos a veces cuatro personas, a veces cinco… Pudimos revertir la situación, hoy somos treinta personas. La olla se sostiene con compañeros de la Asamblea y gente en situación de calle que viene a colaborar. Comenzamos a trabajar fino. Creo que el balance de la Asamblea de los últimos dos años es positivo, cuantitativa y cualitativamente. Doce años de existencia de una organización social no es poco, nacimos a partir del “qué se vayan todos”, desde la idea de que hay otra forma de hacer política más allá de los partidos convencionales. Hoy, podemos seguir sosteniendo la idea.”
Para Gabriel el proceso de Asamblea terminó, “luego se dio la etapa de las organizaciones que vinieron a raíz de ese proceso. Nosotros nos seguimos llamando Asamblea y mantenemos algunas prácticas; pero hemos madurado otras tantas, como la consolidación de grupo, los modos de llevar a cabo la organización, el trabajo colectivo”.
Agrega Lucho: “Para mi los jueves son como un bálsamo, nos reunimos en círculo, se levanta la mano, se anota. Todos tienen derecho, todos pueden hablar, lo que se va a decir va a ser escuchado y tenido en cuenta. Y así hemos subsistido.”
“De todas maneras”, sostiene Gabriel, “hablar de horizontalidad no implica evadir la complejidad, nos es que todo valga igual o que todos piensen lo mismo: lo que somos es la síntesis de todo un proceso de construcción colectiva”.

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Con la memoria presente
Con la idea de mantener la memoria viva, cada 23 de marzo por la noche realizan una Marcha de Antorchas que recorre los domicilios de las personas que desaparecieron en la última Dictadura Cívico-Militar. A esta actividad se han ido sumando otras a lo largo de los años, como la reconstrucción de las “baldosas de la memoria”, la realización de una radio abierta, y un mural. Junto a la agrupación Encuentro por la Memoria fueron parte del proyecto de trabajo para reconstruir la memoria en el sótano de un edificio, que pertenecía al Servicio de Aprovisionamiento y Talleres de la Policía Federal, donde funcionó un centro clandestino de detención. Se realizaron excavaciones en este lugar y se calculó que estuvieron secuestradas más de 1500 personas.
Así lo cuenta Lucho: “Primero la tarea prioritaria fue la localización de familiares, después el trabajo de desenterrar a los que estuvieron allí. Lo que hicimos fue desenmascarar, mostrarle al barrio lo que pasaba en ese lugar, decir que por el autoelevador se bajaban a los compañeros, ubicar la primera sala de tortura”.
El 24 de marzo, la Asamblea se suma al Día de la Memoria, pero lo hace desde su recorrido particular, así lo detalla Gabriel: “Tenemos una rutina, marchamos por San Juan hasta Entre Ríos, ahí le hacemos un homenaje a Rodolfo Walsh, luego nos juntamos con otras organizaciones barriales, pasamos por Virrey Ceballos y hacemos un homenaje a los compañeros que pasaron por este ex centro de detención. Llegamos a la Plaza de Mayo y ahí es donde empieza la horizontalidad: cada uno hace lo que siente. Somos tan abiertos que podemos darnos el lujo de compartir ciertas cuestiones y a la vez tener diferencias partidarias sin que ello perjudique nuestra organización”.

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Una asamblea
La entrevista termina, pero el mate se renueva porque van llegando más asambleístas que poco a poco y sentados en círculo comienzan, como cada jueves a las 21 hs, la reunión semanal. Se elige el coordinador y se da lugar a los temas del día: curso de informática, una charla sobre la situación de Venezuela, la próxima peña… Van dando sus opiniones uno a uno en un llamativo orden y una escucha atenta. Realizan propuestas y planes de acción. Se habla de alfabetización informática en vez de enseñar programas para un empleo, de lo que ocurre en Venezuela, y de cómo, curiosamente, a partir del intento de golpe de Estado al presidente Nicolás Maduro, alguien o algunos han intervenido los carteles de la calle República Bolivariana de Venezuela en el barrio de San Telmo.
Dejamos el lugar un tanto contagiados del entusiasmo asambleario y con la alegría de comprobar que la construcción de una organización horizontal más que una utopía o una acción momentánea puede ser una realidad, que un proyecto de intervención territorial puede superar las individualidades y que los cambios profundos en una sociedad se logran a partir del trabajo colectivo.

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