Crónicas VAStardas

…Y todo el cielo, y más allá, el metrobus.

por Gustavo Zanella

Los dioses nos odian, no hace falta ni decirlo. O nos cagamos de calor y nos cortan la luz, o nos cagamos de frío y nos cortan la luz. O tenemos un gobierno popular que nos caga a palos con una sonrisa fraterna que combate al capital, o nos toca un gobierno elitista que nos caga a palos en nombre de sus amistades bancarias. Es cierto, cada tanto -los dioses- nos tiran un mundial, para que la monada se conforme y no rompa las bolas por un rato, o nos tira un hueso en forma de metrobus en San Telmo, para que las señoras coquetas alaben la iluminación que suplanta la oscuridad terrible que los preparativos del mismo metrobus habían generado. Algo de eso atraviesa la charla de unos pibes sin techo que se acurrucan frente a una concesionaria sobre Paseo Colón, a 10 metros de donde se tramita el DNI. Se amuchan en la recova, por el frío. Apolillan ahí, morfan ahí, y ahí, en más de una oportunidad, los vi ponerla. No me escandalizo, todos tenemos derecho si nos asiste la suerte, y hasta el más pobre merece una alegría. Tal vez no en horario escolar, con los chicos pasando por la vereda para ir a la escuela, pero bueno, los caminos del señor son misteriosos. La cosa es que como la obra está inaugurada pero sin terminar, usan unos enchufes que quedaron al aire libre para calentar el agua para el mate. Se lo ceban sentados cual bacanes en esos asientos de diseño hechos con cemento de Eslovenia. A diferencia de los ecologistas de paladar negro y los nostálgicos de la arquitectura de antaño, no están disgustados con la obra. Aparte de los enchufes quedaron canillas, que les brindan la posibilidad de tener agua corriente y darse una enjuagada cuando la temperatura es más amable. Tienen el refugio para indigentes de Independencia y Paseo Colón, pero ahí se ponen la gorra y no los dejan entrar con las cosas que juntan, que les dan, que son suyas del mismo modo que la marihuana jujeña es de Morales, o los dólares fugados, de los amigos de Mauricio. Tampoco los dejan entrar con sus perritos. Tienen 2. Gorditos. Lindos. Cusquitos marca perro, pero fieles. A la noche, cuando la fresca les despieza los huesos, se meten los 4 tipos y los 2 perros bajo una frazada gigante y remendada. A veces comen algo caliente que traen de la iglesia ortodoxa rusa que tienen a unas cuadras; otras, toman lo que consiguen, fuman lo que encuentran. Hay días en los que actúan en el papel del buen salvaje más o menos normalizado, y otros no. Otros se ponen picantes, peligrosos, como le pasaría a cualquiera si tuviera hambre y frío ante el mechupahuevismo de los demás.

Mientras esos corren la coneja, a pocas cuadras se amontonan en barcitos chic de falsa marginalidad grupitos de estudiantes de cine y extranjeros en plan de turismo social. Salen a fumar y se protegen del frío tomando Campari con rodajas de naranja como si la calle fuese una terraza del Café del Mar, en Ibiza. Hacen 5 grados y a las 6 de la tarde ya es de noche, pero un par visten bambula blanca y bermudas al tono. Hablan un idioma que no distingo, noruego, nicaragüense, nahuatl, algo así. No son de una etnia que se distingue fácilmente. Uno es negro. Los estudiantes de cine son más conspicuos. Se visten más o menos de la misma manera, hablan siempre más o menos de lo mismo, tienen el mismo tono de voz. Son simpáticos mientras están sobrios y usan esos anteojos con marcos de carey tan de moda en los ´60. Los tengo junados porque siempre hacen after office por la misma cuadra, cuando salen de cursar. Como todo grupito de la facu, las edades son variadas, el veterano que se las sabe todas e imparte sabiduría, el langa borrachín, la chica sin pudores sexuales, la sabionda, el sabiondo que le quiere entrar a la chica sin pudores y un par de satélites que van y vienen. Los turistas de bambula debaten algo en su idioma hasta que la chica sin pudores, algo bebida y sin mucho decoro les dice en un perfecto inglés de Oxford que la mejor opción es que caminen 2 cuadras hasta el metrobus y se tomen el 62 hasta Recoleta. Los turistas de bambula la miran con sorpresa porque ellos hablaban en su idioma -cualquiera sea-, pero al parecer la piba les tiró la posta en el idioma de nuestro señor Carlos III de la Gran Bretaña. Le contesta el negro en un inglés timorato. Le dice algo así como que querían evitar ir para el lado de Paseo Colón porque tuvieron una mala experiencia con unos homeless agresivos. Uno de los tipos le muestra un dedo vendado, el negro agrega que un perro que estaba con los homless lo mordió.
La chica sin pudores sexuales ríe de manera explosiva. Le sale por la nariz el mismo trago azul que tiene en el vaso. Cuando se limpia les dice en castellano:

-Les falta cumbia, chicos. -Da media vuelta y entra al bar. Los turistas se miran sin entender un carajo.

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