La Otra Historia de Buenos Aires

Antecedentes
PARTE XXVII
La coronación de Carlos y el Imperio del “Más Allá”

por Gabriel Luna

Diez años después de ser coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en Aquisgrán, Alemania, Carlos V revalidará ese título en Bolonia, donde será coronado además rey de Italia, y coronado finalmente emperador de la Cristiandad por el papa, tal como lo fuera Carlomagno.
El papa Clemente VII llega a Bolonia el 20 de octubre de 1529 y Carlos hace su entrada triunfal el 5 de noviembre. Viene desde Barcelona, donde ha capitulado con Cortés otra expansión imperial en América; viene desde Génova, donde ha desembarcado con un ejército de 12.000 hombres; desde Piacenza, donde ha unido a su ejército los tercios al mando de Antonio Leyva y Pedro Mendoza, que triunfaron en la batalla decisiva de Landriano y anexaron al Imperio el norte de Italia. Carlos es recibido a la entrada de la ciudad por 25 cardenales en sus cabalgaduras, quienes desmontan e inclinan sus cabezas en gesto de sumisión. Y, como solían hacer los antiguos emperadores romanos al volver de sus campañas, Carlos y su ejército encabezado por los tercios atraviesan varios arcos ornamentados de camino al centro de la ciudad. Hay arcos con imágenes de Júpiter, Néptuno, Minerva, Baco y Apolo, hay con estatuas de Julio César, Augusto, y Constantino -el primer emperador cristiano-, y también de Carlomagno -el último-. La multitud se apiña en las calles coreando el nombre del nuevo emperador bajo una lluvia de monedas. La marcha es lenta y solemne, Leyva y Mendoza disfrutan del homenaje próximos al emperador. Y Carlos es recibido por el papa Clemente en la plaza mayor, donde hay fuentes con formas de águila y leones imperiales lanzando distintos vinos. Y se ha dispuesto un banquete para el ejército y la multitud, de carnes recién asadas, quesos y confituras. Bolonia engalanada vive una fiesta continua de colores, danzas, olores, coros y procesiones en honor a un hombre rubio, de casi treinta años, que se ha convertido de pronto en el centro del universo.
Carlos y Clemente se alojan en el palacio de Accursio -actual sede municipal de Bolonia- y toman habitaciones contiguas, que les permite hacer reuniones sin protocolos, organizar minuciosamente actos y ceremonias. Y fijan la coronación principal, por propuesta del emperador, para el 24 de febrero de 1530, coincidente con el cumpleaños número treinta de Carlos. ¡Cuatro meses después de haber llegado a Bolonia!
¿Por qué semejante estadía, con tanto quehacer imperial en el mundo? La única explicación plausible son el narcisismo y la megalomanía. Carlos V, el alto muchacho rubio de enorme mandíbula inferior, caballo blanco y envuelto en pieles, reina sobre un territorio comparable al de Alejandro, mayor al de Carlomagno, y que continúa extendiéndose en América.
Pero además, Plus Ultra (Más Allá) es el lema imperial y una meta. Lo que proponen Carlos y su canciller Mercurino Gattinara (el estratega y artífice político del Imperio) es la monarquía universal. Nada menos. La meta final del absolutismo. Esto explica lo fastuoso, la coincidencia, la permanencia, y la coronación por el papa del gran soberano de la Cristiandad.
Pero lo curioso es que Carlos V, el gran soberano de la Cristiandad, arrasó al núcleo de la Cristiandad hace apenas tres años. Los ejércitos imperiales saquearon Roma, la ciudad del cielo, y la convirtieron en un infierno.1 Sacerdotes sacrificados como Cristo en las iglesias, gritos de espanto, monjas desnudas corriendo entre los cadáveres de los guardas suizos en la basílica de San Pedro, violadas en los altares o en los conventos. Y el papa Clemente VII, este mismo que ahora está por coronar a Carlos, también fue una víctima, fue entonces prisionero de las tropas imperiales en el castillo de Sant’Angelo y tuvo que pagar un rescate para salvar su vida.

Primero sucede la coronación de rey de Italia en la capilla Farnese, situada en el mismo palacio Accursio -donde se alojan el emperador y el papa-. Allí Carlos recibe la corona de hierro, moldeada (según cuenta la leyenda) con uno de los clavos de la cruz de Cristo. Y dos días después, el 24 de febrero de 1530, en el cumpleaños del emperador, ocurre la coronación solemne. La plaza mayor está a tope. Se ha construido para que todos puedan ver al emperador -al modo de los actuales recitales de rock- un puente de madera sobre la plaza, que va desde el palacio Accursio hasta la basílica de San Petronio. Por la mañana, inician el paso del puente los duques de Saboya, Urbino, Baviera, y el marqués de Monferrato, portando la corona de oro, la espada, una esfera y el cetro, que son las insignias imperiales. Y varios metros después los sigue Carlos, llevando la corona de hierro y un largo manto dorado, sostenido desde atrás por el conde de Nassau. Poco después de pasar este último, parte del puente se derrumba y provoca tres muertes y muchos heridos. Pero la ceremonia en la basílica sigue según el ritual acordado.
Carlos es investido como canónigo de San Pedro e ungido con los santos oleos por dos cardenales. Al llegar al altar mayor, el papa Clemente le entrega la espada del “derecho a la guerra”, que “le obliga a tomar las armas para defender la fe” (cuestión que puede interpretarse en América como invadir, someter y saquear en nombre de la fe), luego le entrega el cetro, para mandar a las naciones, y la esfera que representa al mundo (según la meta de la monarquía universal), y por último le ciñe la diadema de oro de los emperadores, la corona de los césares.
Carlos V y Clemente salen a la plaza mayor, los saluda una salva de bombardas, un vuelo de palomas, y luego el grito de la multitud: “Viva Carlo V Imperatore Invittissimo”. Los espera, el tercio español, Leyva y Mendoza -el futuro gobernador del Río de la Plata- para escoltarlos, al papa y al emperador bajo el mismo palio, y a una columna de notables, en una recorrida a caballo por la Ciudad. Suenan timbales y trompas, se eleva otro grito, y hay otra lluvia de monedas.

(Continuará…)

1. Ver en La Otra Historia de Buenos Aires “De paraísos y putas, expediciones, guerras y saqueos”, Periódico VAS Nº 156. Y ver “Del saqueo de Roma al saqueo de América”, Periódico VAS Nº 157.
Imagen: Gaspar De Crayer – Coronación del Emperador Carlos V en Bologna por el Papa Clemente VII.

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