La Realidad Sin Chamuyo

por Rocío Bao y Mariane Pécora

Existe en la Ciudad una escuela de puertas abiertas donde no sólo se aprende a leer y escribir, también a amar. Estamos hablando del Centro Educativo Isauro Arancibia, un instituto modelo que da contención a adolescentes y adultos en situación de calle. Allí comen, se capacitan, reciben contención emocional y psicológica, aprenden oficios, hacen amigos y se reconocen como sujetos de derecho.
Allí, docentes, capacitadores y alumnos pugnan por desterrar el imaginario social que los invisibiliza, o bien, los relega a la condición de ‘pibe chorro’. Lo hacen corriéndolos del lugar de víctimas y colocándolos en el papel de protagonistas. Cada proyecto, entonces, se transforma en voz, en testimonio y en grito.  Pero también en un mensaje preñado de sueños.
Desde hace once años, los pibes y pibas del 2° y 3° ciclo, dan vida a uno se esos sueños. Se trata una revista donde se proponen temáticas que los atraviesan.  Se llama La Realidad sin Chamuyo, y tiene mucho para contar.

Cada jueves, de forma dinámica y ocurrente, Martina Matusevich y Victoria (Vicky) Yornet, coordinan el taller donde los pibes y pibas confieren una mirada propia al mundo que los rodea y la plasman en La Realidad Sin Chamuyo.

“La revista relata, desde nuestro lado, quiénes son los pibes en situación de calle, cómo viven, qué sienten, qué necesitan, qué desean”, dice Martina a Periódico VAS y agrega: “Está hecha por pibes, con lenguaje de pibes, y con un contenido que a ellos los implica. Habla de situaciones como el amor de pareja, el amor de familia, las adicciones, vivir en la calle, no conseguir trabajo, música. También de temas de adolescentes. La idea es que pueda servirles a ellos, que pueda concientizarlos, porque son razonamientos de pibes para otros pibes”.

Martina concibe a la revista como la contracara del relato estigmatizador que los medios de comunicación masivos hacen de los pibes y pibas en situación de calle. Pero también como una herramienta que los habilita a deconstruir ese relato y elaborar uno propio. “Para lograrlo analizamos las cosas de manera contextual, tratando de entender las circunstancias que te llevan a estar en tal o cual lugar. Y, desde ahí,  indagamos la responsabilidad del Estado en esta permanente negación de garantías y derechos básicos”, reflexiona.

“La Realidad sin Chamuyo es una manera de tener la palabra y de poder expresar. Es cuando uno puede leer eso que hizo y siente un pequeño alivio”, dice la portada de la edición número 11. En cada revista hay entrevistas, editoriales, crónicas, pensamientos e historietas que surgen de las ideas, debates y observaciones del taller. Las entrevistas son colectivas y los artistas, periodistas o músicos que participan, cuentan su historia de vida y reflexionan sobre el amor, la vida y la situación de calle.  A lo largo de 16 páginas, impresas a dos colores y con un diseño ingenioso, se pone de manifiesto el hacer y el pensar de esa entidad social a la que Eduardo Galeano describe en su poema Los nadies.

Sueñan las pulgas con comprarse un perro
y sueñan los nadies con salir de pobres,
que algún mágico día
llueva de pronto la buena suerte,
que llueva a cántaros la buena suerte;
pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy,
ni mañana, ni nunca,
ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte,
por mucho que los nadies la llamen
y aunque les pique la mano izquierda,
o se levanten con el pie derecho,
o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie,
los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados,
corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos,
rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones,
sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos,
sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal,
sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies,
que cuestan menos
que la bala que los mata.

La Realidad sin Chamuyo no sólo devela la existencia de Los nadies. Es el antídoto contra el relato que los relega a simples indicadores de pobreza. Donde un pibe menos, representa simplemente, eso, un número menos.

 

Haciendo La Realidad Sin Chamuyo

por Rocío Bao

Otoño en San Telmo 10.30 de la mañana. Afuera, en la calle, el frío pega fuerte. Adentro, entre las paredes del Centro Educativo Isauro Arancibia, todo se torna cálido. El desayuno se sirve temprano porque, como todos los jueves, es día de edición. Los alumnos de 2° ciclo arrancan con el Taller de Revista. Trabajarán diversos aspectos que tienen ver con un nuevo proceso creativo de La Realidad Sin Chamuyo.

Martina y Vicky me reciben con un abrazo y me conducen hasta el aula. Alrededor de una mesa larga, llena de papeles y útiles escolares, alumnos y alumnas, adolescentes, y adultos, debaten, entre mate y mate, sobre género y piropos. Una consigna propuesta la clase anterior.

Lucas, el cebador de mates, un pibe de catorce años delgado y con ojos que parecen sonreír, me muestra una hoja con las respuestas a los piropos y suelta: “Soy hombre pero me imagino lo que respondería”.

“Estamos trabajando mucho el tema de género”, me dice Martina. Luego propone a los alumnos generar respuestas a los piropos que va leyendo en voz alta. Paulita, enérgica pese a su refrío, responde: “¡No me digas así que no me gusta!”.

Así, entre consigna, mate y reflexión, los pibes y las pibas labran una nueva realidad sin chamuyo.

El aula del 3º ciclo tiene la misma calidez que la anterior. Martina anota preguntas en el pizarrón: ¿en qué lugares se pueden hacer denuncias?, ¿en dónde pueden buscar refugio?, ¿adónde asistir ante determinadas circunstancias? Selva, responde todo con precisión. Lleva esa información encima y, mientras busca la hoja, dice: “Yo guardo todo”.

Luego del almuerzo se trabaja sobre otra consigna. Martina, habla sobre violencia institucional. Luego pregunta: ¿dónde la vivieron?

Nico, Franco y Ezequiel, saben de qué se trata, la viven en carne propia a diario: en hospitales, en comisarías, en la calle misma. Prevalece entre ellos la memoria de Robertito, un compañero del Isauro, que la Metropolitana asesinó en 2015 de un balazo en la nuca y en pleno día. Un caso de gatillo fácil que aún aguarda justicia.

Los pibes conocen bien el peso de las palabras. Saben que al gatillo fácil se lo disfraza de legítima defensa. Conocen lo que es ser arrestado por portación de cara o vestimenta cuando van a buscar trabajo o al hospital.  Tienen memoria de los golpes, de las patadas, de la asfixia que sienten cuando sus cabezas son presionadas contra la camioneta policial.

“¿Por qué está bueno hablar de violencia institucional y cuándo se ejerce?”, pregunta Martina. Y Franco, tímido, afirma sin dudar: “Porque no se respetan nuestros derechos”.

“Porque queremos que esto no pase más. Nosotros queremos salir adelante, progresar, y cuando vas a buscar trabajo y te discriminan, eso te tira abajo, te desanima. Queremos que el Gobierno escuche y realice las propuestas de los pibes”, reflexionan Franco y Nico.

Finalmente, en línea con el objetivo de la comunicación, concluyen: “No nos gusta pararnos desde el lugar de la denuncia o de la víctima, siempre tenemos una contrapropuesta, siempre tenemos algo que vendría bien hacer, algo para concientizar, algo que tendría que cambiar. No nos quedamos sólo en “pobre de nosotros” ni nos quedamos sólo en “esto está mal, esto está mal”, en general, siempre buscamos una manera de resolver”.

 

Educación vs Progreso

Centro Educativo Isauro Arancibia situado en Paseo Colón al 1318, es un lugar de inclusión que debiera multiplicarse. Sin embargo, existe la concreta intención de demolerlo. De un momento a otro, y en el nombre del progreso, el edificio donde funciona puede desaparecer para dar paso al metrobús.

En junio del año pasado, Rodríguez Larreta anticipó, en una entrevista radial, que  el Centro Educativo sería relocalizado porque en el lugar se tenía previsto construir un metrobús. Pero ningún comunicado oficial llegó al Centro Educativo, entonces.

Hace unos días, durante la inauguración del primer tramo del metrobús del bajo, prometió que el año que viene concretará el segundo. Precisamente el que pasa por encima del edificio del Arancibia.

 Estas declaraciones pusieron en estado de alerta a la comunidad educativa y a los vecinos de la zona, dado que se encuentran en riesgo varios edificios y sitios emblemáticos, entre ellos el sitio de la Memoria Club Atlético.

 “Por el momento, la obra del metrobús está frenada por la Justicia y hasta que haya un espacio en excelentes condiciones para mudarnos, no nos mudamos. Aun así, a nosotros nos gusta este lugar porque es nuestro primer edificio propio después de 19 años de historia”, dice Martina y explica: “Éste es un lugar de referencia para los pibes: saben dónde está, queda cerca de sus ranchadas. Por eso no queremos mudarnos. Pero lo cierto es que hasta ahora no nos han propuesto nada. No existe ese mejor edificio del que hablan.”

Desde 2014, la comunidad educativa del Arancibia viene resistiendo las amenazas de demolición del edificio.  Una medida judicial  y la firma de un acta acuerdo para conservar el edificio con Carlos Regazzoni, por entonces, subsecretario de Gestión Económica y Financiera del Ministerio de Educación de la Ciudad, fue el resultado de meses de lucha. También lograron que la Legislatura porteña les habilitara una partida presupuestaria de 14 millones para obras de refacción y nuevas instalaciones, que concretaron e inauguraron el año pasado. Un gran esfuerzo  y una inmensa inversión que quedarían bajo el trazado del metrobús.

Fotos: Instituto Isauro Arancibia –  Rocío Bao

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