Que no baje el telón

por Mariano Pagnucco

Hacer teatro independiente en Buenos Aires implica una profunda vocación artística para actuar o producir o dirigir, pero también estar pendiente de las facturas por vencer, atender a proveedores, vender entradas en ventanilla, acomodar a los espectadores en la sala, llenar formularios, archivar documentación, pelear por subsidios…

La escena teatral under porteña, única en el mundo por su diversidad y calidad, ha entrado en los últimos años en una zona peligrosa por falta de apoyo estatal, en un contexto de ajuste económico. Con una ríquisima historia a cuestas, el teatro independiente está hoy en el centro del escenario para impedir que baje el telón.

«Responsabilizamos al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y al Gobierno nacional por la situación de emergencia y precariedad que estamos viviendo todos los que trabajamos en el teatro independiente y por poner en riesgo todo el aporte que nuestro sector realiza al desarrollo económico, social y comunitario y a la cultura independiente de nuestra ciudad», expresó la comisión directiva de la Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI) en una conferencia de prensa brindada a comienzos de mayo.

«Estoy hace 10 años en ARTEI y el clima que vi ahora en las asambleas, no lo había visto nunca», comenta Alejo Samban, quien también está al frente del espacio cultural NoAvestruz (Humboldt 1857). Explica que hay «mucha angustia y mucha preocupación» por un combo de factores que afectan directamente la creación: facturas de servicios imposibles de pagar, menos público en las funciones y un Estado que invierte cada vez menos en Cultura.
«Hay salas que en los últimos meses han realizado acciones para no llegar a un cierre definitivo, como ir haciendo cierres parciales», ejemplifica. Por los costos de funcionamiento de esos espacios, algunos teatristas optan por achicar la programación cultural o abrir únicamente para dar talleres. La tendencia general es a la baja.

El teatro independiente dice basta
Una palabra tan breve como efectiva: basta. Con esa consigna, el 3 de mayo, se llevó adelante la conferencia de prensa de ARTEI, que tuvo condimentos de función teatral tanto como de asamblea comunitaria. El punto de encuentro fue Timbre 4 (México 3554), un emblemático espacio fundado por Claudio Tolcachir entre los cimbronazos de 2001. La sala desbordó de gente.
El documento leído frente a la platea daba cuenta de la situación actual: «Hoy nos encontramos, como gran parte de la cultura independiente de esta ciudad, en estado crítico. En nuestros espacios trabajamos más de 25.000 personas, entre actores, actrices, vestuaristas, iluminadores, productores, sonidistas, docentes y muchos más». También se habló de facturas de luz de 40.000 pesos, un 30 por ciento menos de espectadores por la crisis del bolsillo y la desproporción entre el precio de las entradas (200 pesos en promedio) y los costos crecientes que deben afrontar quienes sostienen la cultura independiente en los barrios.
Entre los puntos que se pusieron de relieve, quedó claro que no falta dinero estatal, sino una decisión política sobre el destino de los fondos. «Con los sanguchitos que se ofrecieron en la gala del G20 podríamos haber hecho muchos espectáculos», dijo entre el público Ricardo Bartís, un veterano de las tablas que ha creado su trinchera en el Sportivo Teatral (Thames 1426), donde monta obras, experimenta y también entrena a colegas de distintas generaciones. El público aplaudió su intervención con entusiasmo.

Las prioridades de la gestión
Quien escuchó toda la conferencia, como uno más entre las butacas, fue el ministro de Cultura porteño, Enrique Avogadro. Ese día se retiró sin hacer declaraciones, pero a fines del año pasado, cuando le tocó presentar en la Legislatura porteña el presupuesto de su área para 2019, expresó con mucho entusiasmo que la cultura independiente llega a más de 1.300.000 personas en la Ciudad.
Siguiendo ese razonamiento y mirando los números reales, el Estado porteño invertirá este año 87 pesos por cada una de esas personas. Casi 114 millones de pesos están incluidos en el rubro «Programa 11» del presupuesto corriente de Cultura. En ese rubro (“Incentivo a la producción cultural”) están incluidos Proteatro, Prodanza, Proescritores, Bamúsica, Bamilongas, el Fondo Metropolitano de las Artes y de las Ciencias y el Régimen de Promoción Cultural (Mecenazgo).
¿Qué incidencia tiene ese monto en el presupuesto total de Cultura? Apenas el 1,8% de los 6.259 millones de pesos que el jefe de Gobierno, Horacio Rodríguez Larreta, planea gastar este año en actividades culturales para quienes circulan por la ciudad más rica de Argentina. Más generosos son los fondos para festivales (159,3 millones de pesos; 2,5% del total), que representan para la gestión PRO una forma más marketinera y efectiva de promover la cultura.
Además del achicamiento de la inversión, Alejo Samban señala que los fondos públicos («que nadie nos regala, porque nosotros ofrecemos una prestación a cambio») llegan tarde. Eso se traduce en hacedores y hacedoras culturales que deben pedir préstamos bancarios a tasas altísimas e incluso hipotecar sus viviendas para afrontar los gastos cotidianos.
El colectivo Cultura Unida (www.culturaunida.com.ar) elaboró recientemente un proyecto de ley de «Fomento a la Cultura Independiente» que propone un piso mínimo del 3,5% del presupuesto de Cultura para el llamado «Programa 11», que incluye al teatro under. Las prioridades del Gobierno porteño parecen puestas en otros rubros: en 2019 se van a invertir en Seguridad unos 46.500 millones, más de siete veces el presupuesto completo de Cultura. Ver en este número la nota: Seguridad en la CABA – El huevo de la serpiente.

Ensayo de futuros posibles
«Este Gobierno vincula la actividad teatral con lo privado y nosotros tenemos que exigir que se cumplan las leyes que defienden el teatro independiente», dice Valentina Fernández de Rosa, al frente de El Excéntrico de la 18 (Lerma 420) y tercera generación de mujeres creadoras (es nieta de Nelly Prince e hija de Cristina Banegas).
Menciona la obra «La persistencia», de Griselda Gambaro, para buscar un horizonte posible ante la incertidumbre del presente: «Así no podemos seguir, estamos cerrando salas, bajando la persiana. No lo vamos a permitir, somos muchos y tenemos mucha fuerza».
Alejo rescata la larga historia de la actividad independiente en la ciudad, que atravesó dictaduras, crisis económicas y otros sacudones, pero sigue en pie con una diversidad de estéticas, temáticas y miradas que no se encuentran en otros lugares del mundo. ARTEI, por caso, representa a más de cien salas dispersas por los barrios de Buenos Aires: «En muchos casos, nuestro teatro se hace con dos sillas, una mesa y un par de luces. Y si no hay sala se monta en un garage o en la calle. En los contextos difíciles, esta forma de producir cultura toma más fuerza y más creatividad».
¿Cómo se afronta la crisis? Con unión y solidaridad, sostienen desde ARTEI. Y con más teatro. En una búsqueda rápida en el sitio especializado Alternativa Teatral (www.alternativateatral.com), solo para los sábados aparecen 334 funciones del under con diversidad de públicos, precios y géneros en distintos puntos de la Ciudad.
Los y las teatristas independientes siguen en pie de lucha para que el Estado actúe un papel clave en el sostenimiento de un sector que genera cultura, trabajo y una identidad única para proyectar la capital argentina al mundo. Mientras tanto, como dice Alejo, tienen claro cómo moverse en escena para que el telón siga levantado: «El recurso más importante que tenemos somos nosotros mismos».

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