Qué pasó con Santiago Maldonado

por Paulo Padrós Garzón

Somos rehenes de lo que creemos,
de lo que hablamos y de lo que callamos.
Somos responsables de lo que hacemos
pero esclavos de lo que los otros hicieron
y a nosotros nos afectó para siempre,
para siempre o para nunca.
Nos gusta luchar contra molinos de viento,
contra gigantes de espuma,
contra los monstruos de la infamia que devoran gente,
contra los titulares de la afrenta que lo ocultaron a Santiago
porque hoy Santiago es sólo una ausencia,
una deserción de nada,
un entrecruzarse hacia el olvido
mientras por un referéndum tramposo de la política
nos gobierna la infamia y el cinismo
se nos ha instalado en el poder
y en la palabra.

La desaparición forzada de Santiago Maldonado  se produjo el  1º de agosto del año pasado,  durante una represión desatada sobre la comunidad mapuche Pu Lof en Resistencia, departamento de Cushamen, en la provincia de Chubut, que reclamaba la devolución de las tierras que le pertenece por derecho ancestral, hoy en manos del Grupo Benetton. Por este hecho, el presidente de la Nación Mauricio Macri, el jefe de Gabinete de Ministros Marcos Peña, la ministra de Seguridad Patricia Bullrich y otros altos funcionarios del gobierno nacional están denunciados por la Liga Argentina por los Derechos del Hombre «por el delito de desaparición forzada de personas en concurso con encubrimiento y violación de los deberes de funcionario público y abuso de autoridad».

Porque convirtieron a Santiago en exilio,
en el silencio de la cerveza con amigos,
en la nostalgia de la ronda de jarros levantados
y tonterías siempre vanas pero imprescindibles.
Santiago es un eclipse en el cumpleaños de los viejos,
en el asado de los domingos o domingos de pasta,
escoja usted su preferencia porque el pibe ya no puede,
el pibe ya no está,
mientras su vieja se preocupa en qué va a comer al mediodía
o si llevará suficiente abrigo.
Somos lo que somos porque ayer fuimos algo,
y hay alguien que eligió luchar pero se perdió.
Pajarito libre,
podría estar vendiendo sus artesanías en alguna plaza
del Sur perdido pero se perdió,
es una marcha forzada hacia la nada,
un leve aroma en el hocico privilegiado de los perros
porque Santiago ya no está en las reuniones esas,
las de los sueños probables y utopías posibles;
no está en la feria del barrio con sus crines sueltas
y el paño en el suelo.

Los testigos de esta represión vieron por última vez a Santiago huyendo de la persecución de la Gendarmería nacional a orillas del río Chubut, donde su cuerpo fue encontrado 78 días después, con la ropa y la documentación intactas. Lo llamativo del caso es que la zona había sido explorada tres veces con perros rastreadores. A partir del hallazgo del cuerpo, el Estado nacional intentó deslindarse del delito de desaparición forzada. No pudo. La forma en que murió el joven aún no ha sido esclarecida. La autopsia no arrojó datos relevantes, ni siquiera pudo determinar el día de su muerte. “Santiago no se ahogó porque estaba paseando en el río -sostiene irónicamente su hermano, Sergio Maldonado- se trata de un delito de lesa humanidad: desapareció en manos de las fuerzas de seguridad que entraron a reprimir a la comunidad mapuche».
“Las desapariciones forzadas, que en su día fueron principalmente producto de las dictaduras militares, pueden perpetrarse hoy día en situaciones complejas de conflicto interno, especialmente como método de represión política de los oponentes”, señala la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y caracteriza esta forma de represión por la negativa del Estado en reconocer este delito. Hecho que se pone de manifiesto en cada una de las declaraciones efectuadas por la titular de la cartera de Seguridad, Patricia Bullrich. Desde: “no voy a tirar a un gendarme de por la ventana”, hasta la invención de un enemigo interno  denominado RAM (Resistencia Ancestral Mapuche) que, según la funcionaria, «recibe ayuda económica y logística de organizaciones terroristas foráneas». Este acoso de parte del Estado a organismos defensores de Derechos Humanos, a familiares de las víctimas, a testigos y abogados, es otra de las caracterizaciones que encuadran el delito de desaparición forzada, según la ONU. Como lo son también el uso de la fuerza policial o militar, para reprimir cualquier reclamo, y  la impunidad de los autores materiales e intelectuales de este crimen.
“Este tipo de acciones represivas forman parte de un plan sistemático para naturalizar la represión que ejecuta el Gobierno bajo el amparo de la Ley Antiterrorista, promulgada en 2009. La cacería policial que tuvo lugar el 1º de septiembre del año pasado en la ciudad de Buenos Aires, tras la desconcentración de la segunda marcha pidiendo la aparición con vida de Santiago Maldonado:  policías infiltrados entre los manifestantes, provocadores encapuchados tirando molotov y escuadrones policiales al acecho, también forman parte de este plan y generan terror en la población”, sostiene el periodista Adrián Murano, director del diario recuperado por sus trabajadores Tiempo Argentino.

No lo está arrastrando ningún río,
salvo el de la tinta que se vierte para justificar su pérdida;
no está en la ruta ni en los cuarteles policiales,
es sólo una mochila entre los arbustos,
un pañuelo dejando su traza de nada en la hierba.
Pero hoy deciden nuestro presente los accionistas del genocidio,
los exégetas del holocausto,
los que mandan a los torturadores a sus hogares
para que vivan lo que no le permitieron vivir a sus víctimas.
Infames con poder que han sido puestos ahí para eso,
para perpetuarse en el gobierno de las palabras y de la fuerza
que ellos dominan a su antojo.

La transcendencia nacional e internacional que adquirió la desaparición forzada de Santiago Maldonado se inició a partir de la sinergia de medios independientes y autogestivos que instalaron este hecho en la agenda mediática nacional. El primer periodista que llegó al lugar fue Maximiliano Goldschmidt de la revista Cítrica, se sumaron Lucas Pedulla de la revista MU, Ricardo Ragendorfer por Tiempo Argentino y Gabriel Chavéz por La Garganta Poderosa. Sus crónicas llegan al nudo de la verdad, denuncian cómo corporaciones como Benetton, con la complicidad del poder político, utilizan la fuerza de choque de la Gendarmería  para expulsar a la comunidad mapuche de sus tierras. “En las comunidades mapuche las desapariciones forzadas por parte de la Gendarmería son moneda corriente. Este caso tomó notoriedad porque Santiago Maldonado no era mapuche, era blanco, tristemente este hecho sirvió para visibilizar un delito de lesa humanidad que se viene cometiendo desde hace años”, dice Gabriel Chavéz.
En Chubut, gran parte de los reclamos mapuche se orientan contra las propiedades rurales del Grupo Benetton -900.000 hectáreas en todo el país, un tercio de las cuales están ubicadas en Chubut-, que opera bajo el nombre de “Compañía de Tierras Sud Argentina S.A.”. En 2006 Benetton reconoció los derechos constitucionales del pueblo mapuche sobre sus tierras y ofreció entregar a la provincia de Chubut 7500 hectáreas en la zona de Esquel,  para que fueran cedidas bajo el régimen de territorios ancestrales a las diversas comunidades. El Gobierno provincial ordenó realizar estudios técnicos sobre la propuesta. Se concluyó que se trataba de tierras improductivas, inadecuadas para atender el reclamo mapuche. Hasta hoy, el grupo Benetton de Italia sigue ocupando tierras de la Comunidad mapuche y otras comunidades originarias, pese a que el derecho por la propiedad ancestral de la tierra figura en la Constitución de la República Argentina.

Y finalmente entre tanto expiado indígena
se llevaron a un hombre blanco,
barbado,
un Jesucristo de ojos claros y cuernitos en los dedos
que hoy nos pregunta desde los murales dónde estoy,
qué hicieron conmigo,
qué hicieron con mi memoria,
con mis chucherías que sólo eran excusa
para seguir luchando por lo que soy,
por lo que fui.
Una justicia pusilánime y servil no es justicia,
son nada más que conjeturas de la política,
dictámenes del poder,
decisiones de los fuertes y poderosos,
de los que empujan los molinos de viento,
de los que escupen en la espuma de la infamia.
Santiago ya no está.
Es sólo una ausencia,
huellas borradas,
indicios de la impunidad,
miles de voces en las marchas que reclaman su nombre
y yo elegí gritar hasta quedar mudo.
Hoy nos falta Santiago y dijimos Nunca Más,
Nunca Más,
Nunca Más.

Hoy 1º de agosto, a un año de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, emergen nuevos testimonios. Existen falencias significativas en los peritajes ordenados por la Justicia, que ni siquiera detectó a los autores materiales de este crimen. En tanto que su familia sigue siendo hostigada por el Estado, lo mismo sucede con la abogada y con los organismos de Derechos Humanos que apoyan esta causa.

Hoy 1º de agosto, a un año de la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado, todas y todos MARCHAMOS.


Paulo Padrós Garzón es uno de los exponentes de la nueva literatura de Latinoamérica, una corriente con claro compromiso social en donde, al igual que en el realismo mágico latinoamericano, lo inexplicable convive con lo cotidiano y lo mágico o lo fantasioso se presenta como algo corriente que no requiere explicaciones lógicas. Su retórica es impulsiva, desprolija, quebrando a veces con toda regla gramatical, pero al cabo de una simple lectura uno puede darse cuenta de que esto es precisamente lo que el autor busca, que la voz de sus personajes surja como un grito de protesta en donde el no – apego a las reglas formales sea su única regla establecida.

Foto: Rocío Bao

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