Se Hizo la Noche… La Noche de las Librerías

Por Gabriel Luna

Noche de sábado, 18 de diciembre de 2010. El Centro de la ciudad de Buenos Aires cerrado al tránsito de vehículos desde las 19 hs. hasta las 03 hs. del domingo. La avenida Corrientes convertida en peatonal a lo largo de cinco cuadras, desde Callao hasta Talcahuano. Juegos de sillones blancos sobre el asfalto, algunas tiendas de colores cerca de la avenida Callao, pantallas de video, nueve librerías implicadas en el evento, tres bares, dos teatros, y un enorme escenario en la calle Talcahuano.

Quince cuadras cortadas al tránsito. Automovilistas frenéticos. Bocinas. Miles de peatones curiosos. Promotoras reparten programas de actividades. El evento se llama La Noche de las Librerías, un suceso aparentemente cultural organizado por el Gobierno de la Ciudad.

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“Se hizo la noche…” oí decir, mientras hacía anotaciones en el bar La Giralda, Corrientes 1453, para cubrir el evento. No fue un comentario lanzado con felicidad o meramente indicativo. “Se hizo la noche…” era una expresión idiomática usada para anunciar el espanto, el frío, la inopia, o la clausura de algo. ¿Qué quería decir exactamente este “Se vino la noche…”? ¿Se refería al frío? Me pareció que no, aunque la noche estaba fresca. ¿Llegaba este evento hasta el nivel del espanto? Consulté mis notas.

Había escuchado sentado en los sillones blancos, llamados livings de lectura por los organizadores, fragmentos narrativos muy mal leídos: monocordes, lentos, aburridos. Pensé que había tenido mala suerte y busqué otra actividad. En las tiendas de colores cerca de la avenida Callao, se trataba de estimular la práctica de la lectura. Al menos, eso me pareció. La coreografía era como una kermés y en cada tienda se proponía un juego basado en preguntas y respuestas. Pero las preguntas apuntaban más al enciclopedismo que al estímulo del intelecto o la sensibilidad artística. Por ejemplo: ¿En que país está Atenas y vivió Homero?, o ¿Quién fue el autor de Las Ruinas Circulares? Me pareció que se estaba confundiendo la lectura con una recolección de datos inútiles. En todo caso, no era importante el autor sino el concepto de Las Ruinas Circulares. Hasta aquí el asunto no era espantoso pero sí desafortunado. ¿Era todo así? Seguí probando.

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En el bar La Ópera, Corrientes 1799, había otra actividad: “Perspectivas para la proyección internacional de la literatura argentina”, se anunciaba en el programa de mano repartido por las promotoras, “Participan los escritores Guillermo Martínez, Pablo de Santis, y Claudia Piñeiro. Coordina, Cristina Mucci”. Esto decía el programa… Pero no hubo una exposición somera sobre la literatura argentina, y menos de su incidencia o proyección en el mundo. No hubo asunto ni debate que coordinar. Cristina Mucci, en vez de coordinar, hizo preguntas personales a cada escritor ensalzando “trayectorias y triunfos”. Destacó el premio Planeta (ganado por Martínez), cuando se sabe que dicho premio no tiene ninguna trasparencia; ponderó el premio Clarín (ganado por Piñeiro), que, como también se sabe, es el premio del grupo Noble-Magnetto, este grupo tan nefasto para la economía y la cultura de nuestro país.

Mucci siguió preguntando y los escritores contaron anécdotas personales e intrascendentes (tuvimos que enterarnos detalles de la adolescencia y juventud de cada cual) hasta que llegó la clásica pregunta estúpida: ¿Cómo hiciste para triunfar? Ya había en el lugar menos gente y ceños notables.

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La culpa no fue sólo de Mucci, los escritores se prestaron al juego; no trataron el tema convocante y se extendieron y regodearon en las respuestas hablando de sí mismos, como si fueran vacas sagradas o ídolos populares. Había sí mucha intención de vender los propios libros, pero no por los asuntos, los contenidos y las formas sino por los “encantos” personales desplegados y los “triunfos”. Premios, sellos editoriales, traducciones. Y allí fue donde se tocó tangencialmente el tema de la propuesta: proyección internacional de la literatura argentina. Pero se mencionaron únicamente las traducciones de los libros de los tres escritores presentes (que no fueron muchas). ¿No hay traducciones de otros libros? ¡No hay más libros, otros escritores, otras editoriales! ¿Sólo estaban ellos? ¿No sabían hablar de otra cosa? ¿Y si desconocían el tema para qué aceptaron la convocatoria? ¿Para hablar de sí mismos? ¿Ellos serían las “Perspectivas para la proyección internacional de la literatura argentina”?

La actividad fue un fraude y el personalismo desplegado, insoportable. Me fui antes del cierre, cuando ya se había ido la mitad del público. Esto sí creo que puede ser calificado de espanto. No sólo por evadir el tema propuesto, engañar a la gente y hacerle perder el tiempo, sino por la alternativa mostrada. ¿Es posible que estos cuatro personajes (presentadora incluida) sean referentes de la literatura argentina? Lo menos que puede decirse de ellos es que fueron mezquinos, en el caso de que tuvieran algo para ofrecer…

Aquí coincido con el comentario lanzado por este espectador anónimo en el bar La Giralda: “Se hizo la noche…” Esa actividad fue un espanto. Hubo otras, no he visto todas. Fue imposible para mí cubrir la totalidad del evento, casi sesenta actividades en distintos barrios. Quizás hubiera algunas excelentes. Pero la muestra tomada decepciona. Tal vez sea mejor cubrir La Noche de las Librerías con un piadoso manto de olvido, pensé. Esos escritores daban vergüenza ajena. Mejor no hacer el artículo, pensé. ¿Para qué mortificar al lector sin vislumbrar soluciones? Ya estaba resuelto a no escribirlo cuando algo me hizo cambiar de opinión. Había en mi libreta otra nota sobre el evento que, observada detenidamente, contenía una revelación maravillosa.

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La actividad que presencié se llamaba “Libros electrónicos para lectores ávidos”, también ocurrió en el bar La Ópera, y estuvo a cargo de Marcelo Cutini. Tras enumerar cualidades y ponderar el libro de papel, Cutini hizo lo propio con el libro electrónico, también denominado eBook. Las ventajas comparativas del libro electrónico resultaban las siguientes:

El eBook impedía la tala de árboles, no necesitaba papel.

El eBook ahorraba espacio y ganaba comodidad para el lector: en una tableta portátil de alrededor de 350 gramos se podían almacenar 3000 libros. El lector elegía el tipo de letra, el brillo del “papel”, y hasta podía escribir notas o buscar párrafos o conjuntos de palabras con facilidad.

El eBook solucionaba el problema de los libros agotados. El libro en este formato siempre estaría disponible vía Internet.

Mi observación. El libro electrónico es un módico archivo digital que evita la inversión editorial, de papel, imprenta, distribución. Es un producto mucho más económico que el libro de papel. Aquí empezó la revelación. ¿Cuánto más económico resulta? Un ejemplo: Pongamos el caso de un tirada de 2000 ejemplares en papel. Si el costo de diagramación, diseño, impresión y papel por libro resulta de $ 10, la editorial decidirá vender el libro a $ 70. ¿Por qué? Las librerías y la distribución se llevan el 50 % (40% y 10 %, respectivamente), es decir $ 35. De modo que le quedan $ 35 a la editorial. El autor percibe sólo un 10 %, $ 7. Quiere decir, restando el costo, que la editorial obtendrá $ 18 por libro. Esa será la ganancia tras absorber el costo de los libros no vendidos. Ejemplo: Si se venden 1500 ejemplares, la ganancia de la editorial será (1500 X $ 18) – (500 X $ 10) = $ 22000. Y la ganancia del autor: 1500 X $ 7 = $ 10500.

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En el caso del libro electrónico, su costo disminuye porque no hace falta papel ni imprenta. El costo será independiente del número de hojas. Además no hay gastos de distribución ni de librerías, ya que la venta se hace por Internet a través de computadoras y celulares. Esto disminuirá el precio de venta al público en más de un 70 % (un libro como el del ejemplo podrá conseguirse a $ 20, con más rédito para el autor: $ 14). Pero además, como tampoco hay pérdidas por ejemplares no vendidos, el riesgo editorial desaparecerá. Entonces la función de las editoriales también desaparecerá. Ya no serán necesarias, así como las conocemos. Los mismos autores podrán distribuir y vender sus libros sin los filtros comerciales que imponen las editoriales para defender sus ganancias. Tampoco hará falta construir, idealizar, y promocionar a una elite de escritores para impulsar las ventas. Es decir, hacerle creer a la gente que solo una docena de escritores seleccionados o premiados por las editoriales merecen ser leídos. Es decir, no harán falta las exhibiciones personalistas como la descrita más arriba. El libro no será más el producto de una elite de escritores dirigido a una elite de lectores. Se democratizará, estará al alcance de todos y habrá una oferta de títulos jamás soñada.

Ocurrirá otro Renacimiento. Esa fue la revelación. Están dadas todas las condiciones para generar otro Renacimiento. Habrá un enorme crecimiento cultural como ocurrió hace 600 años con el paso desde la oscura Edad Media hasta el Renacimiento a través de la imprenta. Esta actividad de La Noche de las Librerías presagia sin querer la clausura de un sistema perverso: el propio final de La Noche de las Librerías. Ojalá sea pronto.

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