Teatro comunitario: vínculos y acción

Mataderos y Parque Patricios

por Maia Kiszkiewicz

El teatro comunitario tiene como premisa que todos los seres humanos son esencialmente creativos. En ese potencial, inherente al ser, encuentran la inventiva para el surgimiento de las obras. Partiendo de esa lógica para conformar los vínculos, estos espacios artísticos invitan a vecinos y vecinas a participar en lo lúdico de sus creaciones. Las formas de construir este tipo de teatro son diversas, porque los grupos y territorios son variados, tanto que resulta difícil abarcar su multiplicidad en una sola nota. Por eso, este texto es un inicio, un punto de partida para recorrer varias formas de organizar y compartir propuestas que resultan inspiración, problematización y alternativas para seguir construyendo cultura.
Si bien toda obra forma parte de la identidad del lugar en el que se realiza y presenta, en el teatro comunitario estos lazos se exacerban. Las personas que habitan cada uno de los barrios son, a la vez, las mismas que lo narran en un acto que se vuelve memoria viva y colectiva a través de los cuerpos en acción. “Tenemos una función social de rescate de la memoria y transformación tanto social como propia”, dice, en comunicación con Periódico VAS, Julieta Jacquet, integrante de Res o no Res. “Ser un vecino que hace teatro es maravilloso. Juntarte con la persona que vive cerca, producir, crear, imaginar, fantasear y entretejer es algo gigante”, agrega Mariana Berger, parte de Los Pompapetriyasos.
En el caso de Res o no Res, el trabajo se sitúa en Mataderos. “En las obras hablamos del barrio, de la Argentina. Trabajamos sobre la identidad y la construcción de nuestra historia”, explica Julieta y agrega que una de las finalidades del proyecto es armar relatos y pensar desde una visión propia.
El año pasado, desde Res o no Res se animaron a lo audiovisual y lanzaron “La Válvula”. Fue, para el grupo, la alternativa para seguir creando. “Arrancamos con el Zoom. La situación nos sorprendió, pero tuvimos un brote de creatividad. O una necesidad muy grande de sentirnos cerca, creando y actuando”, recuerda Julieta y cuenta que la virtualidad fue difícil, pero necesaria. En el grupo hay mucha gente de riesgo y, por eso, este año siguen con una modalidad similar pero, a raíz de la incertidumbre, los proyectos son a corto plazo y la revisión sobre cómo seguir, constante. “En la segunda mitad de 2020 encaramos un taller literario que derivó en un podcast. Lo que hicimos fue linkear los personajes de nuestra obra Fuentevacuna, que relata la toma del frigorífico Lisandro de la Torre, con una problemática actual: el traslado del Mercado de Hacienda. Un terreno que va a quedar libre y sobre el cual hay una puja para ver si se convierte en un Polo Gastronómico, o no. Nuestras historias siempre están situadas en el barrio. Además, trabajamos en conjunto y estamos en constante comunicación con otras entidades vecinas”.
Hasta 2019, Res o no Res ensayaba en el Club Nueva Chicago, pero hace tiempo están en la búsqueda de un espacio propio. “Es un sueño. Estábamos viendo si podíamos tener un lugar en el Mercado de Hacienda, pero el proyecto quedó frenado por elecciones y pandemia. Nueva Chicago siempre se portó muy bien con nosotros, pero sabemos que el lugar no es nuestro”, explica Julieta y cuenta que, para la subsistencia del proyecto, también son importantes los lazos que superan las fronteras físicas. Por eso, Res o no Res es parte de la Red Nacional de Teatro Comunitario. “Ahí trabajamos las problemáticas referidas a la relación con el Estado. Todo lo que se pide, tanto a Ciudad como a Nación, se hace en nombre de la Red”.
Desde Res o no Res definen su vínculo con el gobierno como fluctuante. “Tenemos, hace 9 años, un subsidio anual del Gobierno de la Ciudad. Y Cultura, de Nación, cada tanto abre una línea a la que nos podemos presentar. Lo que pedimos, como red, es un subsidio fijo a nivel nacional para el teatro comunitario porque, si no, se produce una diferencia entre la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el resto del país”, dice Julieta y agrega que el año pasado fue excepcional. “Cultura, a través del Instituto Nacional del Teatro, sacó un fondo que no fue a concurso. Anteriormente era por puntaje y siempre quedaban grupos afuera. En la Red, varias veces charlamos para no presentarnos algunos y dejar que ganen otros. El dinero era limitado. Pero en 2020, por primera vez, no fue concurso sino subsidio”.

Por su parte, Los Pompapetriyasos aboca sus tareas a generar producciones artísticas colectivas en las que se abordan problemáticas específicas de Parque Patricios. De esa manera, como grupo, consolidan espacios que fomentan la creación de formas estables y alternativas de comunicación y fortalecen los lazos entre vecinos y vecinas. Los Pompapetriyasos es teatro comunitario y es, también, un espacio cultural.
Para este grupo el desafío fue doble. Mantener los vínculos y sostener un lugar físico nuevo, que tienen desde fin de 2019, es cinco veces más grande que el anterior, y requería arreglos. “Teníamos un espacio en construcción que no generaba dinero, pero necesitaba sobrevivir. Entonces decidimos aggiornarnos. Nos salvó la rapidez y que nuestro grupo, ahora, está conformado por muchos jóvenes que vienen de la mano de la tecnología. En mayo ya teníamos el Zoom pago e hicimos todas las actividades y talleres a modo de ´Veredas virtuales´”, cuenta Mariana.
Al mismo tiempo, decidieron seguir creando como grupo de teatro. “Al principio nos sostuvimos y, después, empezamos a producir. Es lo que sabemos hacer y nos convoca. En ese momento se nos ocurrió experimentar con máscaras de cartón para que todos puedan hacer y participar desde sus casas”, explica Mariana. Entonces, el trabajo a la distancia se realizó de la mano de profesionales. En esto participaron tanto quienes son parte del equipo estable y saben de teatro, música e imagen, como personas que se sumaron para el trabajo específico con las máscaras. “Reivindicamos la tarea del profesional que viene y comparte el saber. Lo pedagógico puesto al servicio de este proyecto. Además, somos un teatro abierto a la comunidad donde se mezclan los diferentes saberes de las personas. No sólo nos complementamos sino que nos potenciamos y nos damos cuenta de lo groso que puede ser trabajar con otros”, dice Mariana y agrega: “A medida que se construyeron las máscaras creamos personajes e historias que tenían como eje el encierro, la soledad y las formas de comunicar. Así construimos ´Callará el silencio – Historias de cartón´, que estrenamos en noviembre”.
Para Los Pompapetriyasos, la necesidad de sostener un lugar físico implicó buscar alternativas. Esta inquietud por sostener lo propio tiene su origen en 2011, cuando dejaron de ensayar en un club de barrio y alquilaron el espacio que ocuparon hasta 2019. “El equipo de gestión laburó y creció. Salimos a buscar alternativas, subsidios, aplicamos a Mecenazgo. Aprendimos a gestionar, a escribir proyectos. A eso le sumamos que cada persona que participa paga una cuota”, dice Mariana y cuenta que, como grupo, se están preparando para festejar los 20 años en este nuevo lugar que, por el tamaño, les permitirá realizar una instalación relacionada a los personajes con los que están trabajando y un recorrido en el que haya movimiento y no se produzcan aglomeraciones de personas.
“El teatro comunitario es una manera de reflejar lo que somos, de expresarnos y contar nuestra historia, nuestras problemáticas, qué queremos cambiar, qué hicimos bien y qué personajes nos representan —dice Julieta, de Res o no Res— Además, genera una conexión con otras personas que es única. El contacto físico, mirarse a la cara y ponerse en la piel de alguien más, crear un personaje. Entender a otra persona. Y todo eso construido desde la horizontalidad, sin excluir. Todes opinamos. Si alguien tiene una duda, una sugerencia, alguien se siente incómodo. Se puede decir y eso, de por si, transforma. Da seguridad y confianza en la propia voz, en el cuerpo”. “Tenemos ganas de vernos, abrazarnos, tocarnos y de actuar o cantar juntos. Es lo que nos gusta. —agrega Mariana, de Los Pompapetriyasos— Nosotros construimos esta comunidad que somos y cualquier persona, cuando se junta con otros y crea, es más libre, se da cuenta de todo lo que puede lograr”.
El teatro comunitario, entonces, es pasado, presente y futuro. Y resulta necesario porque revisa, actúa y proyecta. E incluye, en su esencia, lo histórico, político, social y cultural. Lo toma para revisarlo y enunciar desde otras voces, otros cuerpos, que tienen la potencia de los vínculos para transformar cada territorio con la acción.

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