Una payada sin respuesta

por Elizabeth Lerner

A lo largo de los años acepté que la mayor parte de aquello que podía conocer provenía de la ficción. A veces confundimos “ficción” con aquello que es ficticio o fingido, algo así como lo opuesto a la realidad. O a la verdad. La ficción es, desde un punto de vista más osado, una forma de explicar y de conocer el mundo. Una novela, un poema, funcionan como bisagras entre realidad y ficción. Y cuando rozan la vida política se convierten en instrumentos de pensamiento crítico. Los poemas a veces se cantan. Y a veces los cantos populares se acercan a la rima, a la construcción rítmica y repetitiva -en el sentido de “estribillo”- y se esparcen, llegan a cierta hinchada, público, espectadores, pasajeros de subtes y colectivos.

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Bandas de música callejera.
Carteles en restoranes.
En los asientos de las línea D, B, A.

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Improvisados youtubers:
Pibe, ya nadie tiene esperanza
Por eso el pueblo se rebeló
Y canta Mauricio Macri,  laralalalá                                                                                  

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En todas las canchas de fútbol, menos una.
En el Centro Cultural Kirchner, cuando se presentó Patti Smith.
En la marcha de mujeres del #8M.
En un recital al aire libre el el Obelisco.
En el subte cuando deja de funcionar en los horarios pico.
En un bar, en medio de un improvisado canto de cumpleaños.

Estos cantos, territoriales, comuneros, aparecen como respuesta a la rigidez mentirosa del discurso macrista: el “crecimiento invisible”, la sonrisa dura del presidente, los ademanes medidos, la mentira ya no como una especulación sobre el acto fallido sino como un mecanismo de guerra. Un arma. El macrismo mata por la espalda siempre: la diferencia radica en el material con el que el arma está construida. Es plomo o es palabra. El canto fue en la Guerra Civil Española, un susurro ensordecedor de la milicia antifalange. González Tuñón lo llevó al papel y luego sus estrofas llevadas al campo de batalla.

Hay que ser piedra o pura flor o agua
conocer el secreto violeta de la pólvora
haber visto morir delante del relámpago.
haber andado al sol, bajo la lluvia y el frío
haber visto a un soldado al frío
haber visto el fusil ardiente

(De Muerte de España, 1939)

 
El canto es protesta visceral, palabra primigenia, catarsis, llegada directa de la crítica y la queja a los oídos del poder. Y es como el agua ese canto. Una vez que empieza a humedecer el terreno, se esparce, moja toda la tierra cercana, por eso es territorio y es territorial. Y como el agua, puede ser imperceptible de a ratos y luego arrolladora. Omnipresente también. El cántico es agua porque nutre, porque es pregnancia, es bastión para tocar y molestar aquello que se nos presenta como intocable, invencible, poderoso. En el revés del “crecimiento invisible” está la voz que se visibiliza, se hace escuchar y a la vez se torna inasible. Es una fuerza colectiva. Comunitaria. ¿A quiénes van a prohibir entonces? ¿A la masa visible e invisible que canta? El canto es anónimo, es la voz de muchos. Es el agua que pega en la roca.

Comentarios

  1. Excelente, gracias. Menciona Elizabeth a Gonzalez Tuñon y me fue inevitable asociarlo con el Cuarteto Cedron y con Juan Gelman y su poema «sobre cierto tipo de vida». Ese poema apunta a que somos «todos» parte de… «El pueblo es el otro». Nos quieren confundir desde siempre con el «si no me pasa a mi, no me meto» (si los jubilados no pueden conseguir un turno por seis meses – y se mueren en el interim- «a mi que, yo no soy jubilado», etc. No repito aqui el poema completo porque no quiero distraer/diluir o substraer de lo que dice Elizabeth. Parte del Poema dice:…»Así como el cuerpo es uno y tiene
    muchos miembros
    pero todos los miembros del cuerpo siendo
    muchos
    son
    un sólo cuerpo
    si el pie dijera «porque no soy mano
    no soy del cuerpo»
    o la oreja como no soy ojo no soy del cuerpo»…..

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