El Cuento de la Democracia

Rafael Gómez

¿Les parece un título escandaloso? ¿Efectista? ¿Difícil este cuento para un tiempo de elecciones? Sí, pero es necesario hacerlo para vivir mejor. Vamos a ver. Será más fácil si lo hacemos juntos. Empieza así:

Hubo una vez un pueblo entre los pueblos, que harto de la omnipotencia de los reyes, la avaricia de los banqueros y el ansia de figurar y currar de los jefes carismáticos, decidió reunirse en asambleas, tomar sus propias decisiones y gobernarse a sí mismo escuchando los intereses de todos. Ese pueblo creció, tuvo científicos, filósofos, arquitectos, artistas; sus ciudades se expandieron por el mundo y también su cultura. Y otros pueblos tomaron ese modelo de gobierno, que se llamó Democracia: el poder ejercido por el pueblo.

Hasta aquí, resulta un cuento edificante con final feliz. ¿No les parece? El pueblo se emancipa de los reyes, de los ricos y los jefes, y gobierna por sí mismo considerando los intereses de toda la comunidad y trazando su propio destino. Todos felices y final con perdices. Pero así no acaba el cuento. Creo que ustedes estarán de acuerdo conmigo. No está todo bien ni estamos comiendo perdices. Lo que pasa en realidad es que los intereses de los ricos y de los jefes se juntan y fortalecen, prevaleciendo sobre los demás; y entonces se implanta una llamada democracia representativa, “porque ya somos muchos para hacer asambleas”, dicen, y porque el pueblo seguirá gobernando, pero a través de sus representantes, dicen. Y así nace la partidocracia, el poder de los jefes carismáticos, y la clase política, que aliada con los ricos, gobierna según el dictado de las corporaciones y del FMI, y no de nuestros intereses. Por eso no estamos bien. No hay democracia.

Sin embargo, el cuento de la democracia continúa. Lo difunden los medios de comunicación corporativos -pertenecientes a los ricos- que exaltan la función de las elecciones como si fueran parte del cuento, como si fueran una clara determinación ciudadana, cuando en realidad son un circo.

El circo electoral, montado cada dos o cuatro años, protagonizado por la clase política, difundido por los medios de comunicación masivos, y sostenido económicamente por las corporaciones, es una parodia de lucha entre magos, payasos, malabaristas, fieras y gladiadores, que fingen defender los intereses de la gente. Ninguno de esos candidatos ha sido directamente elegido por la gente para representarla. Son productos mediáticos puestos a dedo, designados por una cúpula partidaria, por las corporaciones o el FMI. Y le hacen creer a la gente que la representan y luchan por sus intereses. Mienten.

Es una mentira muy importante, pero no la mayor. La mayor -y la que sostiene todo el circo- es hacernos creer y dar por sentado que el pueblo no puede decidir sin representantes y participar directamente en el gobierno. ¿Porque somos muchos para hacer asambleas? ¿Es un problema de comunicación y cantidad? ¿Ustedes creen que es por eso? ¿Porque no se puede consultar, evaluar y discernir las opiniones de tantos? ¿De verdad no se puede? Tal vez hace 50 años pudo haber sido. Hoy, con la multiplicación de los celulares, el avance de la informática y la inteligencia artificial, es totalmente posible la participación. Y está demostrado. Hubo dos años de pandemia donde funcionó perfectamente la interacción virtual. ¿Por qué no consultar a la gente sobre actos de gobierno? El acuerdo con el FMI, por ejemplo. Eso sería una democracia participativa, la verdadera democracia del cuento ¿Saben ustedes por qué no se hace? Sí, la mayoría acertó. No se hace porque a la clase política y a las corporaciones no les conviene.

¿Cuál es la solución? Emanciparse de la clase política y las corporaciones. Hacer realidad este cuento de la democracia. Y como les decía antes, si lo hacemos entre todos y juntos será más fácil.

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