La Otra Historia de Buenos Aires

Antecedentes
PARTE XXVIII
La expansión mundial del Imperio

por Gabriel Luna

Tras su espectacular y soberbia coronación como emperador de toda la Cristiandad a fines de febrero de 1530, Carlos V -que es además rey de Italia, Alemania, los Países Bajos, España, y de América, ese mundo desconocido por conquistar- acaba una prolongada estancia de cuatro meses en Bolonia y se dirige con sus ejércitos por la Lombardía hacia el norte. Irá por sus dominios, recibiendo pleitesías, fortaleciendo alianzas y cerrando acuerdos; irá a encontrarse con su hermano Fernando -el rey de Austria- que acaba de rechazar a los turcos en Viena; irá hacia Alemania, a la Dieta de Augsburgo, donde tratará de neutralizar o de poner de su lado a los luteranos para unir a la Cristiandad; e irá a su tierra natal, los Países Bajos (para afianzar sus principios, recoger honores) y volverá por mar a España.
Así son los planes, pero enterado de que sus fuerzas están asediando a Florencia, la única ciudad italiana que se le resiste, Carlos decide detenerse en Mantua -100 kilómetros al norte de Bolonia y 200 al norte de Florencia- para respaldar el asedio. Y en la espera se dedica a la holganza, a la caza y la cetrería, a las mujeres que duermen con él y recompensa con dos ducados, y a disfrutar de la hospitalidad y las lisonjas del marqués de Mantua, Federico II Gonzaga, quien ha instalado en la plaza la replica de una columna de Trajano decorada con escenas de los triunfos de Carlos, el “Señor del mundo”. Transcurrido un mes de asedio a Florencia y por recomendación de su canciller Gattinara, quien tiene cierta prisa por llegar a Alemania y una probable estrategia para convencer y conservar a los luteranos en la Cristiandad, Carlos decide seguir hacia el norte, y eleva a su anfitrión, Federico II Gonzaga, con el título de duque de Mantua (también por recomendación de Gattinara), para fortalecer alianzas. En abril, Carlos ya está en Trento -a más de 300 kilómetros de Florencia- disfrutando de la primavera en los Alpes y dedicado a la caza de gamuzas. El 2 de mayo de 1530, siguiendo siempre su norte y cruzando los Alpes, Carlos llega a la frontera entre Italia y Austria, en el paso de Brennero, considerado el puente de Europa -a 1400 metros de altura y a 450 kilómetros de Florencia-, y se reúne con su hermano menor Fernando, el rey de Austria. Hace casi diez años que no se ven, desde la Dieta de Worms, cuando Carlos conoció a Lutero.1 Los hermanos, tras la conquista de Italia, la coronación y rechazo de la invasión turca, perciben ahora en Brennero el poder y la gloria. Juntos planean extender y consolidar el Imperio habsburgo, y Fernando ordenará erigir un monumento en el lugar para conmemorar el encuentro.

410 años después, sucederá otro encuentro y se planeará en el paso de Brennero la extensión y consolidación de otro Imperio, tan fatídico para la Humanidad como el Imperio habsburgo. El 18 de marzo de 1940, Adolf Hitler y Benito Mussolini acordarán en Brennero la participación de Italia en la Segunda Guerra, como aliada de Alemania; y acordarán además la invasión de Dinamarca, Noruega y Grecia para extender los dominios del Tercer Reich (Los nazis y los fascistas considerarán como Primer Reich y modelo a seguir al Imperio habsburgo).

En junio de 1530, los reyes habsburgos Carlos y Fernando -también llamados los austrias- siguiendo hacia el norte llegan a Innsbruck. Se hospedan en el palacio Hofburg que fuera de su abuelo, Maximiliano I -también rey de romanos y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, como Carlos-. Y allí en Innsbruck, el Imperio español y habsburgo sufre una gran pérdida. El 5 de junio, muere de gota y una complicación renal Mercurino Gattinara, el gran canciller, el estratega y artífice político del Imperio. Gattinara tenía la rara virtud de poder interpretar con precisión los intereses y las acciones de los adversarios y aliados más diversos, podía prever los movimientos del ejército francés, las intenciones diplomáticas de Enrique VIII, los intereses de la nobleza italiana, los credos y las estrategias luteranas, y hasta vislumbrar la forma de someter a los mexicas -aunque nunca había estado en América-. Gattinara, que era admirador de Erasmo de Rotterdam y a la vez ideólogo de la monarquía universal con el lema Plus Ultra (Más Allá),2 había sido consejero de Margarita de Austria, embajador de Maximiliano I en Francia y Aragón; había promovido la candidatura imperial de Carlos, logrado el triunfo contra Francia mediante alianzas con Inglaterra y el Vaticano; y había impulsado la guerra contra la Liga del Cognac -una coalición del Vaticano, Francia y algunas repúblicas italianas que se oponía al avance del Imperio-. Gattinara, que después de ganar esa guerra había negociado una paz ventajosa con Francia y el Vaticano en Cambrai y Barcelona, y había convencido a los nobles italianos (menos a los de Florencia) de que aceptaran las condiciones de Carlos, era una pieza muy importante del Imperio y pronto se notaría su ausencia en el engranaje político y acumulador del sistema.

El 15 de junio de 1530, casi en verano, Carlos hace su entrada triunfal en Augsburgo, Alemania -que está a 160 kilómetros al norte de Innsbruck y a 650 de Florencia-. Llega vestido de oro sobre un caballo blanco, junto a Fernando y el legado pontificio, los tres bajo un mismo palio de seda roja -que sostienen soldados de los tercios, los regimientos de infantería española-, precedido por trompas y timbales, la nobleza española, italiana y habsburga, escoltado por los tercios de Leiva y Mendoza, el futuro gobernador del Río de la Plata, y los lansquenetes -soldados de infantería alemana- pagados por la banca Fugger, entre los que se encuentra Ulrico Schmidel, de 20 años, el futuro cronista del Río de la Plata. La entrada de Carlos es tan espectacular como la de su coronación en Bolonia, y se organiza para el día siguiente un segundo desfile con motivo del Corpus Christi, pero los luteranos se niegan a participar. El emperador ha llegado para presidir una asamblea, la Dieta de Augsburgo, donde se expone y delibera con el afán de resolver cuestiones políticas, religiosas, económicas y militares, no para una celebración, dicen. Los luteranos han presentado protestas formales, porque fueron condenados por su fe (de ahí surge el nombre de protestantes), y quieren resolver las diferencias religiosas, no desfilar con pompa detrás de Carlos. La situación es tensa. Carlos (que no está preparado para esa desobediencia) hace su desfile con menos seguidores e inicia la Dieta.
El 25 de junio, los protestantes presentan un libro llamado “Confesión de Augsburgo”, redactado por Martín Lutero y Felipe Melanchthon, que especifica el credo de la Reforma y muestra más coincidencias que diferencias con el Vaticano para llegar a un acuerdo. El texto de 28 artículos, leído lentamente en alemán durante dos horas por el canciller de Sajonia, adormece a Carlos que no domina bien ese idioma ni tampoco tiene vocación teológica. Lutero, Melanchthon y los sajones se ufanan de haber podido exponer sus creencias por completo y sin interrupciones ante el Emperador y la Dieta en pleno. El legado pontificio y un equipo de teólogos se avocan a una respuesta. La situación es difícil y Carlos ya no tiene el sostén ni la estrategia de Gattinara para resolver el asunto. Ahora es García Loaysa, su confesor, quien lo aconseja; y le propone dos ministros: Cobos y Granvela, para reemplazar al gran canciller. Pero ninguno de ellos, y tampoco Loaysa -quien había zanjado la Revuelta comunera en España con un baño de sangre, y que propone ahora cierta prudencia al emperador pero, llegado el caso, también la espada y la horca para enfrentar a los herejes-, tiene la experiencia, la interpretación profunda del adversario ni la agudeza política de Gattinara. Y así fue como la oportunidad de unir a la Cristiandad se perdió. El 3 de agosto los teólogos del papa responden a los protestantes leyendo un texto llamado “Confutatio Pontificia” en una larga jornada donde Carlos también se duerme. Los luteranos responderán con otro texto; pero no es con principios y devaneos teológicos la forma de llegar a un acuerdo sino con política (la especialidad de Gattinara). No se entiende esto desde el lado católico. Carlos dirá un discurso prudente de ambigüedades entre la conciliación y la espada, y se acercará el cisma de la Cristiandad.

Sin embargo, a pesar del revés religioso, el Imperio sigue creciendo. Hay otras fuerzas que lo sostienen. En agosto triunfan los sitiadores de Florencia y en pocos meses esa república volverá a ser gobernada por los Médici, una familia de empresarios y banqueros. Mientras tanto, Carlos frecuenta en Augsburgo a los Welser y a los Fugger, también familias poderosas de empresarios y banqueros, que impulsan y se benefician con las expansiones del Imperio. Así Carlos consigue en parte financiar ejércitos y expediciones al Nuevo Mundo. Estas familias, verdaderos centros de acumulación comerciales y financieros asociados con el poder, son el origen del capitalismo moderno y las actuales corporaciones. Los Welser establecieron, con la bendición de Carlos, una Capitanía en Venezuela para la extracción de minerales y una base comercial en América (fueron los primeros colonos alemanes del continente). Los Haro, empresarios y financistas oriundos de Burgos, fueron prestamistas de Carlos y financiaron con fines comerciales varias expediciones al Nuevo Mundo, entre las que se cuentan la de Solís al Río de la Plata y la de Magallanes, para encontrar un paso interoceánico y traer especias de las islas Molucas. Los Fugger (o Fúcar), eran una corporación oriunda de Augsburgo dedicada al negocio textil, a la minería, el comercio de especias, las propiedades inmobiliarias, la construcción… y a las finanzas; la banca Fugger financió -entre muchas cosas- la elección de Carlos como emperador del Sacro Imperio Germánico de Occidente;3 creó el negocio de la venta de indulgencias para financiar la construcción de la basílica de San Pedro -cuestión que provocó, como ya se ha visto, el movimiento de la Reforma encabezado por Lutero-; y también intervino en la expansión del Imperio en América. No será casual que Ulrico Schmidel, un lansquenete del ejército bancado por los Fugger, se convierta en el principal cronista de la expedición de Pedro Mendoza al Río de la Plata.

La expansión mundial del Imperio, con todos sus descubrimientos, matanzas, sometimientos, extractivismo, saberes y aberraciones, dependerá no sólo del absolutismo de Gattinara, la monarquía universal, y de una religión orientada al sometimiento de las mayorías, sino que también dependerá de los Fugger, los Haro, los Welser y los Médici, esta suerte familiar de corporaciones de la acumulación, que junto al poder político generarán el capitalismo actual.

(Continuará…)

1. Ver “El poder imperial eclesiástico” en La Otra Historia de Buenos Aires, Libro Primero: Antecedentes, Parte XVII, Periódico VAS Nº 151.
2. Ver “La coronación de Carlos y el Imperio del “Más Allá” en La Otra Historia de Buenos Aires, Libro Primero: Antecedentes, Parte XXVII, Periódico VAS Nº 162.
3. La elección de un nuevo emperador en la Alemania del siglo xvi estaba a cargo de siete electores: los arzobispos de Colonia, Maguncia y Treveris, y los príncipes de Sajonia, Bohemia, el Palatinado y Brandemburgo.
Maximiliano I compró los votos de cinco de los siete electores para su nieto, con el dinero prestado por los Fugger, y Carlos fue elegido por unanimidad.
Ilustración: Acuarela de Durero de la ciudad de Insbruck, 1495

 

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