La Otra Historia de Buenos Aires

Antecedentes
PARTE XXXI
Los hermanos Sousa y el fantasma del Puerto

por Gabriel Luna

A fines de 1531 los hermanos Sousa están en el Río de la Plata con el afán de colonizar y acrecentar los territorios de la Corona portuguesa. Éste será el objetivo primario, pero no el más importante; es sólo lo que debe hacerse primero (según la Corona) para llegar a las ricas tierras del Rey Blanco y a la Sierra de Plata. De modo que mientras el almirante Martín Afonso Sousa -con las naves fondeadas entre la isla Gorriti y el cabo Santa María- hace expediciones terrestres y delicadas mediciones astronómicas para determinar la ubicación del estuario, su hermano, el capitán Pedro Lopes Sousa, incursiona río arriba en un bergantín con 30 hombres para cumplir el objetivo primario.
El 2 de diciembre de 1531, luego de propinarse un atracón con los “peixes mais saborosos do mundo” en la isla Martín García, la expedición del bergantín llega al Delta, guiada por Enrique Montes, y toma el brazo más ancho, el Paraná Guazú, que según explica Montes fue la ruta de Gaboto. Y al igual que le ocurriera a Gaboto ven señales de humo tierra adentro. Por precaución, el capitán Pedro Lopes ordena abastecerse y pernoctar en las islas. El 5 de diciembre, pondera la abundancia del lugar y escribe en su diario: “e fui dormir da banda do sul debaxo de hûs frechos. E depois matamos quatro veados, os maiores que nunca vi”. Días después de continuar los humos pero no ver a nadie, explican Montes y los lenguaraces indígenas que se trata de los querandíes, nómades y cazadores, distintos a los chaná-timbúes, sedentarios y pescadores, que acaban de conocer hace poco. Pedro Lopes vaticina una distancia que se mantendrá y decide incursionar en tierra firme encendiendo sus propios humos para indicar la presencia. El 11 de diciembre, arriba a una barranca en la orilla occidental del Paraná -donde actualmente se levanta la ciudad de San Pedro en la provincia de Buenos Aires- y escribe su asombro: “Esta terra dos Carandins (querandíes) he alta ao longo do rio; não he montanha, he toda chãa (plana), coberta de feno (heno), d’altura de hum homem. Ha muita caça nella de veados (venados) e emas (ñandúes), e perdizes e cordonizes. ¡He a mais fermosa terra e mais aprazivel, que pode ser!”.
Tal es la primera descripción europea de la llanura pampeana en la actual provincia de Buenos Aires, con los altos pastizales, las grandes distancias fértiles y la abundancia de animales para el sustento. Llama la atención que las anteriores expediciones de Gaboto y García Moguer no mencionaran este recurso tan útil para la colonización y el sostén de las poblaciones.
Entonces el 12 de diciembre de 1531, el capitán Pedro Lopes cumple un objetivo primario de la expedición, levanta en la barranca los padrões, las cruces y columnas con los símbolos reales, y toma posesión del territorio en nombre de la Corona portuguesa (¡Así de sencillo!). Luego Lopes, atento al plazo de 20 días dado por su hermano, decide volver. Es el punto más occidental y la incursión continental más profunda que hará esta expedición. Recuérdese que cuatro años atrás Gaboto estableció su base 100 kilómetros más allá, en Sancti Spíritus, a la altura de la actual ciudad de Rosario, y que desde allí subió por el Paraná hasta el río Paraguay. Lopes sabe todo esto, tiene a su lado a Montes que participó en aquella expedición, quisiera seguir pero debe volver. El almirante Martín Afonso Sousa, su hermano, tiene otro objetivo primario y además quiere tomar contacto en Cananéia con la expedición terrestre de 80 hombres al mando del capitán Pedro Lobo, que partiera hace cuatro meses hacia la tierra del Rey Blanco por el camino de Peabirú, la ruta que había tomado Alejo García. Y Lopes vuelve con su bergantín el 13 de diciembre por donde vino, pero río abajo, con más velas y menos remos, más rápido y con menos esfuerzo, disfrutando de la primavera y la abundancia.
Ya de vuelta y hechos 70 kilómetros desde San Pedro, la expedición pernocta en una isla llena de cuervos. El 15 de diciembre por la mañana, vuelan los cuervos y emergen de la arboleda cinco chaná-timbúes, majestuosos, con mantos y faldas de pieles, birretes y collares con fauces de jaguar. Son cuatro hombres y una mujer de largo pelo castaño y pezones dorados, que encanta a los portugueses. Empiezan hablando en guaraní, aunque los chaná no dominan esa lengua y siguen expresándose por señas y por otras lenguas, que no dominan los del bergantín. Dan a entender, sí, que tienen algo importante que decir, y que traerán a la isla a alguien también muy importante para decirlo, alguien de piel blanca y morena, que es de todas partes y sabe todas las lenguas. Así convencen a Lopes de que los espere en la isla seis días.
Parten los nativos, vuelven por la tarde los cuervos, mientras tanto los portugueses cazan y pescan, tienen sueños dorados con la indígena de los cabellos largos, vuelven a cazar, preparan tasajo de venado para surtir a las naves de Sousa en la próxima travesía hacia Brasil, esperan y se preguntan quién será el misterioso personaje que sabe todas las lenguas.

¿Se tratará de un europeo devenido indígena? ¿Para qué querrá encontrarlos? Un encuentro similar, según las crónicas de Pigafetta, sucedió en el Río de la Plata hace más de diez años, cuando después de una batida de indígenas que hicieron los españoles en la costa uno de ellos, absolutamente solo, se acercó en una canoa a la nao Trinidad para hablar con Magallanes.1 ¿Quién era ese sujeto y qué quería? No se supo con certeza. Pero siete años después, Gaboto, encontró en el Río de la Plata a un personaje solitario en una canoa y lo tomó como guía e intérprete para llegar hasta el Rey Blanco. Se trataba entonces de Francisco del Puerto, el grumete de Solís que había sobrevivido a la antropofagia. Y del Puerto guió a Gaboto por el Paraná y el río Paraguay hasta la tierra de los chandules; donde éstos, precisamente aconsejados por Francisco del Puerto, tendieron una celada a los españoles, los diezmaron y cortaron sus suministros. Tan grandes fueron las pérdidas que Gaboto decidió suspender la expedición al Rey Blanco y volver por el Paraná hasta su base en el fuerte Sancti Spíritus. Del Puerto, tras esa traición, desapareció para los españoles, aunque es muy probable que haya estado detrás del ataque de los timbúes que destruyeron Sancti Spíritus y echaron finalmente a Gaboto del Río de la Plata. ¿Quién era en realidad este personaje?
Entre los que bajaron a tierra con Solís hubo un sobreviviente. Los indígenas se comieron a Solís y a sus oficiales, pero perdonaron la vida al grumete Francisco del Puerto y lo llevaron a vivir con ellos tratándolo como a un igual. La antropofagia era parte de un ritual guerrero guaraní. Hoy se conoce que se comían a sus enemigos salvo a uno, que era preservado y enviado tiempo después a los suyos para contar lo sucedido y amedrentarlos. Del Puerto fue entrenado para cumplir esa misión, disuadir a los enemigos, en este caso a los invasores europeos, y proteger a la comunidad que lo había adoptado. Por eso fue a ver a Magallanes cuatro años después de la expedición de Solís, y volvió sin más cuando descubrió que esa flota por su objetivo no representaba un peligro a la comunidad. Y por eso, siete años después, fue a ver a Gaboto, que sí representaba un peligro y entonces actuó en consecuencia convirtiéndose en una especie de fantasma, alguien que sin ser visto amedrentó y disuadió a las expediciones de Gaboto y García Moguer de permanecer en el Río de la Plata.

El capitán Pedro Lopes espera los seis días acordados y deja la isla de los cuervos. No ha conocido al fantasma del Puerto y tal vez eso haya sido lo mejor para él y sus hombres. Tal vez el fantasma los hubiera aniquilado. El 21 de diciembre de 1531 llegan a la playa de Kiyú donde vuelven a encontrar la aldea de los indígenas pescadores.2 Hace mucho calor, los sorprende una tormenta; se refugian en un estero donde hacen noche y parten recién cuando escampa. El 23 de diciembre llegan al cerro San Pedro -próximo a la actual ciudad de Montevideo-, allí desembarcan y suben al cerro para instalar los padrões. Entonces Pedro Lopes tiene otro de sus arrebatos al ver la llanura y consigna en su diario: “Nam se póde escrever a fermosura desta terra: os veados (ciervos) e gazelas sam tantos, e emas (ñandúes), e outras alimarias (productos alimenticios), tamanhas como potros novos e do parecer delles, que he o campo todo coberto desta caça (caza) que nunca vi em Portugal tantas ovelhas, nem cabras, como ha esta terra de veados”. Aprovechan el buen tiempo, el bergantín con viento en popa hace 70 kilómetros desde Montevideo, y llegan al hoy llamado arroyo de Solís, donde pernoctan. Desde allí, van bordeando la costa con rumbo este y arriban tras 50 kilómetros a la isla Gorriti -frente a la actual Punta del Este-, donde están fondeadas las naos del almirante Martín Afonso Sousa, el 27 de diciembre.
Se reúnen los dos hermanos y cambian impresiones geográficas, económicas, antropológicas, políticas y astronómicas sobre el Río de la Plata. En suma, que acuerdan en las alabanzas sobre la riqueza y el potencial de la región para establecerse, pero que no pueden trasgredir los límites de España sin haber establecido primero en Brasil las colonias portuguesas. Resulta notable la diferente valoración del territorio americano que hacen los españoles y los portugueses. Mientras que los españoles se quejan en sus crónicas de la aridez, las pestes, la escasez de alimentos, de la hostilidad de la tierra -como puede observarse en las expediciones de Gaboto, Pizarro, Cortés y Magallanes-, pasa todo lo contrario con los portugueses, donde hay en sus crónicas una exaltación a la tierra, a la abundancia, e incluso también a las cualidades de los nativos y nativas. ¿A qué se debe esto?
Probablemente sea la diferencia entre los objetivos de cada cual. Hay en los españoles un afán de tesoros y extracción de oro y plata o especias que no es tan obsesivo en los portugueses, quienes tienen -en este caso- objetivos primarios territoriales, como el asentamiento, la colonización, la explotación agrícola3 (relacionados con la abundancia), y también la captura de esclavos (relacionada con la ponderación de los nativos y nativas).
No obstante, acabada la evaluación territorial, el almirante Martín Afonso Sousa, aunque sin obsesionarse, tampoco se olvida de lo importante e inmediatamente principal para las arcas portuguesas. Y esto es: que ha enviado hace ya cuatro meses desde Cananéia (Estado de São Paulo) una expedición terrestre de 80 hombres bien pertrechados hacia los dominios del Rey Blanco. Sousa, por cuestiones de calado y de corrientes, no ha podido tomar contacto con esa expedición remontando los ríos, entonces vuelve por mar y su flota zarpa el 1º de enero de 1532, desde la boca del Río de la Plata hacia Camanéia.

(Continuará…)

1. Ver “Magallanes en el Río de la Plata” en La Otra Historia de Buenos Aires, Libro Primero, Antecedentes, Parte IV, Periódico VAS Nº 138.
2. Ver “Sousa en el Río de la Plata” en La Otra Historia de Buenos Aires, Libro Primero, Antecedentes, Parte XXX, Periódico VAS Nº 165.
3. Como ha sido la explotación y comercio del palo brasil, la madera que dio nombre al país.

Ilustración: Theodore De Bry.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *