Morir de pobre

Un gazebo improvisado de la policía del la Ciudad fue el último techo que dio reparo al cuerpo tieso de Sergio Zacariaz. Falleció la madrugada del 1 de julio de hipotermia, es decir congelado, su único abrigo fue una frazada y, tal vez, algo de alcohol en las venas. Sergio Zacariaz era una de las casi 20000 personas que viven o atraviesan una situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires. La metrópolis más rica del país y, según los cables que emite el Gobierno porteño, la más encumbrada a nivel turístico de Latinoamérica.

Sergio Zacariaz murió de frío en plena City porteña, recostado sobre la vereda de la calle Perú, entre la moderna Venezuela y la ancha avenida Belgrano. Murió de frío a pocas cuadras de la Casa Rosada, en el descampado de cemento que conduce a los bobos [1] porteños hacia el ostentoso Puerto Madero. Un barrio donde aproximadamente el 70% de las de las viviendas están desocupadas. Sergio Zacariaz tenía tan sólo 52 años de edad, era un excluido del sistema, un desocupado más y, desde la madrugada de lunes, un pobre menos.

Sergio Zacariaz murió de frío, dos días después de que el Gobierno porteño, lanzó por las redes sociales una campaña reclutando «voluntarios» para hacer recorridas quincenales de Prevención del Frío. Seguramente a esta altura del invierno Sergio Zacariaz poco o nada entendiera de redes sociales. Mucho sí, de indolencia y hasta de ese barniz  que a los ojos de los funcionarios  hace invisibles a los desamparados.

Vivir Mejor es Ley en la Ciudad. Ser pobre es una condena.
El aumento de la pobreza y la indigencia de los últimos cuatro años en nuestro país arrojó familias enteras a la calle o las puso en peligro de estar en esa situación, en la misma medida que tanto el Gobierno porteño y el nacional vaciaron la mayor parte de los programas de asistencia a las poblaciones vulnerables.
Según testimonios de las personas en situación de calle, los paradores que existen en la Ciudad de Buenos Aires son lugares temerarios y hasta peligrosos. Allí, las familias son separadas. Mujeres y niños duermen por un lado y hombres por otro. Su escasas pertenencias suelen esfumarse en las horas del pernocte. Durante el día, miles de indigentes pueblan, como fantasmas, las calles de la Ciudad. Al llegar la tarde hacen cola para recibir un plato de comida caliente, esperan un turno en alguna de las largas filas de las ollas populares, asisten a comedores comunitarios, o esperan la caridad de las sobras en la puerta de algún restaurante o casa de comida china. Pasar la noche en las veredas heladas, húmedas y desiertas de esta Ciudad es una experiencia horrenda donde la peor pesadilla puede convertirse en realidad: desde ser rociado con combustible e incendiado por un psicópata, hasta recibir palizas de patotas de cuidadores urbanos, o morir de frío a pocos metros de la Casa Rosada.
Fin de la conversación
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[1] En francés se denomina bobos a los burgueses bohemios, en tanto que Estados Unidos emplea el término hispster para esta calificación.

Foto: La Izquierda Diario

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