Gabriel Luna: «Volver al Origen para saber Quiénes Somos…»
El 25 de mayo de 2010, el Espacio Arte Vivo sito en Viamonte 1699, convocó su propio Cabildo Abierto e invitó a Gabriel Luna a dar una charla-debate sobre los orígenes de esta Ciudad, sus aspectos desconocidos, y características determinantes. Un tema que toca precisamente Luna en su último libro: La Otra Historia de Buenos Aires. Los primeros cien años: 1536-1635. La charla apasionó y se transformó en debate, como habían previsto sus organizadoras. Reproducimos un fragmento.
“Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia», cantaba Nebbia. Gabriel, ¿va por ahí el sentido del título de tu libro?
– Sí, el sentido es ese. «Quien quiera oír, que oiga», creo que se llama el tema.
– ¿La Otra historia es la verdadera historia, como dice la canción?
-Mirá… La Historia es básicamente un relato ordenado en el tiempo. Y un relato, es una relación de hechos contada por alguien. De modo que la historia pasa siempre por un intérprete, está cargada de subjetividad. Hacer una historia absolutamente verdadera implicaría la reconstrucción del pasado, y el pasado no puede reconstruirse. Sólo puede recrearse por la mediación de un autor, o de varios.
Lo importante para mí de una historia es la utilidad. Una buena historia debe ser interesante, amena, y debe servir para conocernos, para alumbrar el presente, ayudar a mejorarlo.
-¿ Tu libro está planteado en ese sentido?
-Sí, totalmente. Fue proyectado para ser útil; que haya alcanzado el objetivo o no, será materia opinable. (Risas)
Cuando «llegué» al Buenos Aires de 1600 encontré un conflicto muy fuerte. Ese conflicto, de raíces políticas, económicas, y religiosas, duró muchísimo tiempo. Tanto, que hoy pueden verse sus huellas, como fue transformándose, y las extensiones que tiene. Pero no está en los manuales.
La historia oficial, como dice la canción, la escribió una élite; y es funcional a la reproducción y continuidad de esa elite. El resto, casi no tiene historia, no tiene identidad, y tampoco futuro como sociedad emancipada. «Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias seguirán ensalzando y ocupándose de los cazadores», dice un proverbio africano.
-¿Qué cosas encontraste en ese mundo de 1600?
-¡Huy!… ¡Muchísimas cosas! Y casi todas asombrosas… La primera, fue descubrir que Buenos Aires era un centro de contrabandistas de esclavos. Pasaron por Buenos Aires, rumbo a las minas de Potosí, alrededor de 4000 esclavos por año durante las primeras décadas del siglo XVII. ¡La población estable, de indígenas, mestizos, criollos, y europeos, no llegaba al millar!
Otra sorpresa, fue descubrir que la aldea pequeña y perdida en los confines del imperio español no tenía nada de apacible. A pesar de sus pocos habitantes, la estructura social era compleja y de gran desigualdad. Había ranchos estrechos sin ventanas con pisos de tierra, y a pocos metros, casas de tres patios, con mosaicos, tapices de Flandes y arañas venecianas. Había intrigas, luchas políticas encarnizadas entre los militares y el Cabildo, entre el clero y los militares, entre los campesinos y los mercaderes. Había marinería ociosa, campesinos, piratas, mercaderes, ricos y pobres, viajeros alucinados, oficiales reales, soldados, corruptos de toda laya, capataces, peones, artesanos, tahúres, cuatro órdenes religiosas, aventureros, prostitutas, pícaros y mendigos, santos y procesiones. Allí estaban el poder sacerdotal, la soberbia conquistadora, la búsqueda de honor y aventuras, el tráfico esclavo, el ansia de la riqueza fácil… De ese fermento, nació alrededor de 1620 una matriz mafiosa: una élite que se extendió en lentas transformaciones hasta nuestros días.
-¿Y el conflicto tan fuerte, cuál era?
-Era precisamente entre esa élite -que vivía del contrabando de esclavos- y los fundadores que llegaron con Garay -que vivían de la tierra-. Los primeros se llamaban «confederados»; los segundos, «beneméritos».
-¿Pero se trataba de un conflicto ético?
-No. Era principalmente una cuestión económica, y un modelo de república lo que estaba en juego. Chocaban dos modelos. Había una economía mercantil externa, la del contrabando, marcada por la conveniencia de las metrópolis, que generaba en la aldea desigualdad y exclusión. Y había otra economía rural basada en el mercado interno, la de los campesinos «beneméritos», orientada hacia un desarrollo regional. Eso motivó después la pelea entre el Puerto y el Interior, unitarios y federales…
Como verás, las cosas no han evolucionado muchísimo desde entonces… Nos sigue preocupando el desarrollo regional y el mercado interno, y vemos la inversión externa como una tabla de salvación…
-¿Hay algo muy importante que quieras rescatar de los primeros cien años de Buenos Aires, que sea de enseñanza o de utilidad para el presente, como decías antes?
-Sí. La figura de Hernandarias, el líder de los «beneméritos». Un criollo nacido en Asunción, que a los veinte años llegó con Garay para fundar Buenos Aires. Fue quien dirigió el arreo de ganado, que vino por la orilla del Paraná, para sostener el asentamiento. Hernandarias recorrió a caballo estas tierras muchas veces, llegó hasta el río Negro y la Cordillera buscando «El Dorado». Se despojó de la quimera y la soberbia conquistadora, integró al indígena, creó industria, combatió el contrabando y la corrupción, fue cuatro veces gobernador y un gran estadista. Imaginó una red de ciudades desde el Pacífico hasta el Atlántico para recoger los frutos de la tierra, activar la industria, el comercio interno, y generar una región próspera, de economía independiente.
Ha sido un héroe casi olvidado (convenientemente olvidado, te diría) por la historia oficial, que debería recobrarse como referente, parte de nuestra identidad, y modelo de emancipación.
-¿Se trata entonces de volver al origen para encontrar una identidad social? ¿Para generar emancipación, proyectos comunes?
-Dicho así parece un sueño, ¿no? Ojalá el libro sea un aporte para generar emancipación, tiene la intención… Pero pongamos lo objetivo: que he recreado los primeros cien años de la ciudad de Buenos Aires, procesando múltiples fuentes historiográficas, gran cantidad de material epistolar y documental, y usando la literatura para dar vida a ese mundo. Allí cada lector encontrará lo suyo.
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