Paro de Mujeres – Palo Policial

por Mariane Pécora

El 8 de marzo fue una jornada histórica. Millones de mujeres en todo el mundo y unas 400.000 en todo el país paramos para decir no sólo basta a la violencia machista. Paramos también para visibilizarnos porque las mujeres somos  parte de una historia colectiva e internacional: 15.000 obreras textiles neoyorkinas marcharon por la jornada de 8 horas a principio del siglo XX. Mujeres inglesas y francesas lucharon hasta conseguir el sufragio femenino. Campesinas y obreras rusas  comenzaron la revolución de 1917. Feministas negras  abrieron el camino a  nuestros derechos sexuales en los años 60. Heroínas anónimas e intelectuales consagradas dejaron huella. Mujeres desaparecidas y asesinadas en este camino de lucha.

Pero las mujeres del mundo ayer no sólo paramos, también marchamos. Y marchamos para visibilizar el mapa del trabajo que nos desiguala respecto a los varones y exigir igual paga por la misma tarea. En nuestro país, marchamos contra la políticas de  ajuste a la que nos somete el actual gobierno de Mauricio Macri. Por la reapertura de las paritarias. Por la representación de mujeres en la cúpulas sindicales. En contra de la suba en la edad jubilatoria. Por el cese de los despidos y la flexibilización.
Aquí, como en el resto del mundo las mujeres paramos y marchamos porque queremos una ley de aborto legal, seguro y gratuito: Miles de mujeres mueren por abortos clandestinos. Porque cada una de nosotras tiene derecho a decidir sobre su cuerpo. Como también tiene derecho a decidir sobre su sexualidad.
En el resto del mundo y aquí, paramos y marchamos para exigir un Estado laico. Y  para denunciar que los Estados son responsables de todas y cada uno de los femicidios. De lo que resulta, 8 mujeres asesinadas por día en nuestro continente y una mujer asesinada cada 18 horas en nuestro país.

En Buenos Aires la jornada del 8 de marzo comenzó siendo una fiesta de mujeres y terminó en pesadilla policial. No estábamos desprevenidas. El martes a la madrugada, la policía detuvo a seis mujeres en el barrio de Almagro, supuestamente, por realizar pintadas llamando al Paro de Mujeres. Lo cierto es que  antes que esto sucediera fueron perseguidas, insultadas y hasta golpeadas por seis varones al grito de Cristo Rey. De inmediato, dos patrulleros, una moto y una docena de policías, se hicieron presentes en el lugar y apresaron a las jóvenes. Las llevaron a la comisaría 9na, donde las tuvieron detenidas más de doce horas y un fiscal  las imputó por el delito de «daños». La audiencia para liberarlas se concretó luego del mediodía del martes. Un centenar de mujeres se habían hecho presente frente a la comisaría. Lograron ser liberadas pero no podrán obviar la imputación. Al día de hoy no hay ninguna certeza, ni testigo, de que fueron las autoras de las pintadas.

Volvamos al 8. La brisa del verano tuvo perfume de mujer y sabor a lucha. Las mujeres comenzamos a hacernos escuchar: un ruidazo sacudió la modorra del mediodía porteño y, por la siesta, grupos de mujeres  caminaban entre el bullicio del tránsito rumbo al punto de concentración. La marcha se parió en la Plaza de los dos Congreso y caminó las 10 cuadras hasta de Plaza de Mayo en medio de cánticos, pancartas y colores. Madres con sus hijos en brazos. Mujeres jóvenes y mujeres maduras. Hombres que acompañaban y aplaudían. Militantes, trabajadoras, estudiantes, profesionales, ocupadas y desocupadas. Todas y cada una siguieron el compás decidido del  paso de las otras. Hermanadas en las consignas y en las luchas.
Se iba cerrando así el ciclo de tres jornadas consecutivas de protestas y reivindicaciones. «Nosotras tenemos los ovarios que le faltan a la CGT», decían algunos carteles hechos a mano y lápiz, refiriéndose a la falta de respuesta que la central sindical tuvo al pedido de Paro General que le hicieron los trabajadores en día martes. También en la calle y en otra movilización gigantesca contra las políticas de ajuste del Gobierno nacional.

Hacía las 18 la Plaza de Mayo se pobló y desbordó de mujeres. Y fue una fiesta. Allí se leyó un documento consensuado entre todas las mujeres. Se celebró el éxito de la convocatoria y todas o casi todas se sorprendieron de la emoción de cada una: «somos tantas que nadie nos va a parar», decía Celeste, una de las tantas mujeres que participaba de la marcha junto a su madre y su hermana.
Y fue así hasta que llegaron los nubarrones de la tormenta. Minutos antes de la desconcentración, un joven, ex militante de un partido neonazi, empleado en el Ministerio de Seguridad de la Nación, intentó defender las paredes de la Catedral Metropolitana anteponiendo una bandera del vaticano a las vallas. Como era de esperarse, como él lo esperaba, recibió insultos. De inmediato, apareció la policía y comenzó lo que la abogada Paula Livatchky calificó como «cacería policial». Duró dos horas y se llevó a cabo una vez que se había iniciado la desconcentración. Veinte mujeres fueron detenidas, golpeadas y apresadas sin motivo. Sin embargo, y al igual que el martes, las imputaron por el delito de daños.

«Ví cuando se la llevaba la policía», relata Nora a este medio y agrega, «cuatro policías cargaban a una mujer de pelo corto. La agarraron  como a un animal por las piernas y los brazos. Ella se retorcía pero no podía zafarse. La gente de alrededor pedía que la suelten. Pero la policía se empecinaba más».
Así  las detuvieron, por la fuerza y lastimándolas. «Así actúa la nueva Policía de la Ciudad», agrega Nora.
En tanto, la abogada, Paula Livatchky, considera que «El procedimiento policial cumplió al pie de la letra con lo que pide en protocolo antipiquetes: detener masivamente luego de las marchas».

Pero las mujeres no nos quedamos tranquilas. Pocas durmieron anoche y muchas celebraron hoy la excarcelación de las compañeras. Resta la batalla para dar por tierra las imputaciones. Una batalla larga y difícil. 
Esta tarde, el colectivo NiUnaMenos celebró una conferencia de prensa del Centro de Estudio Legales y Sociales (CELS). Allí estuvieron dos de las mujeres que ayer sufrieron en carne propia la represión policial. Relataron que luego de ser brutalmente detenidas, las mantuvieron en una camioneta durante horas, sin darle información alguna de dónde las llevarían o por qué estaban detenidas. Luego las distribuyeron en  distintas comisarías, donde las volvieron a golpear y humillar. Contaron que una joven de origen peruano fue insultada, golpeada y obligada a desnudarse por oficiales mujeres.
Angustiada, cansada y con las muñecas dolidas, Natalia denunció que mintió hasta el médico que hizo los certificados, «porque escribió que habíamos sido detenidas en Plaza de Mayo y no fue así».
En tanto, la periodista Laura Arnés, detenida junto a sus compañeras cuando salía de una pizzería céntrica, relató que la policía la hizo desvestir y le gritaron que estaba presa «por ser una negra de mierda».
La abogada del CELS, Paula Livatchky, hizo una lectura de lo sucedido.“Después de tres días de manifestaciones este accionar, que busca desalentar la protesta social, es la respuesta que da el Estado» apuntó y señaló que «Este es un endurecimiento muy importante de la  de la respuesta estatal a la protesta social. Las detenciones fueron sin orden judicial.  Una práctica policial que está prohibida. Y luego les armaron una causa judicial. Defender los derechos nos convierte en delincuentes. Lo que pasó es un mensaje que aporta incertidumbre sobre la vigencia del derecho a la protesta».
Por su parte, la periodista Mariana Carbajal, señaló: “Estas mujeres, no sólo fueron criminalizadas, ahora tienen que enfrentar a causas judiciales concretas. Se violaron leyes por eso es importante que la Legislatura de la Ciudad y el Congreso nacional intervengan».

Resta esperar la reacción de los poderes del Estado. Las mujeres ya condenamos estos hechos. Una y otra vez. No cabe duda que son acciones que tienden al disciplinamiento. Cuando sistema, es decir  el patriarcado, siente que tambalean sus  principios de cotillón actúa disciplinando.

Fotos: Johan Ramos. JR Fotografía

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