La Poesía de Adolfo «Bebe» Ponti

Adolfo Marino (Bebe) Ponti nació, en Quimilí (Santiago del Estero). Publicó Poemas de amor y silencio (1982), La guerra de los pájaros y Una luna acribillada en el olvido (1986), Opera salvaje (1993) y Crash (2003). Entre 1983 y 1985 fue redactor del Suplemento cultural del diario La Voz (Bs. As.) y del diario El Liberal de Santiago del Estero. Profundamente comprometido con la cruda realidad de los años 70, desarrolla en su obra una denuncia poéticamente bella y contundente, retratando el padecimiento de una generación brutalmente aniquilada. En el ámbito de la canción popular, ha destacado en el nuevo cancionero folklórico. Sus temas fueron grabados por Peteco Carabajal, Los Nocheros, Jacinto Piedra y Ariel Prat, entre otros. Mercedes Sosa incorporó su tema » Sufrida Tierra » en el último disco Corazón Libre.

VESTIGIOS DE LA SANGRE

( a Haroldo Conti pasajero de los álamos en el camino del regreso)

Vinieron a preguntarme por los árboles

y por los muertos

y por las muñecas

quemadas en primavera.

Un océano de lunas estalla sobre los ojos

de los espantapájaros

como una tormenta radioactiva

en el fondo lo la noche.

y en el horizonte:

Un mar abundante y melancólico

y una mujer descalza

perdida entre la sombra

y la neblina.

(El navío es algo mas

que un incendio en la memoria)

Dónde están los muertos

y los pasajeros de cristal

y la cabaña de lunas

donde Haroldo

fundaba guitarras y naufragios.

En esta ciudad

sólo escucho el vértigo de un motor

en la madrugada.

Debo juntar la sangre gota a gota

repartirla

por los muros y las calles.

No basta con morder el crepúsculo

y los penachos

amarrados a las sombras.

tengo que juntar los huesos uno a uno

arrinconarme

con fuegos y baladas

hasta que la noche caiga sobre los peces

como una herida torrencial.

Están cerradas las ventanas

y las chimeneas.

Hay que apretar fuerte los picaportes

y abrir

todas las puertas.

Desnudar el mundo con la sangre.

acaso la noche no tiene sabor a pólvora y a ojos arrancados.

Tengo que llegar hasta los bosques helados.

El mar está creciendo en las alondras

y en los ojos de mi amada.

Yo secaré tus lágrimas

con mi lengua.

Y después levantaremos el día hecho de fuegos y de astillas

y de maderas y de caracolas desnudas

y de madres blancas como las arenas.