Poesía y Urbanismo

Hugo Finkel, arquitecto.

La eliminación de espacios verdes no comenzó ahora. Ya en las primeras décadas del siglo XX, Buenos Aires -como todas las grandes ciudades- sufre las consecuencias provocadas por los rápidos cambios de vida, las nuevas actividades, la nueva relación espacio-tiempo, la mecanización y la técnica.
La vida urbana que transcurría plácidamente hasta el siglo XIX con funciones que se desarrollaban en perfecto equilibrio y hacían que Buenos Aires fuera el centro de la región, con espacios verdes y de esparcimiento acordes a su población (600.000 habitantes), se va distorsionando. Este cambio del ritmo vital, se sucede aceleradamente y sin pausa, y se expresa en un desarrollo especulativo urbano sin control. Los sucesivos Códigos que surgieron, no lograron encausar el crecimiento teniendo en cuenta las necesidades vitales de sus habitantes.
En 1940, decía el famoso arquitecto francés Le Corbusier: “Todas las ciudades del mundo están enfermas, todas serán reconstruidas (como por otra parte lo han sido incansablemente en el curso de los siglos). Buenos Aires, la ciudad del gran destino de Sudamérica, está más enferma que ninguna”. Desde otro enfoque, los poetas de la época coincidían con Le Corbusier.

Buenos Aires está hacinada
Sus casas destruyen el sol
Sus casas alineadas se orientan de cualquier modo
Chatura por doquier
Casas enfiladas, casas enfiladas
Casas enfiladas
La gente ya tiene el alma cuadrada
Ideas en fila
Y ángulo en la espalda
Yo creo que he vertido una lágrima
Dios mío, cuadrada
Calles
Frentes
Puertas y ventanas abiertas o cerradas
Pero siempre calles y frentes
El edificio inexistente
La soledad

Alfonsina Storni en “Ciudades y Ángulos”

Los muros recalentados
Los pavimentos recalentados
La detención del viento
Crean un clima artificial en ella
El habitante lo sufre día y noche
Se debate en él
Todo el suelo está cubierto
El espacio urbano dominado por la cuadrícula
Cemento y asfalto
¡Sin embargo,
A través de ellos todavía hay tierra!

Roberto Arlt, fragmento de “El Desierto entra en la Ciudad”

Hoy, 60 ó 70 años después, ¿qué escribirían?
Buenos Aires ha perdido desde entonces muchísimos espacios libres. En 1976, ya se estimaba el déficit de espacios verdes en 1300 hectáreas. Internacionalmente, se recomienda tener de 7 a 12 m2/habitante de espacios libres recreativos, o más de ser posible.
La ciudad de Buenos Aires tenía en 1976 el exiguo índice de 2.8 m2/ habitante. Hoy se estima en menos de 1m2/ habitante. En una ciudad de 3.000.000 de personas, donde ingresan en horas picos varios millones más, no sólo se han perdido espacios libres sino que desde la Dictadura en adelante, se ha concesionado a diversas entidades privadas -casi todas deportivas- el 60% de lo que antes eran generosas áreas destinadas al esparcimiento de toda la población.
Es en este marco, que los “políticos iluminados” siguen tomando decisiones al margen de la opinión y el interés de los ciudadanos. Por este camino, puede terminar siendo realidad la lúgubre profecía de Ezequiel Martínez Estrada: “De la polis, a la metrópolis, luego a la megalópolis, para advenir finalmente en la necrópolis”.

Bibliografía:
• Los planos más antiguos de Buenos Aires (1580/1880) de A. Taullard , Buenos Aires -1940.
• La Penitenciaría Nacional de Buenos Aires-Texto y fotos de A. Ballve-Talleres de la Penitenciaría Nacional-1907.
• Revistas Summa-1976 y 1981.
• Concurso Nacional para el Auditórium de la Ciudad de Buenos Aires- Sociedad Central de Arquitectos.

2 comentarios en “Poesía y Urbanismo”

  1. Que tendrá Bs. As. que siempre me fascina y no le veo los defectos, de tanto amor que le tengo, siempre para mí será linda, perfecta y magestuosa tanto como ayer o mañana: de mañana aunque viaje apretada como un fiambre, con un pie en el escalón de arriba y otro en el de abajo, en la puerta del Colectivo 15 rumbo a la Avda. Santa fe o apretujada sin respirar, entre la multitud del Subterráneo que va de Acoyte a Plaza de Mayo: recuerdo, rememoro por arriba o por abajo de la Cdad. otras mañanas y otros seres que me acompañaron en mi viaje por la ciudad y me invade una sonrisa interior de satisfacción por el solo hecho de recorrerla, de sentir sus ruidos y sonidos peculiares, y hasta sus incomodidades. Y ni hablar de la noche por sus calles oscuras pero con gente que va y viene caminando desde San Telmo a Caballito en algun tramo, después en taxi o colectivo siempre atenta al cruzar «la 9 de julio», buscando al mastodonte (quizás con miedo de que haya desaparecido por alguna razón) y de pronto verlo surgir entre las luces de la Corrientes me tornan niña y le saco diariamente la foto con mi alma y la guardo en mi interior junto a otras millones de «fotos virtuales» que día tras días, lanzan el fogonazo de mis ojos sobre ese paisaje que me acompañara cuando deje escapar mi último suspiro…

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