Atada a un sentimiento

por Helena Pérez Bellas El jueves llegué a casa y me encontré con un reguero de sangre que empezaba en la puerta y zizagueaba con interrupciones pero decidido hacia mi habitación. Vi que la perra dormía en un rincón y no mostraba ningún signo de dolor o abatimiento, me quedaba el gato. Los gatos cuando sufren se esconden, no quiero dotarlos del carácter superior tan de moda que se les adjudica, pero si tienen eso de replegarse ante la enfermedad. Cuando finalmente dí con el animal me encontré con que (Leer más…)