«Libertad condicional» para tradicional milonga porteña

Sunderland, la milonga más tradicional de Buenos Aires, cumplió hoy su segundo “baile a beneficio” luego de casi 60 días de ser clausurada por el Gobierno de la Ciudad, en “libertad condicional” ya que debe renovar el permiso para abrir sus puertas en el barrio porteño de Villa Urquiza semana a semana, informaron los organizadores.
Las dos autorizaciones logradas hasta ahora se tramitan los viernes, por lo que los organizadores deben trabajar a marcha forzada para tener todo listo para el sábado a la noche, cuando según el permiso no pueden recibir más de 200 personas, casi la mitad de lo que podía tener el lugar en la temporada alta de las milongas, fin de año y durante el Campeonato Mundial del género.
Ahora, anunciaron que ya tienen previsto realizar otros dos bailes, siempre los sábados, pero esos plazos complican también la contratación de artistas, sobre todo bailarines que deban realizar las exhibiciones en la cancha de básquet del club de Lugones 3161, de la Capital Federal.
El organizador del baile ahora llamado Malena, Jorge Rodriguez, informó  que tienen “dificultades para contratar a los artistas” ante el riesgo de que no les renueven el permiso que libra la Comuna 12, del gobierno de la ciudad , hasta ahora dos veces, en tanto que el ejecutivo porteño no resuelve la clausura impuesta hace casi dos meses, para normalizar la situación.
El milonguero detalló que las actividades deportivas del club, básquet, taekwondo, patín, gimnasia y danzas se volvieron a realizar tras 50 días de la clausura, pero “la milonga todavía no volvió a la normalidad”.
En el lugar se organizan bailes de tango los sábados a la noche desde 1919 por lo que de allí y de su “hermana” y “vecina”, Sin Rumbo”, es de donde surgió el elegantísimo estilo de tango llamado Villa Urquiza, sin figuras pero con estricto respeto a la musicalidad del tango en oposición al tango con más figuras, firuletes, de la zona sur de la ciudad y el conurbano.
El padre del bailarín Javier Rodriguez, uno de los más prestigioso de esta época, explicó que la Comisión Directiva del club continuaba con los trámites en la oficina de Control y Fiscalización de la ciudad, pero “el trámite nunca termina” y los inspectores “no vienen a verificar que el club se ajusta a la normativa vigente”.
Los inspectores habían clausurado el lugar completo al entender que la milonga se realizaba en una superficie superior a los 1.000 metros cuadrados, pero el club apeló ya que ese cálculo incluía un salón de 4 por 10 que usan los mozos para llevar los pedidos al salón, por lo que no se ocupa.
La diferencia eximía a la organización vecinal de tener que instalar un nuevo sistema de mangueras anti incendio fijo que hubiera demandado la colocación de otro tanque de agua en la azotea con toda la estructura que requería su sostén lo que hacía a la obra pedida muy onerosa y aún de hacerla forzaba al club a no poder trabajar durante meses.
Pero aún zanjando la diferencia con los inspectores de la ciudad, los funcionarios demoran su asistencia el club de barrio para constatar que la documentación es correcta y la clausura no se levanta.
El gran temor de los vecinos es que estos permisos semanales se hayan otorgado durante el Campeonato Mundial de Tango que terminará la semana que viene con participantes de todo el mundo, para frenar la repercusión que tuvo en el mundo la clausura de este templo de tango, venerado en todo el mundo como lugar de culto.
De manera que cuando se escucha La Cumparsita con la que se abre el baile que antes se usaba para anunciar el final, los asistentes aplauden para celebrar que la milonga de donde salieron los bailarines de la obra de teatro Tango Argentino que revivió al género en los años 90, continúa.
Con todas sus sillas ocupadas pero con las graderías de la cancha de básquet ahora vacías, resulta un acto militante salir a bailar cada tanda como si fuera la última, cualquiera sea la orquesta que monopolice la tanda.
Sin embargo, cuando se escucharon esta madrugada los acordes ordenados por el genial Osvaldo Pugliese, la pista se llenó de tangueros para celebrar con más unción de lo habitual su ritual de abrazos profundos, pasos largos y pausados y movimientos lentos como una forma de rezo con todo el cuerpo.
 

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