Homero Manzi, el diamante Nac&Pop

Por Adrián D`Amore

Homero Nicolás Manzione Prestera nació en Añatuya, Santiago del Estero, el 1° de noviembre de 1907 y murió tempranamente en Buenos Aires el 3 de mayo de 1951. En casi 44 años de vida, Manzi fue el autor de una treintena de tangos inolvidables, guionista de grandes películas, entre ellas «La guerra gaucha», una de las más exitosas de la historia del cine argentino.

Fue presidente de SADAIC y creó Artistas Argentinos Asociados, una empresa integrada inicialmente por un grupo de desocupados que se convirtió en una productora fundamental en la cinematografía nacional. Y fue un fervoroso militante político, socio fundador de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina) junto con hombres como Arturo Jauretche, Luis Dellepiane, Gabriel del Mazo, Darío Alessandro padre y Raúl Scalabrini Ortiz.

Entre las diversas aristas de su multifacética figura y bajo la proyección de su obra brillante, surge un denominador común que fue su motor, guía y distintivo: lo nacional y popular. Manzi fue un pionero «nac&pop» cuando todavía estas palabras no configuraban una categoría.

Antes del 17 de octubre del `45, antes de que los argentinos balbucearan por primera vez el término «peronismo», a años luz de los debates políticos del siglo XXI, Homero Manzi vivió, creó y pensó en clave nacional y popular.

Como oportunamente lo señalara su biógrafo Horacio Salas, Manzi tenía muy clara su disyuntiva existencial: «tengo por delante dos caminos: hacerme hombre de letras o hacer letras para los hombres». Eligió la segunda alternativa y dejó su obra como testimonio.

«Sur», «Malena», «Ninguna», «Barrio de tango», «Desde el alma», «Che bandoneón», «El último organito», «Fuimos», «Milonga sentimental», «Romance de barrio» son diez de los tangos, valses y milongas cuya popularidad atravesó el universo tanguero para formar parte de la cultura de los argentinos. Esta decena apenas es el botón de muestra de un cancionero colosal, de una calidad única, donde el recurso del lunfardo y las apelaciones demagógicas deslumbran por su ausencia.

Manzi fue un sabio alambique que destiló lo nacional y popular con una belleza poética extraordinaria. El paisaje y las costumbres de un pueblo que desde los barrios de casas bajas, fronterizas con el ámbito cuasi rural, atisbaban las luces del centro, encontraron en Homero su máximo traductor.

«El misterio de adiós que siembra el tren», «el amor escondido en un portón», los ojos oscuros como el olvido y el alma en «orsay» son sólo algunas de las muchas perlas con que la letrística de Manzi tributó a la metáfora desde el cordón de la vereda, al pie de la chata o desde la mesa del café; nunca desde el púlpito de los iluminados.

Como guionista cinematográfico dejó traslucir sus preocupaciones e inquietudes. La guerrilla salteña de Güemes, la biografía del célebre payador José Bettinotti, la guerra de la Triple Alianza y Domingo Sarmiento, el nacimiento del fútbol argentino estructuran las historias de algunos de sus filmes más recordados, entre los que destacan «Su mejor alumno», «La guerra gaucha», «Escuela de campeones», «El último payador», «El viejo Hucha», «Pobre mi madre querida» y «Pampa bárbara».

Yrigoyenista bravo, que resistió a los tiros en la Facultad de Derecho cuando el golpe de Estado de Uriburu, Manzi pronunció en Radio Belgrano el 16 de diciembre de 1947 un discurso que ilumina nuestros días, respondiendo a su expulsión de la Unión Cívica Radical por haberse entrevistado con el presidente Perón: «La insobornable vocación revolucionaria del pueblo dio su apoyo al hombre que creyó en el pueblo y a su programa reparador (…) Debemos aclarar honradamente que gran parte de la concepción revolucionaria no sólo coincide con los grandes enunciados del radicalismo sino que provienen de él.

«Por ello, no queremos compartir la postura de oposición sistemática y recalcitrante asumida por el comando radical y por el bloque de diputados nacionales del radicalismo. La revolución tal vez no necesite los votos de esos diputados y nuestra opinión, puesto que posee mayorías propias. Pero nosotros necesitamos que la UCR no caiga, por un peligroso juego de oposición antiperonista, en un campo reaccionario y anti radical. «(…) Perón es el reconductor de la obra inconclusa de Hipólito Yrigoyen. Mientras siga siendo así, y nosotros continuemos creyéndolo, seremos solidarios con la causa de su revolución, que es esencialmente nuestra propia causa».

Cuando Manzi murió, Perón no había sido reelecto y Evita aún estaba viva. Lo nacional y popular los sobreviviría a los tres. Como sus obras y sus palabras.

 

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