Los trabajadores de Lalo de Buenos Aires resisten

En la puerta están apostados dos policías. No permiten que nadie entre o salga del local. El que sale se queda afuera. Quien quiere entrar no puede. “Vamos a resistir pacíficamente el desalojo” lanza uno de los empleados asomando apenas su torso desde la puerta del local, intentando no pisar la barrera invisible que lo dejará fuera de juego. En la calle, una multitud de vecinos, clientes, periodistas y trabajadores de otras empresas recuperadas, aguarda.
Desde la semana pasada, 14 empleados del restaurante Lalo de Buenos han ocupado pacíficamente el local de calle Montevideo 355. Lo hicieron ante el inminente vaciamiento del comercio y en reclamo de los tres meses de sueldo y cuatro años de aporte previsionales que la firma Sargento Cabral 2426 S.A., propietaria del fondo de comercio, les adeuda.
Resisten y reclaman. Por eso, deben soportar una denuncia por usurpación de parte de los propietarios del fondo de comercio. Esta tarde, el Ministerio de Trabajo había convocado a una audiencia de conciliación entre los trabajadores del Restaurante Lalo de Buenos Aires y la firma Sargento Cabral 2426 S.A., pero esta fracasó. La firma no se presentó; envió una nota disculpándose por la ausencia y se comprometió a asistir el viernes.
Esta es la segunda convocatoria fallida desde que los trabajadores iniciaron la medida de fuerza. El problema es que el viernes puede ser demasiado tarde para ellos. Pues sobre el local pesa una orden de desalojo por alquileres impagos, porque los propietrios del fondo comercio adeudan alquileres. Esta medida se efectivizará dentro de pocas horas, en la madrugada del martes. Por eso los trabajadores resisten.
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“Tememos que si interviene la Metropolitana, esto se transforme en un Borda”, dicen el legislador porteño Juan Cruz Campagnoli, haciendo alusión a la represión vivida por los empleados del Hospital Borda en manos de la policía Metropolitana en abril del año pasado. El diputado de Nuevo Encuentro está del lado de adentro del local, resiste con los trabajadores y no puede alejarse de la puerta. De lo contrario quedará fuera de juego.

El propietario del local es un anticuario, que reside en el barrio de Caballito, Eladio González, se llama. Soporta desde hace años los alquileres mal pagos de la firma Sargento Cabral 2426 S.A., pero se niega a rentarles el local a los trabajadores, que quieren autogestionar el lugar,
“No se entiende la postura de González -dice Campagnoli- los trabajadores le ofrecieron pagarle hasta cinco meses por adelantado, pero él se niega. Está muy duro en su posición, no entiende que los trabajadores son víctimas de la empresa al igual que los dueños del inmueble”.
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Esta mañana, antes que los dos oficiales se apostaran en la puerta, los trabajadores presentaron ante la Justicia Laboral un recurso de amparo en resguardo de su derecho a trabajar, en una medida que apunta a evitar el desalojo dispuesto por la Justicia Civil.
El objetivo es que el fuero laboral solicite la suspensión de la medida que el juez Pablo Torterolo, titular del Juzgado Civil Nacional 63, se negó a posponer ante una solicitud directa de los damnificados para dar tiempo a una negociación con los dueños del local ubicado en Montevideo 355.
«Ahora tenemos que enfocarnos en frenar el desalojo, y vamos a resistir pacíficamente con el apoyo de los legisladores y todos los trabajadores», señala Campagnoli y añade que con los demás diputados que apoyan esta medida están evaluando presentar a la Legislatura porteña un proyecto de expropiación del local en defensa de la fuente de trabajo.

Resta esperar hasta la madrugada. Adentro se avizoran los rostros cansados de quienes resisten. De a ratos apoyan sus ñatas contra el vidrio. Miran el paraíso vedado: la vereda, donde la bailarina María Plazaola apoya la resistencia desde su arte. Enseña, a los que estamos de este lado, algunos pasitos de tango.
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Los policías de la puerta también miran. Miran como la multitud  va creciendo. Miran a los bailarines, a los periodistas, a la gente, a los trabajadores que se asoman -siempre pidiendo permiso-. Miran los choripanes que reparten los trabajadores Alé Alé, otro restaurante recuperado. Y por momentos, dan la impresión de preguntarse: quién carajo nos mandó acá.

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