Montevideo Comics

 

por Elizabeth Lerner

El sábado 28 y el domingo 29 de mayo tuvo lugar Montevideo Comics, una convención de historietas que se viene celebrando desde hace catorce años en la ciudad vecina. Es hermana de la argentina Crack Bang Boom, un evento de características similares que se suele celebrar cada mes de agosto en Rosario. Y en ambos eventos pululan por los pasillos de los predios personas disfrazadas de superhéroes, Darth Vaders de altura y dimensiones que amedrentan y bellas villanas de armas tomar. Se trata de los cosplayers, performers del comic que desfilan en estas reuniones, concursan y se llevan a casa el trofeo a la imitación más certera, al disfraz mejor logrado. Por unos días posan junto a los fans, sonríen a la cámara y habitan efectivamente ese mundo particular de los personajes que superan incluso a la historia que les dio vida.

Pero también está lo otro. Como en todo acontecimiento cultural, aparece la cara distinta, el revés de las prácticas importadas de otros hemisferios. Por los pasillos del Auditorio del Sodre, Montevideo Comics también es muestra de historieta y edición autogestiva rioplatense. En los stands de Belerofonte, sello uruguayo de historietas, de Nueva Historieta Argentina y Comic.AR, entre otros, se despliegan libros que son producto del trabajo a pulmón de editores, guionistas y dibujantes de ambas orillas y también de otros lares. Las duplas de artistas argentinos y guionistas uruguayos dan lugar a relatos poderosos: las dibujantes Majox y Lara Lee, junto al guión de Abel Alves narran la historia Aram el Armenio, en torno al genocidio. Lauri Fernández, artista mendocina, combina su trazo con las palabras de Roy Leguisamo, en Tupamaros: La Fuga (ambos títulos de Dragoncomics Editora). Cuarenta cajones, la tétrica historia draculiana, nace en manos de los lápices de Jok y la pluma de Rodolfo Santullo (Editorial Pictus). Y así, podríamos seguir enumerando, casi a modo de catálogo de objetos preciados, historias que vale la pena leer en viñetas. Otras tres de yapa, entre tantas: RW –un recorrido en blanco y negro por la vida del escritor argentino Rodolfo Walsh, asesinado por la Dictadura Militar en 1977- por Gonzalo Penas y CJ Camba (Maten al Mensajero Editorial). O Crónicas del inxilio (Ninfa Cómics), que narra diversos eventos de la historia uruguaya –el Golpe de Estado de 1973, entre otros- vividos por su propio guionista, el montevideano Silvio Galizzi. Los dibujos son del rosarino Esteban Tolj. Lo mejor de las dos márgenes del Río de la Plata también se hace presente en la coedición que han hecho los sellos Loco Rabia (Argentina) y Dragón Comics (Uruguay) de El viejo, con guión de Alceo y dibujos de Matías Bergara y Richard Ortiz.

Con varios de estos títulos en mano rondé por la Avenida 18 de julio. Hice una vez más mi recorrido que es casi un peregrinaje, porque año a año algo me lleva a Montevideo y a sus recovecos. Siempre algún sendero termina en mi plaza favorita en el mundo, aquella que se llama sabiamente la “del Entrevero”, un poco en honor a toda la condición humana, un poco solo mía, como un secreto a voces. Y sí, claro: los bares, el Santa Catalina, salido de algún rincón de los años cincuenta, atendido por su dueño, una especie de hombre palomo, entrado en carnes y con un andar endeble.

Allí se tomó chocolatada fuerte y se charló de historias e historietas, del río que nos junta y nos separa, de los afectos, de la familiaridad y el extrañamiento de un porteño en Montevideo, de un montevideano en Buenos Aires. Uno se enamora de personas y de ciudades de la misma manera: cuando se capta una luz única, una mirada cómplice, cuando se pasan horas sin tiempo en la mesita gastada de un café perdido.

 

 

 

 

 

 

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